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Hemos visto a la filosofía convertirse en un tema sin la menor
importancia, a pesar de que antaño fuera moneda común entre la
gente. Los propios filósofos se pusieron fuera de comunicación con la
gente al insistir en usar palabras con definiciones especiales que las
personas en general no podían asimilar con facilidad. La moneda de
cambio de la filosofía no podía ser duplicada por aquellos con
vocabulario relativamente limitado. Toma palabras tan
rompemandíbulas como “telequinesia”. Aunque probablemente
significa algo muy interesante y muy vital, si lo piensas
detenidamente, ningún taxista te ha mencionado esta palabra cuando
le pagabas la tarifa, o ni siquiera durante los momentos más verbosos
del trayecto.
Realidad
Si la realidad es un acuerdo general sobre cómo son las cosas, sobre
cómo se enseña, se aprende o se vive, en ese sentido, el acuerdo no
es necesariamente correcto o incorrecto. Hay cuestiones culturales
que éticamente son reprobables, pero se ejercen con orgullo como
rasgo de identidad, por ejemplo, las corridas de toros; otro sería el que
ofrecen los cineastas cuyas obras son galardonadas a pesar de que
producen efectos negativos en el imaginario de los espectadores,
cuando exponen las historias de vida con violencia y crueldad.
Las palabras influyen en nuestra realidad, con ellas nos referimos a lo
existente: lo que hemos conocido o que no podemos conocer
(cognoscible, incognoscible) y como acuerdo, no son necesariamente
correctas e incorrectas en sí mismas, sino que mal empleadas alteran
las realidades creando conflictos y confusiones.
Sabemos que las lenguas están resignificándose y transformándose
constantemente, por ejemplo, hoy en día el español latinoamericano
no es el castellano de España, y actualmente podemos ver que la
palabra “brutal” ya no es un adjetivo sobre lo violento, inhumano o
aquello que es extraordinariamente grande, sino que está siendo
utilizado por los jóvenes con un sentido de admiración, asombro,
emoción y aprobación excesiva.
Esta situación puede cambiarse con el ejercicio de la aclaración de
definiciones, porque no se refiere solamente a la consulta de un
enunciado en un diccionario físico o digital, sino a la manera en que se
puede interactuar con esos significados (comunicación), buscar cómo
es que esa palabra opera en la sociedad, en qué entornos aparece,
cómo la usa la gente (realidad), para que al final se vea cómo puede
aplicarse en el contexto, apropiarse y afirmarse como un punto de
vista que fue adquirido y no asumido, como se asume la lengua desde
la infancia (afinidad). Entonces se vuelve un ejercicio autónomo de
revisión y profundización lo que da como resultado un sentido mayor