RICARDO FLORES MAGÓN CORRIDOS

JOSÉ MUÑOZ COTA
Corridos de Ricardo Flores Magón
Año de mil novecientos,
el tiempo estira su riata,
Práxedis entra en palabras
con Don Filomeno Mata.
El tiempo tiene sus cosas
pocos escapan a ellas.
Práxedis fue reservista
y es fácil seguir sus huellas.
El tiempo tiene sus leyes.
Era el tiempo en que crecía
su cola de pavo rial
al dicho Bernardo Reyes.
Le repugnaba la sangre
que se regó en Nuevo León.
Ya estaba leyendo libros
que hablan de revolución.
Ya andaba diciendo cosas
Ricardo Flores Magón.
Ricardo jue como antorcha
que encendió su corazón.
No quiso ser reservista.
A todo le puso fin.
Leyó a Gorki y a Kropotkin,
y también a Bakunín.
En mil novecientos cuatro
se decide y pone corte
y con su amigo Manrique
emigra al país del norte.
Allí sí que se une juerte
con los meros liberales
y comienza a distinguirse
en grupos de intelectuales.
Jue con Francisco Manrique
a trabajar de minero.
Sus ojos de soñador
ya fueron ojos de obrero.
Con nostalgias de la tierra
de la voluntad del padre,
del amor de los hermanos,
la ternura de su madre.
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