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JUAN DE LA ROSA

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un barril”, y los ríos y torrentes desbordados no podían proteger ya a la<br />

heroica Oropesa. Goyeneche arrojó entonces una última mirada al camino<br />

de Buenos Aires y lanzó un hondísimo suspiro. Su vanguardia, al mando<br />

del valiente Picoaga, le había despejado la frontera argentina; Díaz Vélez<br />

corría a refugiarse al lado de Belgrano; este eminentísimo americano hacía<br />

inauditos, pero muy estériles esfuerzos por reorganizar el ejército auxiliar,<br />

y apenas contaba con dos o trescientos hombres. Sin la maldita Oropesa el<br />

Gran Pacificador habría podido llegar al Plata sin disparar un tiro, mientras<br />

las fuerzas brasileras llamaban la atención de la Junta de Buenos Aires<br />

por otro lado.<br />

Se revolvió entonces lleno de furor. Dispuso encerrar a la rebeldísima<br />

provincia en un círculo de fuego y de hierro, que iría estrechándose hasta<br />

anonadar a la ciudad reina de los fértiles y amenos valles. Ordenó a Huisi,<br />

que entonces devastaba la Laguna, tomar el camino de Valle-Grande;<br />

Lombera recibió el encargo de bajar de la altiplanicie por la ruta de Tapacarí<br />

o de Chayanta, como mejor conviniese; pidió refuerzos hasta de la<br />

lejana Santa Cruz de la Sierra; y él mismo tomó el camino de los valles de<br />

Mizque, con el grueso de sus mejores tropas, a cuya vanguardia colocó al<br />

atroz Imas de imperecedera memoria.<br />

—¡Soldados! –decía aquel malvado, quitándose la careta de magnanimidad,<br />

que nunca pudo tapar el estigma de sus horrendos crímenes de<br />

1809–; sois dueños de las vidas y haciendas de los insurgentes. Os prohíbo<br />

solamente –agregaba el hipócrita que debía profanar los templos–, os prohíbo<br />

solamente, bajo pena de la vida, invadir las santas casas del Señor!<br />

¿Era realmente cristiano Goyeneche? ¿pensaba lo que es Dios aquel<br />

miserable? Yo creo que no; le concedo apenas la religión supersticiosa de<br />

los bandidos de la Calabria, que encienden cirios delante de la imagen de<br />

algún santo antes o después de un robo o un asesinato. Él se confesaba<br />

a menudo, como he dicho, pero no es posible que descubriera entonces<br />

toda la lepra de su alma al sacerdote, a quien se proponía engañar más bien<br />

astutamente, para contar con el apoyo poderoso de la iglesia. Mucho más<br />

creyente era el gran caudillo de la patria Belgrano, que procuraba disipar<br />

las prevenciones nacidas en una parte del vulgo y fomentadas por Moxó, a<br />

consecuencia de las ligerezas e imprudencias de Castelli.<br />

<strong>JUAN</strong> <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> <strong>ROSA</strong>. MEMORIAS <strong>DE</strong>L ÚLTIMO SOLDADO <strong>DE</strong> <strong>LA</strong> IN<strong>DE</strong>PEN<strong>DE</strong>NCIA<br />

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