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Desenredar La Pita

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medida, pero estaban y no se iban, situación que variaba dependiendo

de la persona.

Yo padecía de sueños impertinentes que me tumbaban a plena luz del

día cuando tenía que revisar algún material o incluso leer lo que yo

escribía. En cambio, distinguía en otros el famoso fenómeno de “se

me lengua la traba” cuando la persona no podía leer de forma

continua un texto en clase, discurso o pronunciar siquiera una palabra

específica. Comprendí tanto en mí, como en otros, que el mareo luego

de leer, no era hambre; ni el ardor de ojos, cansancio; ni los bostezos,

sueño; ni el dolor de cabeza, una molestia ocasional; ni la distracción,

desgano; ni el quedarse en blanco y no recordar qué se estaba

estudiando, la complejidad de un texto. Todas eran manifestaciones

psicosomáticas (cualquier desorden o enfermedad física producto de

la mente) que ponían al estudiante en confusión, frenando sus

actividades.

Observé otros efectos que, en cambio, se producían a largo plazo y

terminaban generando un rechazo hacia el área de conocimiento, al

punto en que el estudiante descuidaba o abandonaba su tema, libro,

curso o incluso, profesión. Lo que generalmente venía acompañado

de excusas que parecían muy lógicas y razonables: “lo dejé, el maestro

no sabía nada; De todos modos, no era lo mío; En realidad, no es un

tema importante; No era lo que esperaba, resultó ser aburrido”.

Es válido cambiar de opinión, pero cabe preguntarse ¿cómo es que

algo tan importante pasó a segundo plano? ¿cómo gradualmente algo

en lo que se invirtió tiempo y empeño, como una profesión, proyecto

o tema se abandona de un día a otro?

Debido a la manera en la que adquirimos nuestra lengua al crecer, que

está más relacionada con la asociación e imitación, podemos decir que

la forma en que interactuamos con otros individuos o grupos, tiene

mayor recepción a través de los gestos, la voz y el lenguaje corporal

que de los significados o cohesión de las palabras en sí mismas. Sin

embargo, a la hora de sentarse a estudiar cualquier tema este hecho

resulta problemático, ya que las acciones implicadas demandan una

atención especial sobre los contenidos, y muchas veces la familiaridad

con la que entendemos nuestra lengua, hace que pasemos por alto

palabras que necesitan que sus definiciones sean aclaradas por igual

para permitir la comprensión. Tanto los términos específicos de algún

campo de conocimiento, como las palabras que componen la

estructura de la lengua y pertenecen al área de la gramática, aunque,

Hubbard (1993) da más importancia a las palabras básicas del idioma

que al lenguaje especializado, como lo menciona a continuación, “en

pruebas reales, son las palabras simples del idioma y NO las palabras

técnicas las que impiden la comprensión. Palabras como “un”, “el”,

“existir”, “tal” y otras que “todo el mundo conoce”, aparecen con gran

frecuencia mal entendidas” (p.79).

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