HOUND: Primavera Verano 2020

COLUMNA ARTÍCULO
Mujeres negras puertorriqueñas
por Zuan Sofia Suarez
La participación de las mujeres en las luchas políticas,
sociales y raciales siempre ha estado presente. Durante las
últimas décadas, se han dedicados trabajos e investigaciones
para reconocer la labor de estas mujeres que, desde diferentes
trincheras, han formado parte del desarrollo de la nación
puertorriqueña. En esta ocasión quiero mencionar a dos
mujeres de gran envergadura, Dominga de la Cruz Becerril
y Felicita “la Prieta” Méndez, quienes forman parte nuestra
herencia negra. Y de esta forma, reflexionar sobre el valor de
su legado dentro y fuera de Puerto Rico.
Dominga de la Cruz Becerril, conocida por haber sido quien
rescató la bandera puertorriqueña durante la Masacre de
Ponce en 1937, quedó huérfana a muy temprana edad. Esto
la llevó a vivir en una situación precaria de pobreza extrema,
al no tener forma de suplir sus necesidades básicas. Por
consiguiente, comenzó a trabajar en la industria de la aguja, en
los talleres de costura en Mayagüez. Debido a las condiciones
infrahumanas en las que trabajaban las mujeres en las fábricas
de ropa, Dominga de la Cruz regresó a Ponce, su ciudad
natal. Las mujeres en su pueblo tenían pocas opciones para
sobrevivir, muchas trabajaban cosiendo ropa en los talleres o
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en la casa, mientras otras se prostituían. De la Cruz optó por
coser piezas de ropa desde su casa. A su edad, y siendo una
mujer joven, pobre y negra, lo único que aseguraba un plato de
comida era un marido. Por esta razón, contrajo matrimonio, el
cual dio vida a dos niñas. Dominga de la Cruz terminó siendo
madre soltera, luego de que su esposo la abandonara. A pesar
de trabajar incansablemente, sus dos hijas murieron debido
a la falta de alimento y las condiciones de pobreza en las
que vivían. Luego de esta pérdida tan dolorosa, comenzó a
trabajar en un taller tabacalero como lectora. Es ahí donde
conoció y comprendió la lucha obrera de los tabacaleros
y al líder nacionalista Pedro Albizu Campos en uno de sus
discursos. El liderazgo que ella vio en Albizu Campos le
devolvió eso que ella había estado buscando desde la muerte
de sus hijas. Por tal razón, se unió al Partido Nacionalista
de Puerto Rico, convirtiéndose en la cabeza del capítulo de
mujeres de la facción de los nacionalistas puros de la junta de
Mayagüez. Su compromiso con el ideal la llevó a promoverlo
a través de recitales de poesía, artículos en el periódico El Sol
y recolectas de dinero. En el 1935, fue invitada a representar
a las mujeres de su junta en la Asamblea Nacional del PNPR.
De esta forma, tuvo la oportunidad de conocer a Pedro Albizu