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EL ORADOR (A MARCO BRUTO) - GutenScape.com

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Marco Tulio Cicerón El orador (a Marco Bruto)<br />

… Aquella trilogía ciceroniana a la que suele denominársele rhetorica maior mereció ser<br />

catalogada por su propio autor <strong>com</strong>o obra filosófica (Div. 2, 4: «Nuestros libros sobre oratoria, a<br />

saber, los tres correspondientes al De oratore, el cuarto, el Brutus y el quinto, el Orator, deben ser<br />

incluidos dentro de dicho catálogo»), el propio Cicerón nos ofrecería otras dos vinculadas<br />

igualmente a temas retóricos, pero de distinto tenor: Partitiones oratoriae y Topica…<br />

… «Orator»<br />

Cicerón volverá a defender estas mismas ideas poco después en el Orator, tratado sobre el<br />

orador ideal, que dirige precisamente a Bruto (A. Yon, «Sur la <strong>com</strong>position de l'Orator de<br />

Cicéron», BAGB, 17, 1958, págs. 70-84). No es extraño que tras haber criticado en el diálogo<br />

anterior el estilo ático por defecto y el asiático por exceso cuestione ahora ante Bruto cuál es el ideal<br />

oratorio (2: optima species dicendi), cuál es el mejor estilo (3: eloquentiaegenus summum et<br />

perfectissimum) y cuál es, en definitiva, el orador ideal o el ideal de la elocuencia. Evidentemente<br />

Cicerón en la crítica contra los aticistas pretendía defender su prestigio <strong>com</strong>o orador.<br />

Para desarrollar estas ideas se sirve de la misma metodología que ya habíamos visto en el De<br />

oratore donde Craso intentaba pergeñar aquella imagen del orador perfecto (3, 71: species oratoris<br />

perfecti) presentándola <strong>com</strong>o un producto mental: de ahí que utilizara el verbo fingere para tal<br />

efecto (1, 118). Siguiendo esta misma línea, Cicerón en este tratado no hablará de un género<br />

oratorio que haya escuchado con sus propio oídos y que pueda presentar <strong>com</strong>o modelo, sino que nos<br />

hablará de una species cogitata «cuya existencia, según Platón, es tan sólo racional y no física» (10:<br />

eas-sc. gigni negat), «a la que se puede acceder tan sólo por los ojos del entendimiento» (9: sic<br />

perfectas eloquentiae speciem animo videmus). En este tratado Cicerón identifica el término species<br />

con la idea platónica cuya <strong>com</strong>prensión tiene lugar por la vía de la disputado, aplicándolo a los<br />

distintas especies oratorias (10: «Todo lo que se desarrolle por vía racional habrá de ser dirigido a la<br />

idea de su propio género»).<br />

Desde el punto de vista programático Cicerón va a desarrollar la quaestio inicial sobre los estilos<br />

y géneros oratorios con objeto de salir al paso de las críticas de los aticistas y reafirmar su opinión<br />

sobre la elocuencia. A tal efecto toma <strong>com</strong>o punto de apoyo un hecho históricamente incontestable,<br />

la elocuencia de Demóstenes: así nos dice «que, mientras algunos han podido destacar en alguno de<br />

los tres genera dicendi, fueron muy pocos los que dominaron los tres estilos» (20) y que la<br />

elocuencia de Demóstenes, dominadora de todos ellos, «es la que más se acerca a la idea platónica<br />

de la perfección» (23).<br />

Desde esta premisa del reconocimiento indiscutible de la primacía de la elocuencia en<br />

Demóstenes, critica a los llamados áticos por tomar <strong>com</strong>o modelos de su elocuencia no a aquél sino<br />

a Lisias, a Tucídides o a Jenofonte. A los seguidores de Lisias Cicerón les reprocha que si el criterio<br />

para definir el carácter ático se limita a la «elegancia y sobriedad» (28), puesto que el estilo de<br />

aquél se caracterizaba «por ser sencillo y sin adornos» (29: genus tenue et inornatum), entonces<br />

quedarían excluidos Pericles, a quien nunca se le hubiera concedido la primacía de la elocuencia de<br />

su tiempo de haber usado un estilo sencillo (29: genus tenue), y también Esquines o Demóstenes,<br />

por haber usado «un estilo adornado, grave y copioso» (29). A los adeptos de Tucídides les<br />

recrimina el tomar <strong>com</strong>o modelo a un hombre reconocido <strong>com</strong>o historiador pero «desconocido en el<br />

campo de la oratoria» (32: numquam est numerates orator) y el haber hecho un burdo remedo de su<br />

estilo al sustituir las frases sentenciosas por frases entrecortadas y mutiladas. A los devotos de<br />

Jenofonte les recuerda que su estilo nada tenía que ver con la agitación forense (32).<br />

Tras esta critica contra los aticistas Cicerón vuelve a plantearse la necesidad de pergeñar ese<br />

orador ideal que Antonio no había conocido (33) y, más concretamente, el modelo literario más<br />

acabado (36). Partiendo del principio de que cada modelo o ideal estilístico está condicionado por el<br />

género correspondiente (37: genera orationum), Cicerón inicia la exposición con el género<br />

demostrativo.<br />

Del género demostrativo o epidíctico dice que es la nodriza (37: nutrix) del orador ideal por<br />

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