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Diario del bunker - Kevin Brooks ORG

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Lunes, 6 de febrero

Ahora somos cinco.

Esta mañana, al encenderse las luces, el ascensor ya estaba abajo, y un hombre

gordo con traje gris dormía en el suelo. Ha sido Fred quien lo ha encontrado. Le ha

vuelto el apetito y se había levantado temprano en busca de algo para comer. Ha oído

un ronquido que provenía del ascensor. Ha visto al gordo, lo ha sacado y nos ha

llamado a gritos para que fuéramos a verlo.

Hemos ido y lo hemos visto.

Primero Jenny, luego Anja, y luego yo.

No sé si será porque había pasado el día anterior en la cama, pero la imagen de

nosotros tres al salir tambaleantes de las habitaciones y caminar hacia el ascensor me

ha deprimido de verdad. Por nuestro aspecto —desaliñado y pálido, sin fuerzas para

levantar los pies del suelo, los ojos fatigados— y nuestra manera de caminar, con la

falta de pasión de los condenados a muerte…

Dios mío, todos nosotros parecíamos tan débiles, tan desesperados…

Fred se erguía con orgullo sobre el gordo, como un gato sobre un ratón muerto.

—Eh, mirad lo que he encontrado.

Hemos mirado. Era un hombre de treinta y muchos, gordo, de cabello moreno y

rizado, y caspa en el cuello de la americana. Estaba echado al lado de Fred y roncaba

ruidosamente. La punta de la lengua le asomaba entre los labios.

Me he agachado para tomarle el pulso.

—Huele a alcohol —he dicho.

Fred ha olisqueado.

—¿Está drogado?

—Quizá. Pero no huele a cloroformo.

Me he acercado más. El gordo ha abierto los ojos, ha tosido una sola vez y ha

vomitado.

Se llama William Bird. Es el típico empleado que reside en las afueras y se

desplaza cada día para ir a trabajar. Vive en un pueblo cercano a Chelmsford y trabaja

en Londres, en la City. Consultoría administrativa, creo que ha dicho. Ayer por la

noche, al salir del trabajo, conoció a un hombre en un bar de la estación de Liverpool

Street. Ha dicho que tenía un aspecto muy normal. Traje, impermeable, gafas, bigote.

También se dirigía a Chelmsford. Compartieron varias copas, hablaron de dinero y de

coches, y luego subieron juntos al tren y volvieron a compartir varias rondas que les

suministró el vendedor ambulante.

—Recuerdo que subí al tren —ha explicado Bird—. Pero después… —Ha negado

www.lectulandia.com - Página 50

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