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Alternativa Caribe

Revista digital de la Costa y el Caribe. Circula cada 10 días.

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tiempo y con la mayor claridad posible. No nos simpatizan

las expectativas de los nuevos parques eólicos

de La Guajira por muchas razones que tienen que ver

con los diferentes asuntos relativos a la paz duradera

y estable que anhelamos todos los colombianos, con

el despelote que obviamente se generaría en un territorio

vuelto trizas por el trazado ilegal e irracional del

próximo desarrollo transicional energético. Tampoco

nos simpatiza la irresponsabilidad de los planificadores

de este despojo o invasión del territorio wayuu por

otra razón muy elemental que hay que expresarla con

total claridad: no somos partidarios de que el gobierno

colombiano, cualquiera que haya sido o sea, atraiga

con engañifas y sin la menor transparencia al capital

extranjero o nacional, de manera tan irresponsable,

metiéndolos en el ojo del huracán, prácticamente a

la fuerza, contra los dueños ancestrales del territorio

pretendido. El ejemplo de las confrontaciones que los

inversionistas y empresas sufrieron en el caso de Tehuantepec

debe servirles de escarmiento. Aún hay

tiempo para recapacitar. Sabemos que todo marcha

a la mayor velocidad y que para el 2023 estarían listos

nueve parques eólicos y que el resto se tomaría

aproximadamente unos siete años, contando con que

no se hallen tropiezos, que irían desde la respetable

protesta pacífica y el empleo de las herramientas jurídicas

del sistema nacional, hasta el cuestionamiento

de la jurisdicción internacional en los sistemas judiciales

regionales competentes. Sin olvidarnos de las

probabilidades de que La Guajira, se convierta en un

escenario de controversias no tan pacíficas como quisiéramos.

¿Cuál es el

verdadero problema?

En primer término, afirmemos que no hay camas

para tanta gente, es decir, no es posible amontonar

en cualquier sitio de la Alta Guajira, por ejemplo, dos

mil torres de aerogeneradores en un solo lugar de la

geografía del pueblo indígena, cosa que no ha ocurrido,

pero tampoco es posible que sea posible que

sean repartidas a gusto de las multinacionales extrajeras,

que es lo que ha venido sucediendo. En orden

de llegada y a todos los que fuero levantando el

dedo, el gobierno le obsequió los derechos privados

y colectivos del pueblo wayuu. El gobierno nacional

repartió licencias a diestra y siniestra sin advertirles

a los inversionistas la sensibilidad que tienen en el

Derecho Internacional de los Derechos Humanos los

componentes territoriales de un pueblo indígena muy

importante, tal vez el más numeroso, poblacionalmente

hablando. Al contrario, el gobierno nacional ha colocado

al servicio de las empresas extranjeras que son

la mayoría, tres son colombianas, todo el andamiaje

institucional para disfrazar de Consulta Previa lo que

no es menos que los primeros pasos de una invasión

de bastas proporciones y que obviamente funcionará

como un doloroso detonante en el trasegar de los caminos

de la paz.

Según información que sabemos que posee el Ministerio

del Interior, y que fue suministrada a Indepaz para

su investigación, el gobierno nacional es consciente que

65 parques eólicos que ya están avanzados o en trámite,

impactan e impactarán directamente a 288 comunidades

Wayuu del Resguardo de la Alta y Media

Guajira. A lo anterior se suman las comunidades que

se afectarán con las líneas de trasmisión de energía

para comunicar los parques proyectados con las subestaciones

que les recibirán su energía. Por último,

que se sepa que este no sólo es un problema de los

habitantes de la Alta y Media Guajira, también ataca

la estructura del universo turístico de La Guajira, lo

mismo que la funcionalidad de los puertos y fronteras

indígenas que repercuten en la vida del comercio de

Maicao. Por supuesto, tal vez, lo más importante ahora,

una medida de esta naturaleza romperá con las

posibilidades de establecer la paz en La Guajira. Por

esa razón debatiremos el problema hasta donde sea

viable y posible.

No será fácil recortar el número de parques eólicos

terrestres aprobados, al menos que se revoquen por

ilegales las autorizaciones expedidas de algunos de

ellos. Comprendemos que eso será muy complicado,

lo mismo que examinar una de las opciones que debió

ser considerada por el gobierno nacional, tal vez

la más adecuada, que sería la de los parques eólicos

marinos, o sea, explorar la posibilidad de instalarlos a

35 o 40 kilómetros de la orilla del mar, de ninguna manera

encima de los derechos de la gente. Estos parques

eólicos marinos o parques eólicos offshore tienen

muchas ventajas frente a los parques terrestres,

porque la fuerza cinética de sus aerogeneradores es

más poderosa, y no mayor contaminación visual ni

auditiva. Lo que no podrá suceder, por toda clase de

razones, es que el gobierno nacional estimule y patrocine

la destrucción del tejido social y económico de un

pueblo indígena, a lo mejor, intencionalmente. Recordemos

que la Corte Constitucional ha destacado en

sentencia 302 de 2017, que gran parte de la población

wayuu, ubicada alrededor del territorio impactado o

impactable por estos 57 proyectos eólicos, pertenecen

al ámbito de lo que se ha calificado como un estado

de cosas inconstitucional. En vez del gobierno

colocarse del lado de sus obligaciones, por lo menos

las emanadas de las órdenes de la Corte, lo que hace

es montarse en una perversa y peligrosa aventura de

la industria mundial de la generación de energía.

Parque Eólico Hornsea One

Fotografía tomada de www.xataka.com

Ecología Humana

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