la-teoria-del-caos
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el ritmo cardíaco normal se filtraba el caos, produciendo
un paro cardíaco repentino; los ecólogos examinaron
la forma aparentemente aleatoria en que
cambiaban las poblaciones en la naturaleza; los ingenieros
concentraron su atención en averiguar la razón
del comportamiento a veces errático de los osciladores;
los químicos, la razón de las inesperadas fluctuaciones
en las reacciones; los economistas intentaron
detectar algún tipo de orden en las variaciones imprevistas
de los precios. Poco a poco fue pasando a un
primer plano el examen de ciertos otros fenómenos
tan inherentemente caóticos y desordenados que, al
menos en apariencia, venían a trastocar la imagen ordenada
que el hombre tenía del mundo: el movimiento
de las nubes, las turbulencias en el cauce de los
ríos, el movimiento de una hoja por el viento, las epidemias,
los atascamientos en el tránsito de vehículos,
los a veces erráticos dibujos de las ondas cerebrales,
etc.
Un ejemplo bastante elocuente y bien doméstico es la
progresión del humo de un cigarrillo. Este humo no
newtoniano comienza subiendo y siguiendo un flujo
laminar suave (un “hilito” de humo que sube) pero de
repente se quiebra generándose un flujo turbulento
(las “volutas”): del orden hemos pasado misteriosamente
al caos. Existe un recurso matemático (d) que
permite predecir cuándo ocurrirá esta turbulencia (la
fórmula de Reynolds), pero sin embargo no sirve para
aclarar porqué ocurre. Estamos, al respecto, como los
antiguos, que podían predecir la trayectoria del sol en
el cielo pero no sabían a qué se debía (y entonces invocaban
o bien razones fundadas en la mitología o
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