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Rasca Cielos 20200202

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por El Prado de La Paz, inquietándonos por los exámenes y<br />

odiando las clases de piano. Un día me contó que toda su familia<br />

iba a mudarse, que su padre había conseguido un nuevo trabajo<br />

en Stuttgart, Alemania. El 2002 se pintaba como un año terriblemente<br />

solitario. “Nos vamos a escribir”fue lo último que me dijo<br />

antes de bajar por la avenida 6 de Agosto. No volví a verla. Me<br />

mandó un SMS la mañana de su viaje: “Te vas a cuidar y deja de<br />

amargarte por lo del fútbol, sino uno de estos días te van a<br />

enyesar la jeta de tanto recibir pelotazos”.<br />

Mantuvimos contacto por mail. Varios correos al mes,<br />

pocas fotos intercambiadas; las mías en poses tratando de<br />

meter panza, las suyas junto a algún atractivo turístico de la<br />

ciudad. Me contó que todo en Alemania era limpio y moderno,<br />

que los ancianos se sonrojaban de vergüenza cuando hablaba<br />

de Hitler y que estaba inundada de musulmanes. Gente de<br />

Marruecos, Turquía, Irán, Siria y Afganistán estaba en las<br />

calles, en los restaurantes de comida rápida, sentada en las<br />

aceras, por todo lado. “Si me pongo velo puedo pasar por inmig<br />

rante”. Su padre trabajaba como loco y su madre estudiaba<br />

alemán con pobres resultados. Sus mails eran cada vez más<br />

largos. “Aquí hay supermercados exclusivamente para vender<br />

cerveza y la mostaza sabe a todo menos a mostaza. Me dijeron<br />

que aquí la fabrican con su sabor original”. Estaba triste, cada<br />

vez más melancólica. Yo la extrañaba.<br />

Empezó a caérsele el cabello. “Tengo que peinarme diferente<br />

para tapar un hueco en mi cabeza. Es el estrés. Aprendí<br />

rápido el idioma pero no tengo amigos y temo aplazarme en<br />

todo. Mis padres están trabajando o durmiendo exhaustos<br />

para levantarse al día siguiente y seguir trabajando”. Traté de<br />

consolarla. Le conté que aquí bloqueos y manifestaciones nos<br />

mantenían alerta. Imaginábamos que El Mallku sitiaría La Paz<br />

por meses hasta matarnos de hambre. “Ah, una cosa más. A los<br />

alemanes no les importa Bolivia. Podríamos desaparecer del<br />

mapa y seguirían como si nada. Por otro lado, puedo beber<br />

cerveza. Niños, ancianos, todos beben cerveza a toda hora y en<br />

todo lugar. En algunos años saldrá cerveza de las fuentes y la<br />

gente nadará en piscinas espumosas”. Supuse que tal vez no<br />

estaba pasándola tan mal. Quizá su calvicie prematura era una<br />

reacción alérgica a siete mil tipos distintos de cerveza.<br />

A veces no me escribía por semanas. Estaba estudiando<br />

horas extra para ponerse al día en el colegio. “Gracias por estar<br />

a mi lado, te quiero”. Pasó medio año, decenas de mails. Su<br />

habitual sentido del humor fue desapareciendo poco a poco.<br />

“Odio vivir aquí, todo es tan hermoso y la gente tan indiferente.<br />

Podría estar agonizando en la calle y pasarían por<br />

encima de mi cuerpo”. Entonces dejó de escribir. Uno, dos, tres<br />

meses. Ignoraba mis mensajes. Yo revisaba a diario mi correo.<br />

Releí toda nuestra correspondencia tratando de averiguar si<br />

había escrito algo que la hubiera ofendido. A finales del 2003,<br />

cuando me había resignado a no volver a saber de ella, me<br />

encontré con su padre por pura casualidad en plena 6 de<br />

Agosto. “¿Vlady? Es tu nombre ¿verdad? Mi hija hablaba todo<br />

el tiempo de ti, nos mostraba las fotos que le mandabas”. La<br />

habían encontrado en el piso de su cuarto, su espalda apoyada<br />

contra la pared y abrazando sus rodillas. Un frasco vacío de<br />

antidepresivos sobre el velador. “Gracias por escribirle, nunca<br />

pudimos entender cuán triste estaba, no sabemos de dónde<br />

sacó esa cosa. Volvimos hace unos meses, ya nada importa”. En<br />

su rostro, prematuramente envejecido, sus ojos abrumados<br />

por la pena brillaban. Eran hermosos, como los de Rana.<br />

Pasé meses leyendo y releyendo nuestras conversaciones,<br />

¿Por qué no me había dado cuenta? Le había fallado. “Habr án<br />

caídas más fuertes…”. Tan fuertes que resuenan en el tiempo.<br />

Vladimir Tórrez es abogado, politólogo y docente<br />

universitario. Escribe porque le gusta y le ayuda a<br />

pensar que está en lo políticamente incorrecto.<br />

Marco Tóxico se dedica a la ilustración, los carteles y<br />

la historieta. Publicó su trabajo en revistas, libros y<br />

antologías alrededor del mundo. Tiene cinco libros<br />

y varios fanzines, casi todos autoeditados. Tiene el<br />

cráneo trepanado y le gusta el pollo frito.<br />

DOMINGO 2 DE FEBRERO 05|20<br />

Historias de amor es una iniciativa apoyada<br />

por la Unión Europea en Bolivia<br />

www. p a g i n a s i e te. b o<br />

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