Ciudad Inmigrante #107
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Salud
Placer, disfrute y pérdida de peso
Por Claudia Durán*
“El lunes empiezo”. ¿Cuántas
veces habrán dicho o escuchado
esta frase? En su enunciación
ya esa promesa dice todo:
debemos despedirnos de todo,
tomar valor, porque a partir de
ese hipotético lunes se acabará
lo que se daba. Nunca más lo
que nos gusta, ese chocolate, el
asadito con amigos, los fideos
con camarones, el malbec.
Entonces comer ya no será
más un placer, sino un ejercicio
intelectual. Eso que tanto nos
gusta pasará a ser lo prohibido:
un pecado.
Lamentablemente, gracias a
estas ortodoxias nutricionales
propias del siglo XXI, la mayoría
de las personas vive en un
mundo de dietas rotas. De
tanta dieta de hambre, hemos
convertido el comer en un acto
ilícito. Es importante tener en
claro que no hay alimentos
buenos o malos; el gran secreto
son las porciones o, mejor
dicho, evitar el exceso.
Existe evidencia de que
prohibir genera mayor deseo
y descontrol. ¿Por qué habría
de servir, entonces, una dieta
restrictiva? La imposibilidad
de ingerir cosas dulces o un
determinado tipo de alimento
solo funcionará como un
bumerang.
¿Dos meses, tres, seis, un
año de abstinencia? El tiempo
será tan largo como la fuerza
de la motivación de flagelarse.
Llegará un momento en el
que la tentación pueda más.
El problema es la sobrecarga
cognitiva que implica controlar
el volumen de la ingesta.
Imaginemos un día cualquiera
en el trabajo… el sector de café
de la oficina lleno de facturas.
Como todo animal, los humanos
estamos programados para
sobrevivir. Para ello contamos
con un rasgo adaptativo
favorable de la especie llamado
“genotipo ahorrativo” que dirige
tres procesos:
1) En principio, si hay comida
disponible, se comerá todo,
para cuando no dispongamos
de nutrientes.
2) Por otro lado, si existe una
opción densa en calorías y otra
frugal, se comerá la primera,
para cuando no haya.
3) Por último, lo que sobre
de energía, lo que nuestro
organismo no utilice, no se
guardará como colágeno o
cabello, sino como grasa.
Estamos diseñados para comer,
tenderemos siempre a comer
lo que se encuentre frente a
nuestros ojos y a terminarlo
para cuando no haya alimento
disponible. ¡Esta es la trampa!
En una sociedad con plena
disponibilidad calórica y barreras
al movimiento, este “genotipo
ahorrativo” se manifestará con
una pandemia de obesidad
salvo que cambiemos de
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