El trabajo del río
Este cuento pertenece al libro Azul profundo.
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Raúl Ariel Victoriano
raíces, peces muertos, escamas, y desmenuzadas
ruinas rojas de los territorios guaraníes.
El Paraná sostenía con firmeza la faena de su trabajo,
pero ese atardecer ya no chapoteaba en las orillas,
el lomo marrón se había puesto rígido como
una lámina de metal. Antonio se irguió tratando de
que el bote no cabeceara, no fuera cosa de que se
fuera a pique ya que la borda de estribor se había
inclinado demasiado. Se miró las botas de goma y
avanzó con cautela tomándose del borde, seguro de
poner cada pie donde debía, y cuando la quilla se
estabilizó, sacó una pierna y luego se animó con la
otra hasta quedar afuera del bote por completo.
Cuando estuvo parado sobre el agua se acomodó el
sombrero y miró hacia el oeste, hacia el nacimiento,
hacia el inicio, hacia el lugar por donde aparecían
los barcos, como muertos — muertos como
Juana—, como ahogados, como cadáveres grises,
bajando desde los puertos del interior, en tanto el
sol, casi hundido y triste, escondía el cráneo en el
horizonte del río.
Antonio se preguntó si sería largo el tránsito hasta
el origen.
Tenía tanto tiempo por delante.
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