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FUEGO SANTO: Una mirada bíblica y balanceada a la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas.
La razón por la que digo esto es que aún después de resucitar de los
muertos y estar con ellos cuarenta días, lo único que había en sus mentes
era: ¿Cuándo restaurará Jesús el Reino? (Hechos 1:6) Si realmente
hubieran entendido lo que Jesús les había enseñado, no habrían hecho esa
pregunta. En cualquier caso, Jesús hizo todo lo posible para ponérselo en
bandeja y hacerles entender lo más gentilmente posible que Él tenía que
irse. La tarea de Jesús era ayudarles a realizar la transición del nivel de
la naturaleza al ámbito del Espíritu. No sería fácil. Cualquier idea acerca
de una transición sencillamente no estaba en sus pensamientos.
EL ESPÍRITU SANTO OCUPARÍA EL LUGAR DE JESÚS
Jesús les presentó al Espíritu Santo diciéndoles cuidadosamente que les
interesaba que Él se fuera. “Les conviene que me vaya” (Juan 16:7).
Habló acerca de “otro” Consolador que les acompañaría (Juan 14:16).
Pero sólo la idea de “otra” persona no les interesaba lo más mínimo. La
palabra griega es parakletos, una palabra imposible de traducir en una
sola palabra para que conserve todo su significado, ya sea que usemos
consolador, abogado, ayudador o consejero. La palabra literalmente
significa “alguien que se pone a nuestro lado”, algo que Jesús sin duda
hacía para los Doce en el plano de lo natural. No cabe duda de que Jesús
había venido para estar a su lado durante esos tres años. Estaban muy
contentos con Jesús; Jesús en la carne. El pensamiento de que les dejara
era confuso, entristecedor y muy doloroso. Así que la idea de “otro”
paracleto no les bendijo en ese momento. Todo el concepto del Espíritu
Santo era amenazante para ellos.
¿Se siente usted amenazado por el Espíritu Santo? Los discípulos de
Jesús estaban amenazados por la idea del Espíritu porque les gustaban las
cosas tal y como estaban, salvo por tener que esperar a que Jesús
derrotara a Roma. Se sentían cómodos con la idea de que Él estableciera
su Reino. La palabra reino para ellos sonaba bien. Al final de los tres
años con Jesús, estos discípulos estaban firmemente en su zona cómoda.
Después de todo, estaban bastante convencidos de que estarían dentro del
nuevo régimen. Santiago y Juan incluso esperaban sentarse a la derecha y
a la izquierda de Jesús en ese Reino. En cualquier caso, ellos esperaban
la llegada de su Reino. Pero sólo podían pensar en un plano natural,
aunque Jesús les había dicho claramente que su Reino no era algo que se
pueda ver con los ojos físicos (Lucas 17:20-21).
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