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al Señor Mercedario. No recuerdo
bien, pero creo que fueron 6 u 8 rollos
de film de formato 120
los que se usaron para la
primera sesión. Cada uno
suficiente para tomar solo
10 a 12 fotos por rollo.
Mis compañeros, el viejo
trípode, mi acompañante
fiel de siempre, una
maleta de ilusiones y una
gaveta de sentimientos
encontrados. A los
ocho días ya teníamos
resultados, negativos
revelados e impresiones
en hojas de contacto listas
para ser entregadas.
Claro, en ese entonces entregaba las
impresiones en papel, los miembros
de la hermandad se encargaban del
proceso seguidero.
Recuerdo las palabras sabias de uno
de los presidentes de la hermandad
de la Consagrada imagen, “el turno
es lo único que se lleva el devoto
cargador, es un pedacito del Señor que
le tiene que durar hasta el siguiente
año”. Para mí ha sido un honor y una
gran responsabilidad esa tarea, no es
la foto, es la sensibilidad que debe
transmitir.
Ah, pero que emoción al ver aquel
primer turno con mi foto. Esa
sensación es única, con el primero y
con todos, pero siempre recordaré
aquella primicia.
Algunos miembros de la hermandad
estaban muy ilusionados con la idea
de hacer unas ampliaciones grandes,
recuerdo perfectamente que elaboré
varias impresiones en tamaño 75 por
100 centímetros. Hasta la fecha,
Pocas veces nos ponemos
a pensar en el tiempo,
y es lo único de lo que
somos dueños. Creemos
que poseemos control
de nuestro destino, de
nuestras acciones y en
realidad somos un suspiro
en la vida. Recuerdo
perfectamente como conocí
al Señor de La Merced,
Viernes Santo de 1,996.
Esos recuerdos son marcas
en la piel, y esa primera
foto que tomé fue el último
regalo que le di a mi señora
madre para ese fatal mes
de mayo.
La Reseña 29
mucha gente me habla de que ha visto
esas fotos, que presiden la sala de la
casa de hogares antigüeños.
Eso ya 20 años atrás.
Conforme el paso del
tiempo todo ha cambiado,
ya la antigua Pentax
67 es acumuladora de
polvo en algún closet de
mi casa. La tecnología
digital me acompaña, pero
esa misma fe, devoción,
respeto y lealtad para con
mi Señor de La Merced se
ha transformado, el amor
a Dios y la confianza en su
voluntad ha transformado
mi vida.
Estos planes no son mis planes, mi vida
no es mi vida, con aciertos y errores
propios confío que el Señor me guía
y no me abandona, me ha soltado la
mano para que camine y me levanta
al caer, he caído más veces de lo que
puedo recordar, pero la lección de
vida, la experiencia y el estar en el
camino de quien soy son un regalo de
Jesús Nazareno de La Merced.
20 años han pasado, el Señor no ha
cambiado, sigue siendo el mismo que
vieron mis ancestros y que verán mis
nietos. Quien ha cambiado he sido yo,
el tiempo ha pasado, la vida cambia
constantemente y el Señor jamás me
ha soltado la mano en los momentos
de pecado. No importa en dónde
esté, ni en qué espacio temporal,
Jesús Nazareno de La Merced siempre
conmigo y yo con El.
Soy hoy lo que Él quiso, así lo siento yo,
gracias Jesús Nazareno de La Merced,
por los milagros recibidos.