Fundamentos_avanzar_santidad
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FUNDAMENTOS PARA AVANZAR HACIA LA SANTIDAD<br />
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el fruto de la misericordia y el perdón, rompiendo así el yugo de<br />
amargura en esa vida.<br />
Pablo también menciona el principio de la transformación por<br />
la Palabra en el clásico pasaje de Romanos: “No os conforméis<br />
a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de<br />
vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena<br />
voluntad de Dios, agradable y perfecta”, (Romanos 12:2). Como se<br />
ha indicado, es evidente que la Palabra de Dios tiene el poder para<br />
transformar nuestras vidas. Hay muchas influencias compitiendo<br />
constantemente por ejercer el poder de cambiarnos: la cultura,<br />
los amigos, la publicidad, las instituciones, etc. La mayoría de<br />
estas influencias no son motivadas por la gracia de Dios. ¿Qué<br />
puede hacer el creyente para evitar conformarse a todas estas<br />
presiones que lo rodean? Cuando aplicamos la Palabra de Dios<br />
mediante la lectura, la meditación, la memorización, el estudio<br />
y la oración, la divina influencia y vida de la Palabra comienza<br />
a reestructurar nuestros pensamientos para conformarlos con los<br />
pensamientos de Dios encontrados en Su Palabra. Así nos libra<br />
de las influencias nocivas de este mundo y nos liberta para vivir<br />
y andar como Cristo.<br />
Por último, la palabra que Dios le dio a Josué se convierte<br />
en nuestra guía mientras procuramos llenar nuestros corazones<br />
con la Palabra de Dios y experimentar su poder transformador:<br />
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día<br />
y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme<br />
a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar<br />
tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8).<br />
“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de<br />
malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual<br />
puede salvar vuestras almas. Pero sed hacedores de la palabra,<br />
y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.<br />
Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella,<br />
éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro<br />
natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida<br />
cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de<br />
la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino<br />
hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”<br />
(Santiago 1:21–25).<br />
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