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Alternativa Caribe

Revista digital de la Costa y el Caribe. Circula cada 10 días.

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Renacer del Caribe

Por: Gerardo Ardila

Antropólogo, con estudios doctorales en Ecología, dedicado a los temas urbanos. Director

del Centro de Estudios Sociales -CES- de la universidad Nacional de Colombia. Fue Secretario

de Planeación de la ciudad de Bogotá (2012-2015), director del Instituto de Estudios

Urbanos de la Universidad Nacional de Colombia (2008-2012), miembro del Foro Nacional

Ambiental y del Grupo Internacional Transformación Social Ecológica de América Latina.

Ha sido asesor de instituciones públicas internacionales en temas de ambiente y desarrollo.

Entre otros ha publicado “Territorio y Sociedad: el caso del Plan de Ordenamiento Territorial

de Bogotá” (2003), “Colombia: Migración, transnacionalismo y desplazamiento” (2005), “La

Guajira: de la memoria al porvenir” (1990); con María Fernanda Valdés: “Ciudad, Sostenibilidad

y posconflicto en Colombia” (2918); con varios autores “Esto no da para más” (2019);

el artículo más reciente, publicado en México es “Transformar el presente para poder vivir.

Cultura y territorio: una aproximación desde la transformación social-ecológica”, entre numerosos

artículos y capítulos de libros.

El siglo XX comenzó para Colombia con la rebelión

del Caribe, cuando uno de sus departamentos

importantes, Panamá, se separó del Estado

nacional. Sin embargo, allí pareciera que terminó el

impulso libertario del Caribe. A pesar de la existencia

de una cantidad importante de intelectuales, pensadores

y escritores sin parangón; de grupos de pensamiento

y de acción que dejan huella en toda la región

del norte de Suramérica; de sociedades plurales

y culturas muy diversas, organizadas de una manera

igualitaria poco común en las tierras andinas; de una

tradición prehispánica de relaciones internacionales a

través de ese mar Caribe bordado por las islas; de

muchos políticos locales comprometidos y conscientes

de las demandas de la gente, la política democrática

desapareció de la historia reciente del Caribe.

Varios intelectuales caribeños muy destacados se han

preguntado porqué el Caribe colombiano ha vivido

por tantos años en una crisis de liderazgo político. El

más acucioso y juicioso ha sido Adolfo Meisel, quien

no solo ha hecho la pregunta, sino que ha avanzado

análisis, propuestas y acciones concretas organizando

grupos de reflexión y de trabajo y liderando él mismo

el proceso de formación de las élites costeñas en

Barranquilla. Meisel también ha señalado que lo que

vive el Caribe es más que una crisis de liderazgo. Es

la entrega del liderazgo en manos de grupos de traficantes

organizados en familias que incluyen el control

de las instituciones pluralistas del Estado como una

parte fundamental de su esquema de protección de

negocios y enriquecimiento, mediante su adscripción

a las formas más autoritarias y peligrosas del populismo

de derecha.

Esta forma de liderazgo no destruye las instituciones

sino que las transforma en agencias a su servicio,

innovando modos de acción que crean una base de

apoyo en la sociedad, en la medida en que generan la

impresión de que atienden sus demandas inmediatas

y construyen modelos sociales y políticos basados en

una redefinición de los principios del éxito en la vida,

que concuerda muy bien con la cultura del neoliberalismo:

individualismo, competencia, consumo y ganancia

rápida. Estos líderes han leído el espacio en el

que deben moverse y se articulan bastante bien con

las familias que lograron desde hace siglos el control

de la tierra y, por esa vía, acumularon prestigio social,

económico y político.

Esa articulación facilitó también que las economías

mafiosas, protegidas de las crisis por ubicarse afuera

del sistema, se incrustaran sin dificultad en los sistemas

cultural, social, político y financiero, inyectando

capitales que retornan limpios a sus manos después

de un proceso de distribución entre sus socios. La

captura y mantención de la estructura del Estado es

una parte de ese esquema. Pero, ante la crisis de la

hegemonía neoliberal en el mundo, presionada ahora

por la pandemia del coronavirus, la idea de que

la globalización neoliberal es el destino único de la

humanidad y de que el capitalismo mafioso tiene la

respuesta a las demandas sociales, ya perdió credibilidad.

La ilusión de que hay una puerta para el ascenso

social y político de los que nunca tuvieron nada,

con soluciones individualizadas y autoritarias, en esa

forma de organización de la sociedad, la política y la

economía, está llegando al fin de su camino. La pregunta

es ¿qué viene después de la pandemia y cómo

reaccionará la gente del Caribe?

Ya parece que empieza a vislumbrase una respuesta.

Frente al populismo autoritario de derecha que puede

ser aún más depredador y desafiante, surgen procesos

nuevos muy interesantes. En la Guajira, Weilder

Guerra, encargado de la gobernación por el presidente

Santos, en un corto lapso de tiempo demostró que

se puede salir de la pobreza y la violencia, rompiendo

los esquemas clientelistas y desconociendo el poder

de los “señores de la guerra”. Como gobernante articuló

procesos de construcción colectiva como los “círculos

de la palabra”, dando prevalencia al entendimiento

de la cultura, de los sistemas de significados en los

que se basa la vida cotidiana, para transformar las

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