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Cuentos Oscuros

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para la noche siguiente, ya estarían comprometidos ante todos y la formalidad los haría<br />

mantener un poco más de distancia hasta la fecha de boda.<br />

”Esa noche, Ángela se puso la capucha azul y salió a los jardines, se dirigió a la<br />

orilla del río, allí esperaría a su amado para acurrucarse entre sus brazos, como lo hizo<br />

una y otra vez el verano anterior. Corría suave y despacio pero los pies se le enredaron<br />

en el vestido, esto hizo que cayera sobre una piedra; cuando Pablo la alcanzó, vio el<br />

pálido cuerpo de Ángela tendido sobre una laja que le había partido la cabeza. Pablo<br />

corrió hacia ella que aún respiraba, la levantó y deseó tener alas para poder volar hasta<br />

la casona, pero cuando llego allí y colocó a su amada Ángela sobre el sofá, ella daba sus<br />

últimos respiros. Todos se levantaron de inmediato y Pablo corrió hasta el pueblo en<br />

busca del médico, pero el tiempo le ganó y, a su llegada, Ángela había muerto.<br />

”Para los Alcázar, esto fue lo peor que les pudo haber ocurrido, mi padre<br />

remembraba con emotividad la forma en que todo el pueblo lloró el sufrimiento de la<br />

familia y la partida de la dulce Ángela. Enterraron su cuerpo dos días después y Pablo<br />

nunca se separó de ella, hasta el momento que introdujeron el féretro en la elegante<br />

bóveda que se construyó para ella en la parte sur de la casa.<br />

”Pablo no volvió esta vez a España, su sufrimiento lo consumió en la inmensa<br />

biblioteca de la casona; allí leyó todos los poemas de amor que encontró, lloró<br />

intensamente con las leyendas que algún día Bécquer escribió, su cordura se escapó y<br />

era muy común verlo postrado en la bóveda de su Ángela mientras le contaba hermosas<br />

historias y estrechaba, entre sus manos, una cajita de madera labrada. Los señores<br />

Alcázar y su madre sufrían con él y esto tampoco permitía que ellos recuperaran la paz<br />

que se les había esfumado con la trágica pérdida de Ángela.<br />

”Una fría mañana de octubre, el cuerpo de Pablo yacía inerte sobre las flores<br />

frescas que adornaban la bóveda. ¡Más dolor para los Alcázar! pero al fin los jóvenes<br />

amantes estarían juntos en la eternidad. Para Pablo construyeron una bóveda de igual<br />

dimensión en el norte del jardín.<br />

Los Alcázar y Clemencia partieron a España al lado de sus dos hijos y dejaron aquí<br />

la casona en manos de los peones que se encargaban de mantenerla limpia. Nunca nadie

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