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02 DICIEMBRE

Revista digital, enfocada a la cultura.

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La tercera, es la de San Galgano: En un pequeño

pueblo de la Toscana, dentro de la

provincia de Siena llamado Chiusdino, se

encuentra una abadía, hoy en ruinas. Allí,

está el pequeño santuario donde se venera

a San Galgano. Era este, un señor de la

Toscana, que como a muchos otros, hicieron

popular las trovas que se cantaron por

sus hechos, que en esta ocasión, no fueron

ganar batallas, ni morir en ellas.

Según nos cuentan, nació este caballero en el mismo pueblo de Chiusdino

en el año de 1.148, una villa pequeña, fortificada, que guardaba

parte de la Toscana desde una colina. Estaba cercana a Montesiepi. Lugar

al que se retiró, pocos años después, convirtiéndose en ermitaño.

Era Galgano, amigo de fiestas y francachelas,

de genio vivo, soberbio y temerario.

Hay exégetas de su vida, que le hacen

en las cruzadas. Apenas cumplidos

los treinta años, decidió dejar las armas y

dedicarse a la vida contemplativa. Esto

fue al parecer, debido a un sueño. Según

contaba, se le presentó San Miguel con los doce apóstoles. Cabe la posibilidad,

que estuviese impresionado por la reciente muerte de su padre,

pero esa era la razón que dio. Su madre, de nombre Dionisia, y su novia

Polissena; no estaban del todo conformes con esta decisión, e intentaron

convencerle para que cambiase de idea, pero de nada les valieron

sus ruegos y súplicas.

Montó en su caballo, le dejó las riendas sueltas y que vagase a su antojo.

El animal, le condujo hasta el citado Montesiepi. Allí, clavó su espada

en una roca, para que le sirviera de cruz, y construyó la casa en honor

de Dios, que le habían encomendado en su sueño. Esta, es la historia

de este santo a grandes trazos. ¿Verdad?

¿Leyenda? Quizás, un poco de cada cosa como

siempre. Lo cierto es, que la espada, sea

como fuere, está clavada allí.

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