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22 PREFACIO
Estaba sumamente impresionado entonces por toda la teoría,
pero me asombraba que casi toda pasara por alto la picaresca
española y que toda insistiera en asociar la novela con una forma
literaria previa, como la épica o la sátira menipea. A mi juicio, la
picaresca y las novelas latinoamericanas sólo podían encajar en
este esquema genealógico con no poca tergiversación. Este desacuerdo
me condujo. a la teoría y la historia que expongo aquí,
que se centra en la renuncia persistente de la novela a sus orígenes
literarios y su imitación de otros tipos de discurso. Percibí
vestigios de esos textos no literarios en novelaf como Los pasos
perdidos de Alejo Carpentier, que en ocasiones toma la forma de
un diario de viaje, y en el interés de las novelas latinoamericanas
en el mito de una manera que remitía, más que a la literatura, a
la antropología e incluso a la crítica y teoría del mito. A la larga,
mi lectura persistente, casi obsesiva, de esta novela de Carpentier
en particular, me llevó a la historia que propongo, apoyándome
en buena medida en las teorías de Michel Foucault y en algo
del trabajo que se está realizando hoy en día sobre colonialismo Y
literatura.
Considero que este libro es un ensayo, aunque me he esmerado
en aducir la mayor cantidad posible de material corroborativo Y
me he ceñido lo más posible a las normas establecidas del discurso
académico. Sin embargo, no puedo pretender ser experto en todas
las áreas de la narrativa latinoamericana que abarca, ni mucho
menos en campos como el derecho indiano, la ciencia del siglo
XIX o la antropología moderna. En estos campos incursiono con
arrojo de principiante, que muchas veces, me temo, se basa en la
ignorancia, pero tiene la ventaja, espero, de. ofrecer una perspectiva
nueva y desusada. También espero haber plasmado en mi proyecto
el entusiasmo por borrar las fronteras entre las disciplinas
académicas que ha enriquecido la crítica contemporánea en los
últimos veinte años, aproximadamente. No obstante, soy el primero
en admitir cierta superficialidad en los campos mencionados
que tal vez llevaría toda una vida superar; por tal motivo, confieso
que este libro es antes que nada un ensayo, en el sentido de que se
trata de un experimento, un pacto con el tiempo, la vastedad del
conocimiento y mis propias y considerables limitaciones.
Mi punto de partida es que no pienso que sea satisfactorio abordar
la narrativa como si fuera una forma autónoma de discurso, ni
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un reflejo burdo de las condiciones sociopolíticas d~ un momento
dado. En mi opinión, las relaciones que la narrativa estab~ece
con formas de discurso no literarias son mucho _más p~o?_uctivas
y determinantes que las que tien:e con su propia tradiCI~n, c?n
otras formas de literatura o con la realidad bruta de ~a ~I~tona:
La narrativa y la poética no siguen la misma senda_ histonca, m
tampoco evolucionan al mismo_ ritmo, p~r eso conside~o que es
un error escribir historia literana como SI todo se moviera en la
misma dirección, como un caudaloso río. La,narrati~a ~e ve demasiado
afectada por formas no literarias para constitUir u_n~ clara
unidad histórica, a la manera en que tal vez lo sea la lir~ca. _L~
historia literaria convencional, ateniéndose a un modelo filologico,
enmascara lo que tomo como la historia verdade~a ?e la prosa
narrativa. Sarmiento y Euclides da Cunha son mas Impor~antes
en esa historia que José Mármol o Jorge Isaacs. Sólo al aplicar
mecánicamente un modelo de historia literaria, tomado de fuentes
europeas, Amalia y María desempeñan un papel significativo en la
historia de la narrativa latinoamericana. . .
Este libro sólo ofrece una hipótesis sobre el funciOnamiento
de la tradición narrativa latinoamericana. Pero no rechaza otras,
como la filológica, que alinea novelas con novelas y establ~ce
genealogías de textos literarios, aunque señale lo que ~o, per~t-bo
como sus deficiencias. Las he aprovechado todas y se~~Ire_hacie_ndolo.
Me he esforzado por ampliar el campo de la cntica literana,
no por reducirlo. . .
El azar representa un papel decisivo cuando un profe~or se desvía
de su campo de especialidad para recorrer otros. Com con suerte
al conocer, en el Centro de Humanidades Whitney d_e Yale, a
colegas de otras disciplinas, como Clifford ~eertz y ~athahe Zemon
Davis, quienes sin saberlo me llevaron a h~ros e Ideas que nunca
habría encontrado entre mis compañeros literatos. Incluso e?~re
éstos tuve la fortuna de haber coincidido en la Escuela de Cnt_Ica
y Te~ría en Dartmouth con Edward Said, de quien he a~rendido
mucho, y en el Centro de H1fmanidades Whitney con Chnstopher
Miller, cuyo trabajo sobre Africa es tan esclarecedor para _los ~atinoamericanistas.
La propia Y ale, con su pléyade_ de lu~unanas
de la crítica, ha sido una inspiración. He aprendido mas de lo
que ellos imaginan de mis queridos amigos Harold Bloom, Peter
Brooks, J. Hillis Miller y Geoffrey Hartman, que escucharon o