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El caracol de los armaos - Círculo de Bellas Artes

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42 archivo montoya<br />

tema, Ciudad Augusta; Praetexta, un trabajo que contiene seis grabados sobre el mito <strong>de</strong><br />

Me<strong>de</strong>a, editado en 1991 con motivo <strong>de</strong> la XXXVII Edición <strong>de</strong>l Festival <strong>de</strong> Teatro Clásico<br />

<strong>de</strong> Mérida, y uno <strong>de</strong> sus más recientes cic<strong>los</strong> pictóricos, Sweet Mérida, dan i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la continuidad<br />

que esta temática tiene en el conjunto <strong>de</strong> su producción y certifican la importancia<br />

que ha tenido en su caso esta vuelta a la ciudad don<strong>de</strong> nació en 1947; ciudad a la que siempre<br />

ha permanecido sentimentalmente unido y a la que con frecuencia ha regresado para<br />

recuperar <strong>de</strong> una manera muy emocionada la memoria feliz <strong>de</strong> sus años iniciales.<br />

por la fecha <strong>de</strong> su nacimiento, Mon Montoya pertenece a la generación <strong>de</strong> artistas españoles<br />

nacidos a finales <strong>de</strong> la década <strong>de</strong> <strong>los</strong> cuarenta y principios <strong>de</strong> <strong>los</strong> cincuenta cuya<br />

trayectoria artística se inicia cuando el franquismo termina. Su obra, y la <strong>de</strong> otros compañeros<br />

<strong>de</strong> aventura artística (Fernando Sánchez Cal<strong>de</strong>rón, Luis Cruz-Hernán<strong>de</strong>z y Rafael<br />

Baixeras, con <strong>los</strong> que constituye el grupo Seis y Cuatro), queda en una situación intermedia<br />

entre la corriente neofigurativa <strong>de</strong> <strong>los</strong> años sesenta y la llamada Nueva Figuración <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

ochenta, una ten<strong>de</strong>ncia extraordinariamente dispar con la que comparte rasgos generacionales<br />

y algunos <strong>de</strong> cuyos postulados genéricos anticipa: renuncia a la instrumentalización<br />

política <strong>de</strong>l arte, aceptación <strong>de</strong> la crisis que afecta a la noción clásica <strong>de</strong> la vanguardia y, muy<br />

particularmente, vuelta a la práctica <strong>de</strong> una pintura <strong>de</strong> raíces puramente subjetivas.<br />

Él mismo se reconoce, en ese sentido, como un miembro más <strong>de</strong> la que <strong>de</strong>nomina Generación<br />

Puente, a la que pertenecería un grupo muy heterogéneo <strong>de</strong> artistas que, como es<br />

su caso, habiendo anticipado <strong>de</strong> alguna manera lo que llegó a su plenitud en la década <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> ochenta, vieron parcialmente frustradas sus expectativas <strong>de</strong> un rápido éxito y optaron<br />

por trabajar al margen, discretamente apartados <strong>de</strong> estrategias y modas dominantes.<br />

Algunos textos <strong>de</strong> referencia, su selección para participar en 1979 y 1980 en las Bienales<br />

<strong>de</strong> Sao Paulo y París, su participación en colectivas como Línea, Espacio y Expresión en la<br />

Pintura Española Actual y Spanish Art Tomorrow, que recorrieron en 1981 Estados Unidos y<br />

distintas capitales iberoamericanas, ponen efectivamente <strong>de</strong> manifiesto cómo a la altura<br />

<strong>de</strong> aquel<strong>los</strong> años Mon Montoya pasaba por un momento <strong>de</strong>cisivo en su carrera, ocupando<br />

en la encrucijada <strong>de</strong>l cambio <strong>de</strong> década una posición <strong>de</strong> relativo protagonismo que, sin<br />

embargo, no se consolidó y <strong>de</strong> la que poco a poco fue alejándose.<br />

es posible reconocer en el trabajo <strong>de</strong> Mon Montoya, aun a riesgo <strong>de</strong> incurrir en una interpretación<br />

<strong>de</strong>masiado esquemática, tres o cuatro etapas bien diferenciadas.<br />

La primera abarcaría <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1970 a 1980, siendo éste un período en el que el pintor <strong>de</strong>sarrolla<br />

un proceso <strong>de</strong> individuación que tiene por objeto la búsqueda <strong>de</strong> una i<strong>de</strong>ntidad y un<br />

estilo propios. […] La tradición neofigurativa <strong>de</strong> <strong>los</strong> años sesenta, como una combinación <strong>de</strong><br />

técnica automática y voluntad <strong>de</strong> representación («el cuadro es la expresión plástica <strong>de</strong> un<br />

espacio vital»), mantiene, con carácter general, toda su vigencia en estos primeros trabajos<br />

cuya intención inicial no parece, en principio, otra que la <strong>de</strong> situarnos literalmente <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> un espacio psíquico, poblado por imágenes que proce<strong>de</strong>n <strong>de</strong> su mundo interior, y <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong>l cual el material temático generado por automatismo va tomando forma y entidad.<br />

La concepción unitaria <strong>de</strong>l color que <strong>de</strong>ja fluctuar la mirada entre figura y fondo, y la <strong>de</strong>smaterialización<br />

<strong>de</strong> las formas, que se ofrecen transparentes, ayudan a reforzar esa impresión.

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