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Libro de texto Literatura- Etapa 2

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El juego de Ender

Había escuela. Todos los días, horas de clases.

Lectura. Números. Historia. Videos de

batallas sangrientas en el espacio, los marinos

rociando con sus tripas las paredes de

las naves de los insectores. Holografías de

guerras limpias de la flota, naves convirtiéndose

en orlas de luz cuando las astronaves se

liquidaban diestramente en la noche profunda.

Muchas cosas que aprender. Ender trabajó

con tanto ahínco como cualquiera; todos

ellos luchaban por primera vez en su vida,

pues por primera vez en su vida competían

compañeros de clase que eran mínimo tan

brillantes como ellos.

Por los juegos… vivían para eso. Era lo que llenaba las horas comprendidas entre la vigilia y el sueño.

Dap les llevó a la sala de juegos el segundo día. Estaba encima, arriba de la cubierta donde los chicos

vivían y trabajaban. Subieron escalerillas hasta donde la gravedad se debilitaba, y allí, en la caverna,

vieron las luces deslumbrantes de los juegos.

Algunos juegos eran conocidos para ellos; algunos, incluso los habían jugado en sus casas. Fáciles

y difíciles. Ender pasó los juegos bidimensionales de video y comenzó a estudiar los juegos que

jugaban los chicos mayores, los juegos holográficos con objetos suspendidos en el aire. Era el único

recluta en esa parte de la sala, y de vez en cuando un chico mayor

le apartaba de su camino a empujones. “¿Qué haces aquí? ¡Piérdete!

¡Levanta el vuelo!” y, naturalmente, levantaba el vuelo; en la

atenuada gravedad de ese lugar, dejaba de hacer pie en el suelo y

planeaba hasta que chocaba con algo o con alguien.

Una y otra vez, sin embargo, salía del atolladero y volvía, quizás

a un sitio diferente, para ver el juego desde un ángulo distinto.

Era demasiado pequeño para ver los controles, para descubrir

Glosario

Holografías: Imágenes

fotográficas con efectos

tridimensionales.

cómo se jugaba. Eso no importaba. Repetía con su cuerpo los movimientos del juego. Cómo excavaba

el jugador túneles en la oscuridad, túneles de luz que las naves enemigas escudriñarían y después seguirían

sin piedad hasta atrapar la nave del jugador. El jugador podía tender trampas: minas, bombas

a la deriva, tirabuzones en el aire que forzaban a las naves enemigas a repetirlos interminablemente.

Algunos jugadores eran más listos. Otros perdían rápidamente.

A Ender le gustaba más cuando jugaban dos chicos, uno contra el otro. Entonces, cada uno tenía que

utilizar los túneles del otro, y rápidamente se ponía de manifiesto cuál de los dos valía algo como estratega.

Al cabo de una hora más o menos, empezó a hastiarle. Ender ya conocía los movimientos de

rutina. Conocía las reglas que seguía el ordenador y sabía por lo tanto que, una vez que dominara los

controles, estaría en disposición de anticiparse a las maniobras del enemigo. Hacer espirales cuando

el enemigo estaba aquí; bucles cuando el enemigo estaba allá; quedarse a la espera en una trampa;

tender siete trampas y luego hacer que cayeran en ellas. No era en absoluto estimulante. Era sólo

cuestión de jugar hasta que la computadora fuera tan rápida que los reflejos humanos no pudiesen

competir con él. No era nada divertido. Quería jugar contra los otros chicos. Los chicos que estaban

tan entrenados por la computadora que incluso cuando jugaban uno contra otro intentaban emularle.

Pensar como una máquina en vez de como un chico. Podría vencerles de esta forma, podría vencerles

de esa forma.

—Te echo una partida —dijo al chico que acababa de vencer.

—¿Pero qué es esto? —dijo el chico—. ¿Es un insecto o un insector?

—Acaba de embarcar un rebaño de enanitos —dijo otro chico.

—Pero hablan. ¿Sabías que podían hablar?

—Ya veo —dijo Ender—. Tienes miedo de jugar contra mí al mejor de tres juegos.

—Ganarte —dijo el chico— sería más fácil que mear en la ducha.

—Y ni la mitad de divertido —dijo otro.

Etapa 2. Género narrativo 63

Literatura Etapa2.indd 63

06/12/19 5:02 p.m.

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