Media Luna no.3
Revista mexicana de literatura, ilustración y fotografía
Revista mexicana de literatura, ilustración y fotografía
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parecía encorvarse, enfriarse. Qué
duro debe ser ver a tu única hija en
ese deplorable estado. Mamá, siento
que pronto ya no estaré aquí.
Años atrás mi papá me había adoptado
con la promesa de quererme y
protegerme para toda la vida. Ahora
llegaba después de un viaje de 8 horas
en autobús para verme así. Perdón papá,
creo que voy a romper esa promesa.
Dios, si me sacas de esta no volveré
a dudar de ti, ya no echaré desmadre
con Frida durante las misas de la
escuela e incluso iré a confesarme.
Comencé a creer en Él, pero no a seguir
la religión. Se volvió algo más personal.
Salí de ahí con algunas secuelas que
sanaron con el tiempo. No hubo cirugía,
no hubo cráneos abiertos, ni sangre.
Que nadie les diga que no se puede
olvidar cómo andar en bicicleta, yo
volví a aprender a los 17.
La visita al hospital reveló algo más,
un par de afecciones cardiológicas
poco importantes que mejorarían con
la edad, excepto que no lo hicieron.
Tras andar errante por consultorios y
laboratorios llegó el diagnóstico dos
años después, una muy dolorosa pero
nada mortal condición hacía que mi
tejido conectivo del tórax se inflamara
y provocara el mismo dolor que las
personas sufren al tener un infarto, en
ocasiones más intenso. Es incurable y
dura para siempre, la cosa es crónica.
Es una daga que se quiebra y estruja tus
costillas, que quema por dentro y no te deja
MEDIA LUNA
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