Dionisio Cisneros el Atila del Tuy
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menos en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o. Por <strong>el</strong>lo, cuando se me acercan, les rocío<br />
aguardiente, y con <strong>el</strong> humo d<strong>el</strong> tabaco los ahuyento. Dentro<br />
de esas almas está uno que anduvo cuando las guerras<br />
independentistas, por allí, <strong>el</strong> cual era un asesino que mataba<br />
y se comía a sus víctimas. Ese llevaba por ap<strong>el</strong>lido <strong>Cisneros</strong>.<br />
Por ese motivo es que compro aguardiente y tabaco en<br />
ramas.”<br />
<strong>Cisneros</strong> ya ha calado en <strong>el</strong> imaginario popular<br />
debido a sus acciones vandálicas que aterrorizaron a los<br />
pobladores tuyeros de poco más de un siglo atrás con<br />
respecto a la fecha de publicación de este texto de J.A. Paz.<br />
Más ad<strong>el</strong>ante Metodio Aur<strong>el</strong>y en su nov<strong>el</strong>a La aldea<br />
d<strong>el</strong> cerro, escrita en los años 80 y publicada finalmente en <strong>el</strong><br />
año 2009, también hace mención de <strong>Cisneros</strong> sin<br />
nombrarlo. La aldea d<strong>el</strong> cerro es una especie de nov<strong>el</strong>a<br />
fundacional de Santa Teresa d<strong>el</strong> <strong>Tuy</strong>, ambientada a finales<br />
d<strong>el</strong> siglo XIX, pero en la que su autor ha cambiado todos los<br />
nombres de los referentes reales para hacer énfasis en la<br />
naturaleza ficcionaria de su obra. Así, Santa Teresa d<strong>el</strong> <strong>Tuy</strong><br />
se convierte en El Joyal y <strong>el</strong> río <strong>Tuy</strong> se convierte en<br />
Aucayumbo. En esta versión ficcional d<strong>el</strong> pueblo tereseño,<br />
se habla de unos “sembradores de sueños”, refiriéndose a<br />
los bandidos que enterraban sus tesoros y pasados los años<br />
se comenzaron a correr los rumores infundados por los<br />
deseos de los aventureros de querer conseguirlos,<br />
desenterrarlos y hacerse de grandes fortunas. Es a<br />
propósito de estos tesoros que esta “aldea d<strong>el</strong> cerro” se<br />
llama precisamente El Joyal. En ese contexto nov<strong>el</strong>ístico,<br />
Metodio Aur<strong>el</strong>y escribe ampliamente:<br />
“Viejos lugareños cuentan que a los finales de la cruenta<br />
Guerra de Independencia y a comienzos de la devastadora y<br />
nefasta Guerra Federal, existió un facineroso guerrillero,<br />
entre muchos de los tantos cazadores de botines y asaltantes<br />
de los pueblos inermes. Este era más sanguinario y rapaz.<br />
Algunos lo describen diciendo que era un hombre bragado, de<br />
buen porte, taciturno y ágil como las ardillas. Buen jinete y de<br />
una firme palabra, por lo cumplidor. Todo un palo de hombre,<br />
como decían los abu<strong>el</strong>os. Pero estaba marcado por un signo<br />
demoníaco, y malo iba a ser su fin.<br />
De tal se cuenta, entre consejas y fantásticas leyendas,<br />
que un viejo caudillo veterano de las dos guerras, lo hizo su<br />
compadre para no tratar de someterlo y se dejara de eso. Pero<br />
no fue tarea fácil. Unas veces por las buenas y otras por las<br />
malas, no alcanzaba su propósito de acabar con las trop<strong>el</strong>ías<br />
de renegado compadre.<br />
Tanta indignación le causó al caudillo, que este decide<br />
salir personalmente a someterlo, y si hace resistencia,<br />
enfrentárs<strong>el</strong>e y hacerle prisionero, luego fusilarlo. El<br />
taimado guerrillero era más audaz y más astuto, en tanto<br />
continuaba en lo suyo. Asaltos, robos, crímenes, aldeas<br />
arrasadas por <strong>el</strong> fuego. Hasta los templos eran pasto de su<br />
diabólica vesania. Era similar al lobo de Santo Pancho,<br />
como llaman los lugareños a San Francisco de Asís. No, era<br />
tal vez peor, ya que <strong>el</strong> animal d<strong>el</strong> venerable santo se sentiría<br />
ofendido ante tal comparación; pues lógicamente nació<br />
irracional; pero no era más cru<strong>el</strong> y sólo mataba para comer<br />
después que los humanos le hicieron tanto daño,<br />
apaleándolo y negándole alimento, dándole muy malos<br />
tratos en ausencia de su dueño. Como sentencia <strong>el</strong> dicho,<br />
también hay animales bautizados y <strong>el</strong> sanguinario<br />
guerrillero dejaba en menos y aún más minimizado a<br />
cualquier irracional, fuera lobo o no. El animal, cual <strong>el</strong> más<br />
feroz, mata únicamente para comer. Tampoco sabe de<br />
venganza, odio ni ambiciones bastardas. En cambio <strong>el</strong><br />
bípedo humano, sobre todo de la especie d<strong>el</strong> que aquí se<br />
menciona, saqueaba pueblos, profanaba templos, violaba,<br />
asesinaba a sangre fría, sólo por primitivo y atávico<br />
placer.<br />
D<strong>el</strong> fruto de sus atrocidades y latrocinios, llevaba<br />
recuas de mulas cargadas con baúles y alforjas con oro y<br />
joyas de diversos tamaños, calibres y colores. Lo que fue<br />
lugar común ha pasado a ser leyenda, conservada en los<br />
mentideros de la tradición. Contándose desde mucho<br />
tiempo ha, que cierta vez, en una fecha indefinida, pasó por<br />
tierras aledañas a este pueblo en su inicial comienzo, un<br />
hombre con arreos de miliciano, quien resultó ser <strong>el</strong><br />
guerrillero que cargaba un caudaloso tesoro de oro y joyas,<br />
caudal que sólo era producto de sus andanzas de<br />
bandolero, asaltante y reo fugitivo que debería ajustar<br />
cuentas con la justicia. Andaba huyendo, puesto que lo<br />
buscaba una patrulla<br />
d e m i l i t a r e s d e l<br />
g o b i e r n o q u e l e<br />
perseguía por los<br />
contornos, y en vista<br />
de que podía ser<br />
sorprendido de un<br />
momento a otro, se<br />
aprestó a deshacerse<br />
de las piezas de oro y<br />
joyas que llevaba en<br />
sus avíos, producto de<br />
t r o p e l í a s e n l o s<br />
pueblos y robos en las<br />
iglesias, de los que<br />
cargaba con todo lo de<br />
valor material.<br />
Portada d<strong>el</strong> Li bro “ L a aldea d<strong>el</strong> cer ro” de Metodio Aure ly , año 2009