10.01.2013 Views

Tres-tistres-tigres-Cabrera-Infante-Guillermo

Tres-tistres-tigres-Cabrera-Infante-Guillermo

Tres-tistres-tigres-Cabrera-Infante-Guillermo

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

ada hace rato a las delicias de la cocina se movieron para decirme<br />

suavemente: —¿Comprende?<br />

Le iba a decir que además de saber dibujar números yo sé sumarlos<br />

también, pero no abrí la boca sino la puerta que decía sobre cristal, odavirP.<br />

Diez. No, menos. Cinco, tres minutos antes estaba también aquí fuera, en la<br />

antesala a que regreso porque no queda más nada que hacer que decir adiós<br />

y no hasta luego y salir y cerrar la puerta sin ruido tras de mí y volver a la<br />

mesa de dibujo. (Mis cuarteles, como diría Arsenio Cué, con su voz en<br />

chiaroscuro.) Entonces, antes, pensé que no me recibiría, lo estaba pensando<br />

cuando Yosi o Yossi o Jossie me dijo: «El señor Solaún lo recibirá<br />

enseguida, Ribot.» Le dije a Jossie o Yossi o Yosi, «Ciudadano<br />

Maximiliano Robespierre Ribot», pero no entendió. Ése es mi autorretrato:<br />

me paso la vida gastando mis cartuchos pocos en muchas salvas. Podía<br />

haberle dicho, como otras veces en que tampoco entendió o siquiera oyó,<br />

Giambattista Bodoni Ribotto o William Caslon Rybot o Silvio Grifo di<br />

Bologna. Ahora no era un tipógrafo de genio o un famoso músico popular<br />

(Sergio Krupa o Chanopozo Ribó), sino un notorio revolucionario, un villano<br />

reivindicador de mí mismo. Casi encima de la voz para arriba servil y<br />

para mí superior que me preguntaba desde lo alto «¿Cómo dice?», pensé que<br />

el señor de Solaún me admitía al castillo y me concedía audiencia privada,<br />

aunque sabía que iba a pedir un artesanal aumento de sueldo, únicamente<br />

por lo que pasó ayer, y respondí: «Nada.»<br />

Hacía más de un mes que intentaba que el Guilde de Publicitarios me<br />

gestionara un aumentico y no conseguía nada y exactamente eso podía<br />

esperar del sindicato de Artes Gráficas, porque no era un obrero. Tampoco<br />

era un artista ni un artesano. Era un profesional (¿lo pongo con mayúscula y<br />

lo hago imprimir en Stymie Bolds de 90 puntos?) y me hallaba refugiado en<br />

esa tierra de nadie, en el foso que era mi oficio del siglo XX: ni artista ni<br />

técnico ni artesano ni obrero ni científico ni lumpen ni puta: un híbrido, una<br />

cruza, un engendro, un parturiunt montes (como dirías tú, Silvestre,<br />

hablando latín con acento oriental) nascetur ridiculus mus. Un publicitario,<br />

vaya. Ahora, hoy, desde hace una semana, intentaba la gestión personal, que<br />

parecía navegar a la ventura por un mar indiferente o enemigo, como la<br />

botella mensajera de otro náufrago. Porque yo, en mi balsa heterosexual,<br />

también iba a la deriva.<br />

Entonces ocurrió el número del trapecio. Desde por la mañana, ayer,<br />

había visto un hombre oscuro, sucio y lleno de remiendos en la sala de<br />

espera. No fumaba ni hablaba con los demás que siempre esperan, ni<br />

cargaba un portafolio, vademecum o cartera. ¿Sería un anarquista, un de-

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!