Libro de texto Literatura- Etapa 2
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Encontré al viejo Salamano en el umbral de mi puerta. Le hice entrar y me enteró de que el perro
estaba perdido, puesto que no se hallaba en la perrera. Los empleados le habían dicho que quizá lo
hubieran aplastado. Había preguntado si no era posible que en las comisarías lo supiesen. Se le había
respondido que no se llevaba cuenta de tales cosas porque ocurrían todos los días. Le dije al viejo Salamano
que podría tener otro perro, pero me hizo notar con razón que estaba acostumbrado a éste.
Yo estaba acurrucado en mi cama y Salamano se había sentado en una silla delante de la mesa. Estaba
enfrente de mí y apoyaba las dos manos en las rodillas. Tenía puesto el viejo sombrero. Mascullaba
frases incompletas bajo el bigote amarillento. Me fastidiaba un poco, pero no tenía nada que hacer y
no sentía sueño. Por decir algo le interrogué sobre el perro. Me dijo que lo tenía desde la muerte de
su mujer. Se había casado bastante tarde. En su juventud tuvo intención de dedicarse al teatro; en el
regimiento representaba en las zarzuelas militares. Pero había entrado finalmente en los ferrocarriles
y no lo lamentaba porque ahora tenía un pequeño retiro. No había sido feliz con su mujer, pero, en
conjunto, se había acostumbrado a ella. Cuando murió se había sentido muy solo. Entonces había pedido
un perro a un camarada del taller y había recibido aquél, apenas recién nacido. Había tenido que
alimentarlo con mamadera. Pero como un perro vive menos que un hombre habían concluido por ser
viejos al mismo tiempo.
“Tenía mal carácter”, me dijo Salamano. “De vez en cuando nos tomábamos del pico. Pero a pesar
de todo era un buen perro”. Dije que era de buena raza y Salamano se mostró satisfecho. “Y eso”, agregó,
“que usted no lo conoció antes de la enfermedad. El pelo era lo mejor que tenía”. Todas las tardes
y todas las mañanas, desde que el perro tuvo aquella enfermedad de la piel, Salamano le ponía una
pomada. Pero según él su verdadera enfermedad era la vejez, y la vejez no se cura.
Respondí, aún no sé por qué, que hasta ese instante
ignoraba que se me juzgase mal a este respecto, pero
que el asilo me había parecido una cosa natural desde
que no tenía bastante dinero para cuidar a mamá. “Por
otra parte”, agregué, “hacía mucho tiempo que no tenía
nada que decirme y que se aburría sola”. “Sí”, me dijo, “y
en el asilo por lo menos se hacen compañeros”. Luego
se disculpó. Quería dormir. Su vida había cambiado ahora
y no sabía exactamente qué iba a hacer. Por primera
vez desde que lo conocía, me tendió la mano con gesto
furtivo y sentí las escamas de su piel. Sonrió levemente
y antes de partir me dijo: “Espero que los perros no ladrarán
esta noche. Siempre me parece que es el mío”.
Albert Camus, El extranjero, <https://bit.ly/2MLQznk>, consulta: septiembre de 2019.
2. Contesta las preguntas:
• ¿En qué época se desarrolla la historia?
• ¿Qué opinas de la actitud del protagonista ante las situaciones que se le presentan?
• ¿Qué actitud le reprocha su comunidad al protagonista? ¿Por qué? ¿Hay algún valor que
el protagonista no atiende?
• ¿Cómo calificarías que es la vida de Salamano?
• ¿Cómo consideras que es el ambiente de la novela?
• ¿Crees que la novela refleje la vida en la Francia urbana de mediados del siglo XX?
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Etapa 2. Género narrativo
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