Etel 03

La reseña inicia con un párrafo a manera de sumario donde se rescata el contraste
entre la modernidad del edificio y sus alrededores, “(…) En la proximidad de
esta obra, y en una zona de confusa e invertebrada urbanización, estropeada por
el paso de un anacrónico ferrocarril, las características residencias de las Lomas
de Chapultepec continúan exhibiendo su ridículo estilo internacional”. Por lo que se
puede reparar en un radical desprecio hacia cualquier vestigio predecesor, síntoma
infalible de una cultura moderna funcionalista.
El proyecto, efectivamente, presenta un diseño fluido que responde a las necesidades
que exige la afluencia de los automóviles. Se centra en la estación de gasolina,
elemento principal del cual se puede tener visibilidad y acceso hasta los locales
comerciales, el servicio de lubricación, la exhibición de automóviles y todo
lo ubicado en la planta baja. Existe un nivel de entresuelo al cual el texto le llama
“mezzanina” (las cursivas han sido tomadas del texto original), que Barragán llamará
en ese año “tapanco”, utilizado en su casa-estudio y a donde se accede por la
famosa escalera empotrada al muro por su canto.
En el primer piso se disponen locales comerciales y justo arriba de la estación de
gasolina aparece un restaurant-dancing con bar, pista de baile y un escenario para
orquesta. A pesar de lo descabellado que podría parecer (hasta la fecha no es muy
natural ir a bailar a un salón ubicado sobre una estación de gasolina) y que el texto
señala con inseguridad a esta zona como algo “previsto” para dicha actividad, para
finales de 1949 abrió sus puertas como tal. Se le llamó Ciro’s de las Lomas porque
existía otra sala de fiestas en el Hotel Reforma con el mismo nombre. En éste se
Fachada principal de Super Servicio Lomas,
donde aparece en primer plano el
área de exhibición de automóviles y a su
izquierda la estación de gasolina.
(Tomado de Arquitectura México No. 28)
daban cita asistentes de notoriedad y artistas invitados para disfrutar de la música
que tocaba la orquesta del maestro Everett Hoagland, hasta 1956, año en que éste
murió y la sala de fiestas cerró sus puertas.
La segunda parte de esta reseña se dedica a describir el proyecto: unas columnas
de concreto armado (el mínimo número posible) que son en su mayoría independientes
de los muros y los paños del vidrio. La descripción se vuelve minuciosa con
los materiales: los muros de la gasolinera de ladrillo-cornisa barnizado, de alta resistencia;
revestimiento de piedra verde de Guanajuato en cejas, jardinería y zoclos;
canceles y ventanas de aluminio; los pisos de la parte central, de color rojo, de
Masterplate; las columnas de la gasolinera, expuestas a golpes, están recubiertas
en su parte inferior de granito artificial; mientras que las de la sección de lubricación
y lavado, así como sus paredes, son revestidas de azulejo blanco.
No habrá de olvidarse que el texto intenta favorecer todos los aspectos del edificio
“(…) rodeado de amplias terrazas abiertas, de donde se abren hermosas vistas hacia
el bosque de Chapultepec y las montañas lejanas”, donde la “parte propiamente
de servicio se halla resuelta con la misma claridad que las restantes dependencias”.
Sin embargo lo cierto es que el edificio sigue cumpliendo con sus funciones después
de casi sesenta años de prestar el mismo servicio, algo que Kaspé logró influido por
sus ideas de la arquitectura como un todo. Dicho “aspecto total” significaba para
él una profunda conciencia del país en que se habita; de su historia, su cultura, sus
posibilidades, dotes y carencias.