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JUSTICIA POR PROPIA MANO

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20 COMISIÓN NACIONAL DE LOS DERECHOS HU<strong>MANO</strong>SEn Xicalco, los miembros de la congregación presbiterianavan a la iglesia a desmentir los rumores y a explicar que se tratade gente pacífica que se irá por la mañana. Unos cuantos atiendenlas razones y se retiran; otros insisten: “Si son protestantes,razón de más para sacarlos”.El pueblo de la Magdalena, que jamás ha permitido la disidenciareligiosa, sale en masa al desalojo de los invasores. En laexpedición punitiva participan, en la etapa del cerro, unas 3,000personas de tres pueblos. El caos —coinciden los testimonios—es impresionante. No se interrumpe un minuto el vocerío, llegancamiones y camionetas, todos quieren intervenir y se repite elmismo diálogo:—¿Qué están haciendo aquí?—Venimos a orar por la salvación de la ciudad de México.—No queremos a los protestantes, no queremos que oren pornosotros. Déjenos como estamos, así estamos bien, y váyanseantes de que los matemos.El descenso, la huida, se realiza en condiciones muy penosas: amedida de que los del Monte Tabor bajan, crece la multitud, ya los puntapiés, las pedradas, los golpes planos con machetes,los tiros al aire, los complementan insultos y exhortaciones: “Mátalos.Éste es un pueblo católico. Vamos a lincharlos”. Los perseguidores:hombres, mujeres, ancianas, adolescentes y niños quevan provistos de piedras, palos, pistolas, rifles, escopetas, varillas,reatas, botellas y machetes. Los fugitivos recorren seis osiete kilómetros durante más de tres horas. El descenso es terrible:caen en hoyancos, deben alzar alambradas, tropiezan conespinas, casi todas las mujeres pierden los zapatos.Al llegar a la carretera, creen terminada la persecución, peroésta sigue. Les avientan los camiones, los apedrean, siguen tirándolesmachetazos planos. Al fin, se sienten protegidos con lallegada de las patrullas de la Delegación, entre 10 y 20 —los testimoniosvarían—, que los ayudan y recogen a los heridos másgraves. La multitud no se intimida ante las patrullas, las cuales

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