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CRÓNICA<br />
el líder de la naciente socialdemocracia boliviana, Luis Adolfo<br />
Siles Salinas –hijo y medio hermano de otros dos presidentes,<br />
Hernando y Hernán, respectivamente–, quien fue derrocado<br />
cinco meses después, el 26 de septiembre, por el general<br />
Alfredo Ovando Candia. Coincidencias de la historia, el golpe<br />
de Ovando vino acompañado de otra catástrofe aérea, en la<br />
que perdieron la vida 16 jugadores del primer equipo de The<br />
Strongest y varios políticos barrientistas.<br />
El avión DC–6 del Lloyd Aéreo Boliviano (LAB), con 74<br />
personas a bordo, se precipitó a tierra en una zona montañosa<br />
cercana al centro minero de Viloco. El aparato fue encontrado<br />
al día siguiente completamente destrozado, con señales de<br />
haber explosionado e incendiado, lo que dio lugar, de nueva<br />
cuenta, a un sinnúmero de<br />
versiones sobre un<br />
supuesto atentado. Como<br />
ocurrió con el accidente de<br />
Arque, las miradas se volcaron<br />
hacia Ovando Candia, a<br />
quien se veía como enemigo<br />
de Barrientos, aunque las<br />
investigaciones determinaron<br />
las fallas humanas como<br />
causa de ambos accidentes.<br />
Versiones posteriores<br />
atribuyeron la ejecución de<br />
los supuestos atentados al<br />
jefe de seguridad de<br />
Ovando Candia, Luis Arce<br />
Gómez, por entonces un<br />
joven oficial con rango de<br />
mayor, experto en explosivos,<br />
acusaciones que él<br />
siempre negó.<br />
Arce Gómez fue mencionado<br />
también entre los<br />
supuestos involucrados en tres hechos de sangre que sacudieron<br />
a la gestión presidencial de Ovando Candia (1969/70) y<br />
que conmovieron a la opinión pública de la época: los asesinatos<br />
del líder campesino barrientista Jorge Soliz Román, del<br />
periodista Jorge Otero Calderón y de los propietarios de los<br />
diarios Hoy y Última Hora de La Paz, los esposos Alfredo y<br />
Martha Alexander, ocurridos en un lapso de 14 semanas, pero<br />
el oficial rechazó en varias ocasiones haber participado en<br />
esos atentados.<br />
¿Quiénes fueron los responsables de esos crímenes?<br />
¿Cuáles fueron los móviles? ¿Fue obra de la Agencia Central de<br />
Inteligencia (CIA) para desestabilizar al “gobierno revolucionar<br />
io”de Ovando Candia, como señalaba la izquierda? O, por<br />
el contrario, ¿fue la guerrilla, como acusaba la derecha? Si no<br />
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¿Quiénes fueron los responsables de<br />
esos crímenes? ¿Fue obra de la<br />
Agencia Central de Inteligencia<br />
(CIA), como señalaba la izquierda?<br />
O, por el contrario, ¿fue la guerrilla,<br />
como acusaba la derecha? Si no eran<br />
ni unos ni otros, ¿qué intereses<br />
movieron las manos de los<br />
a s e s i n o s?<br />
eran ni unos ni otros, ¿qué intereses movieron las manos de los<br />
asesinos?<br />
En una extensa entrevista concedida al abogado e historiador<br />
Tomás Molina Céspedes para su libro Con el testamento bajo el<br />
bra zo, Luis Arce Gómez no sólo negó haber sido el brazo ejecutor<br />
de tales hechos, como se ha especulado en los últimos años, sino<br />
que Ovando Candia los hubiese promovido como autor intelectual.<br />
“Mentira, yo no tengo nada que ver con esas muertes”,<br />
afirmó. En relación a su jefe, señaló: “Ovando en su vida dio una<br />
orden de esas (…) Ovando era un pusilánime. Se le hablaba de<br />
hacer matar a alguien y se cagaba en sus pantalones”.<br />
El escritor griego Petros Márkaris, un clásico del género<br />
negro, dijo alguna vez que “no hay crimen perfecto, ni siquiera<br />
en una novela policiaca”, en<br />
tanto que su colega sudafricano<br />
J.R.R. Tolkien<br />
afirmó que “tarde o temprano,<br />
el crimen siempre<br />
sale a luz”. No parece haber<br />
sido el caso de los asesinatos<br />
de Soliz Román, Otero<br />
Calderón y los esposos<br />
Alexander, que, medio<br />
siglo después, continúan<br />
i m p u n e s.<br />
Según Arthur Seldom,<br />
el protagonista de Los crímenes<br />
de Oxford, la novela<br />
del argentino Guillermo<br />
Martínez, “el crimen perfecto<br />
no es aquel que no se<br />
resuelve, sino el que se<br />
resuelve con un falso culpabl<br />
e”. Es lo que aparentemente<br />
pretendieron las<br />
autoridades de la época<br />
para encubrir a los verdaderos responsables.<br />
Los tiempos de la ira<br />
A nadie le llamó la atención la marcha militar que interrumpió<br />
la programación oficial de la radio estatal Illimani en la<br />
mañana del 26 de septiembre de 1969, que anunciaba un nuevo<br />
golpe de Estado, no sólo porque las asonadas eran el pan de cada<br />
día, sino porque nadie daba un peso por la estabilidad del<br />
gobierno de Siles Salinas. Lo novedoso del cuartelazo no fue<br />
tanto el “Mandato Revolucionario de las Fuerzas Armadas”que<br />
lo sustentaba –todos los golpistas de la época se decían “revolu -<br />
cionar ios”–, como la presencia de Marcelo Quiroga Santa Cruz,<br />
Alberto Bailey Gutiérrez, José Luis Roca, José Ortiz Mercado,<br />
Mariano Baptista Gumucio y otros intelectuales de izquierda<br />
www. p a g i n a s i e te. b o DOMINGO 15 DE MARZO 11|20<br />
ILUSTRACIÓN LEYLA MANJÓN / DGR-UCB