4 Editorial osotros luchamos porque la memoria de nuestros pueblos no se pierda. Hemos venido aquí a demostrarnos a nosotros mismos que valemos como herederos de Nuna cultura ancestral Quiriquire, Tomuza, Mariche, que tal vez hayamos perdido totalmente en <strong>el</strong> tiempo, como si nos hubieran arrancado de los brazos de nuestros padres para dejarnos abandonados en una vastedad desértica, pero que no por eso nos dejamos vencer por quienes nos oprimieron y aún nos oprimen hoy en día. Es posible que no sepamos hacerlo de la mejor manera, que no manejemos los medios más apropiados para liberarnos d<strong>el</strong> desarraigo que nos canc<strong>el</strong>a los sueños y los transmuta en mercancía, inmediatez y pacatería, pero hacemos nuestro mejor esfuerzo por que <strong>el</strong> tuyero se conozca a sí mismo, de donde viene, qué tierra pisa, qué aire respira. La ciencia nos podrá enseñar de qué está compuesta la naturaleza, pero sólo la cultura nos ayuda a saber qué hacer con ese conocimiento. En <strong>el</strong> caso que nos cita acá, algunos han entendido qué vía debemos tomar para, entonces, reinventarnos así sea de la nada, convertir lo impuesto y destructor en disposición creadora, fabricar las más hermosas vasijas con <strong>el</strong> barro que arrastramos y nos ha hecho pesado <strong>el</strong> caminar durante siglos. El teatro, <strong>el</strong> joropo, la literatura, <strong>el</strong> puro juego de la imaginación, son herramientas fundamentales para defenderse anímicamente d<strong>el</strong> sufrimiento heredado de nuestros antepasados, sobreponernos victoriosos de la derrota histórica sufrida por nuestra indigenidad. Una derrota ante todo ideológica, cuyo fenómeno principal en estos valles tuyeros se llamó <strong>Dionisio</strong> <strong>Cisneros</strong>, un indio que, sin proponérs<strong>el</strong>o, renegó de sí mismo, desarraigado completamente en una tierra cuyos abu<strong>el</strong>os defendieron pero que ya se había vu<strong>el</strong>to ajena, maniatada, arrebatada y totalmente colonizada. Ya no eran Quiriquires, ni Tomuzas, ni Mariches, ahora eran blancos, pardos, negros, mulatos, zambos… ¿Quiénes eran <strong>el</strong>los? Para él una otredad insignificante. Arremetió entonces contra todo y todos, aferrado a una fe destructora que acabó con sus orígenes y no le dejó otra cosa que <strong>el</strong> deseo ciego e irrazonado de la venganza y la cru<strong>el</strong>dad como modo de vida. Pero supo, en todo caso, asegurarse un lugar en la historia. Dicen que hay sólo dos maneras de entrar en la Historia, con mayúscula. Una es por las buenas (<strong>el</strong> poder de crear), la otra es por las malas (<strong>el</strong> poder de destruir). <strong>Cisneros</strong> entró por las malas, y supo hacerlo bien… y a la larga nosotros como que, sin darnos cuenta, también… Con Matria seguimos siendo unos insubordinados, unos sediciosos antisistema, pero hacemos lo posible por frenar esta expoliación autoinfligida por la mezquindad de nuestra ignorancia. En fin, lo tuyero es hoy una cultura invicta a fuerza de derrotas, y no decaeremos jamás en <strong>el</strong> intento por abrir los cerebros vacilantes para arrojarles semillas de musgo y h<strong>el</strong>echos guatopeños, y así crear las condiciones necesarias para que florezca de nuevo <strong>el</strong> orgulloso Roso Blanco en <strong>el</strong> jardín de nuestra canción y nuestra s<strong>el</strong>va de tinta. I.M.F
5 Frases de la historia