10.04.2013 Views

Un suceso en el puente sobre el río - Escritura Creativa · Clara ...

Un suceso en el puente sobre el río - Escritura Creativa · Clara ...

Un suceso en el puente sobre el río - Escritura Creativa · Clara ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

UN SUCESO EN EL PUENTE SOBRE EL RÍO OWL<br />

AMBROSE BIERCE<br />

Traducción: Jorge Ruffin<strong>el</strong>li<br />

Había un hombre parado <strong>sobre</strong> un pu<strong>en</strong>te ferroviario al norte de Alabama, mirando<br />

hacia <strong>el</strong> agua que corría rápidam<strong>en</strong>te unos seis metros más abajo. T<strong>en</strong>ía las manos<br />

atadas a la espalda con una cuerda. Otra cuerda rodeaba holgadam<strong>en</strong>te su cu<strong>el</strong>lo,<br />

estaba sujeta a una fuerte viga transversal por <strong>en</strong>cima de la cabeza y colgaba hasta la<br />

altura de las rodillas. Algunas tablas su<strong>el</strong>tas, puestas <strong>sobre</strong> las traviesas, le<br />

proporcionaban un punto de apoyo a él y a sus verdugos, dos soldados rasos d<strong>el</strong> ejército<br />

federal dirigidos por un sarg<strong>en</strong>to que <strong>en</strong> su vida civil podía haber sido ayudante d<strong>el</strong><br />

sheriff. No lejos, <strong>sobre</strong> la misma plataforma provisional, esperaba un oficial vestido con<br />

<strong>el</strong> uniforme de su rango y armado. Era <strong>el</strong> capitán. En cada extremo d<strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te había un<br />

c<strong>en</strong>tin<strong>el</strong>a con su rifle “<strong>en</strong> posición de firmes”, es decir, vertical d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> hombro<br />

izquierdo, <strong>el</strong> precursor descansando <strong>sobre</strong> <strong>el</strong> antebrazo que cruzaba <strong>el</strong> pecho; posición<br />

formal y poco natural que obliga a mant<strong>en</strong>er <strong>el</strong> cuerpo rígido. No parecía una<br />

obligación de estos dos hombres saber lo que estaba ocurri<strong>en</strong>do <strong>en</strong> medio d<strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te;<br />

s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te bloqueaban los dos extremos de la pasar<strong>el</strong>a.<br />

Más allá de los dos c<strong>en</strong>tin<strong>el</strong>as no se veía a nadie; los ri<strong>el</strong>es corrían <strong>en</strong> línea recta<br />

durante unos ci<strong>en</strong> metros hasta un bosque, después doblaban y desaparecían. Sin duda,<br />

había un puesto de avanzada más ad<strong>el</strong>ante. La otra orilla d<strong>el</strong> arroyo era campo abierto<br />

y una suave colina subía hasta una estacada de troncos verticales, con troneras para<br />

rifles y una única abertura a través de la cual e proyectaba la boca de un cañón de<br />

bronce que dominaba <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te. A mitad de camino <strong>en</strong>tre <strong>el</strong> fuerte y <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te se<br />

<strong>en</strong>contraban los espectadores: una compañía de infantería <strong>en</strong> posición de descanso, con<br />

las culatas de los rifles apoyadas <strong>en</strong> <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, los cañones levem<strong>en</strong>te inclinados hacia atrás<br />

contra <strong>el</strong> hombro derecho, las manos cruzadas <strong>sobre</strong> los cañones. <strong>Un</strong> t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te estaba de<br />

pie a la derecha de la línea, la punta de su espada <strong>en</strong> <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o, y con su mano izquierda<br />

descansando <strong>sobre</strong> la derecha. Salvo <strong>el</strong> grupo de los cuatro <strong>en</strong> <strong>el</strong> medio d<strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te,<br />

nadie se movía. La compañía miraba hacia <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te fijam<strong>en</strong>te, inmóvil. Los c<strong>en</strong>tin<strong>el</strong>as,<br />

de cara a la orilla d<strong>el</strong> arroyo, podían haber sido estatuas que adornaran <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te. El


capitán, de brazos cruzados, sil<strong>en</strong>cioso, observaba <strong>el</strong> trabajo de sus subordinados sin dar<br />

ninguna indicación. La muerte es un dignatario que cuando se anuncia es para ser<br />

recibido con formales manifestaciones de respeto, aun por aqu<strong>el</strong>los que están más<br />

familiarizados con <strong>el</strong>la. En <strong>el</strong> código de honor militar, <strong>el</strong> sil<strong>en</strong>cio y la inmovilidad son<br />

formas de def<strong>en</strong>sa.<br />

El hombre que se disponían a ahorcar t<strong>en</strong>ía apar<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te unos treinta y cinco<br />

años. Era un civil, a juzgar por su vestim<strong>en</strong>ta, que era la de un granjero. Sus rasgos eran<br />

nobles: nariz recta, boca firme, fr<strong>en</strong>te amplia y cab<strong>el</strong>lo largo y oscuro peinado hacia<br />

atrás, que le caía por detrás de las orejas hasta <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo de su <strong>el</strong>egante chaleco. T<strong>en</strong>ía<br />

bigote y una barba <strong>en</strong> punta, pero no llevaba patillas; sus ojos eran grandes, de un gris<br />

oscuro, y poseían esa expresión afectuosa que uno difícilm<strong>en</strong>te hubiera esperado <strong>en</strong><br />

algui<strong>en</strong> pronto a morir. Evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te no era un asesino vulgar. El código militar, tan<br />

amplio <strong>en</strong> su espíritu, prevé la horca para muchas clases de personas, sin excluir a los<br />

caballeros.<br />

Al culminar los preparativos, los dos soldados se hicieron a un lado y cada uno<br />

retiró la tabla <strong>sobre</strong> la que había estado apoyado. El sarg<strong>en</strong>to se volvió hacia <strong>el</strong> capitán,<br />

saludó y se colocó inmediatam<strong>en</strong>te detrás de él, y ésta a su vez se alejó un paso. Estos<br />

movimi<strong>en</strong>tos dejaron al cond<strong>en</strong>ado y al sarg<strong>en</strong>to de pie <strong>sobre</strong> ambos extremos de la<br />

tabla que atravesaban tres traviesas d<strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te. El extremo donde estaba <strong>el</strong> civil<br />

alcanzaba, casi sin tocarla, una cuarta traviesa. Esta tabla se había mant<strong>en</strong>ido<br />

horizontal por <strong>el</strong> peso d<strong>el</strong> capitán, y ahora lo estaba por <strong>el</strong> peso d<strong>el</strong> sarg<strong>en</strong>to. A una<br />

señal d<strong>el</strong> capitán <strong>el</strong> sarg<strong>en</strong>to se haría a un lado, la tabla habría de inclinarse y <strong>el</strong><br />

cond<strong>en</strong>ado caería <strong>en</strong>tre dos traviesas. Al cond<strong>en</strong>ado este arreglo le pareció s<strong>en</strong>cillo y<br />

eficaz. No le habían cubierto la cara ni v<strong>en</strong>dado los ojos. Consideró por un mom<strong>en</strong>to su<br />

vacilante posición, y luego dejó que su mirada vagara hacia las aguas arremolinadas d<strong>el</strong><br />

arroyo, que corrían <strong>en</strong>loquecidas bajo sus pies. <strong>Un</strong> trozo de madera flotante que<br />

bailoteaba llamó su at<strong>en</strong>ción y sus ojos la siguieron corri<strong>en</strong>te abajo. ¡Con qué l<strong>en</strong>titud<br />

parecía moverse! ¡Qué arroyo tan perezoso!<br />

Cerró los ojos parea fijar los últimos p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> su mujer y <strong>en</strong> sus hijos. El<br />

agua convertida <strong>en</strong> oro por <strong>el</strong> sol temprano, las m<strong>el</strong>ancólicas brumas de las orillas a<br />

alguna distancia corri<strong>en</strong>te abajo, <strong>el</strong> fuerte, los soldados, <strong>el</strong> pedazo de madera, todo lo<br />

había distraído. Y ahora tuvo la conci<strong>en</strong>cia de una nueva distracción. A través d<strong>el</strong><br />

recuerdo de sus seres queridos llegaba un sonido que no podía ignorar ni compr<strong>en</strong>der,<br />

una percusión seca, nítida, como <strong>el</strong> golpe d<strong>el</strong> martillo de un herrero <strong>sobre</strong> un yunque:


t<strong>en</strong>ía esa misma resonancia. Se preguntó qué era, y si estaba inm<strong>en</strong>sam<strong>en</strong>te distante o<br />

cerca. Parecía como <strong>el</strong> tañido de una campana fúnebre. Esperó uno y otro golpe con<br />

impaci<strong>en</strong>cia y —no sabía por qué— con temor. Los intervalos de sil<strong>en</strong>cio se hicieron<br />

cada vez mayores. Los sil<strong>en</strong>cios se volvían exasperantes. A medida que eran m<strong>en</strong>os<br />

frecu<strong>en</strong>tes, los sonidos aum<strong>en</strong>taban <strong>en</strong> fuerza y nitidez. Lastimaban su oído como una<br />

cuchillada. Tuvo miedo de gritar. Lo que oía era <strong>el</strong> tictac de su r<strong>el</strong>oj.<br />

Abrió los ojos y vio una vez más <strong>el</strong> agua bajo sus pies.<br />

“Si pudiera liberar mis manos”, p<strong>en</strong>só, “podría deshacerme d<strong>el</strong> lazo y lanzarme<br />

al agua. Al zambullirme <strong>el</strong>udiría las balas y nadando con fuerza alcanzaría la orilla, me<br />

metería <strong>en</strong> <strong>el</strong> bosque y llegaría a casa. Mi casa, gracias a Dios, está todavía fuera de sus<br />

avanzadas; mi mujer y mis hijos todavía están más allá de sus líneas invasoras.”<br />

Mi<strong>en</strong>tras estos p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>tos, que aquí ti<strong>en</strong><strong>en</strong> que ser puestos <strong>en</strong> palabras, más<br />

que desarrollarse, r<strong>el</strong>ampagueaban <strong>en</strong> la m<strong>en</strong>te d<strong>el</strong> cond<strong>en</strong>ado, <strong>el</strong> capitán hizo una<br />

señal al sarg<strong>en</strong>to. El sarg<strong>en</strong>to se hizo a un lado.<br />

II<br />

Peyton Farquhar era un granjero acomodado, miembro de una familia vieja y muy<br />

respetada de Alabama. Dueño de esclavos y, como otros dueños de esclavos, político,<br />

era naturalm<strong>en</strong>te un secesionista de nacimi<strong>en</strong>to, dedicado con ardor a la causa d<strong>el</strong> Sur.<br />

Circunstancias imperiosas, que no vi<strong>en</strong>e al caso r<strong>el</strong>atar aquí, le habían impedido unirse<br />

a las filas d<strong>el</strong> valeroso ejército que combatió <strong>en</strong> las desastrosas campañas hasta terminar<br />

con la caída de Corinth; irritado por esta vergonzosa limitación anh<strong>el</strong>aba dar ri<strong>en</strong>da<br />

su<strong>el</strong>ta a sus <strong>en</strong>ergías y soñaba con la vida libre d<strong>el</strong> soldado, con la oportunidad de<br />

destacar. S<strong>en</strong>tía que esa oportunidad llegaría como le llega a todos durante la guerra.<br />

Entretanto, hacía lo que podía. Ninguna tarea era para él demasiado humilde si con <strong>el</strong>la<br />

ayudaba al Sur, ninguna av<strong>en</strong>tura demasiado p<strong>el</strong>igrosa si estaba conforme con <strong>el</strong><br />

carácter de un civil que ti<strong>en</strong>e corazón de soldado, y que de bu<strong>en</strong>a fe y sin muchos<br />

escrúpulos acepta por lo m<strong>en</strong>os parte d<strong>el</strong> dicho francam<strong>en</strong>te miserable de que todo vale<br />

<strong>en</strong> <strong>el</strong> amor y <strong>en</strong> la guerra.<br />

<strong>Un</strong> atardecer, mi<strong>en</strong>tras Farquhar y su mujer estaban descansando <strong>en</strong> un rústico<br />

banco a la <strong>en</strong>trada de su propiedad, un soldado a caballo, uniformado de gris, llegó


hasta <strong>el</strong> portón y pidió un vaso de agua. La señora Farquhar se alegró de poder servirlo<br />

con sus propias manos d<strong>el</strong>icadas. Mi<strong>en</strong>tras iba a buscar <strong>el</strong> agua, su marido se acercó al<br />

polvori<strong>en</strong>to jinete y le pidió ansiosam<strong>en</strong>te noticias d<strong>el</strong> fr<strong>en</strong>te.<br />

—Los yanquis están reparando las vías —dijo <strong>el</strong> hombre— y se preparan para<br />

seguir su avance. Han llegado al pu<strong>en</strong>te <strong>sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>río</strong> Owl, lo han reparado y han<br />

construido una estacada <strong>en</strong> la orilla norte. El comandante emitió un edicto, que se ve<br />

por todas partes, declarando que cualquier civil que sea capturado <strong>en</strong>torpeci<strong>en</strong>do la vía,<br />

sus pu<strong>en</strong>tes, tún<strong>el</strong>es o tr<strong>en</strong>es, ha de ser ahorcado sin más. Yo vi <strong>el</strong> edicto.<br />

—¿A qué distancia está <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te <strong>sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>río</strong> Owl? —preguntó Farqhar.<br />

— A unos cincu<strong>en</strong>ta kilómetros.<br />

—¿No hay fuerzas a este lado d<strong>el</strong> arroyo?<br />

—Sólo un destacam<strong>en</strong>to de avanzada a medio kilómetro de distancia, <strong>sobre</strong> las<br />

vías, y un c<strong>en</strong>tin<strong>el</strong>a a este lado d<strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te.<br />

—Suponga que un hombre, un civil prop<strong>en</strong>so a la horca, <strong>el</strong>udiera la avanzada y<br />

pudiera tal vez <strong>el</strong>iminar al c<strong>en</strong>tin<strong>el</strong>a —dijo Farqhar, sonri<strong>en</strong>do— ¿qué lograría?<br />

El soldado reflexionó.<br />

—Yo estuve allí hace un mes —contestó—. Observé que la inundación d<strong>el</strong><br />

invierno pasado había arrimado una cantidad de maderas contra <strong>el</strong> pilar de troncos que<br />

sosti<strong>en</strong>e ese extremo d<strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te. Esa madera ahora está seca y ardería como yesca.<br />

La señora trajo <strong>el</strong> agua y <strong>el</strong> soldado la bebió. Le dio las gracias<br />

ceremoniosam<strong>en</strong>te, se inclinó ante <strong>el</strong> marido y se fue. <strong>Un</strong>a hora más tarde, al<br />

anochecer, pasó otra vez por la plantación, hacia la misma dirección desde la cual había<br />

v<strong>en</strong>ido. Era un explorador d<strong>el</strong> ejército federado.<br />

III<br />

Cuando Peyton Farqhar se desplomó a través d<strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te quedó inconsci<strong>en</strong>te como si ya<br />

estuviera muerto. De este lado lo despertó –le parecía que siglos después— <strong>el</strong> dolor de<br />

una fuerte presión <strong>sobre</strong> su garganta, seguida por una s<strong>en</strong>sación de ahogo. Punzadas<br />

agudas y p<strong>en</strong>etrantes parecían disparar desde su cu<strong>el</strong>lo hacia abajo a través de cada<br />

fibra d<strong>el</strong> tronco y las extremidades. Se diría que estos dolores r<strong>el</strong>ampaguearan a lo largo<br />

de líneas de ramificación bi<strong>en</strong> definidas y dieran pulsadas con una frecu<strong>en</strong>cia<br />

<strong>en</strong>loquecida. Parecían corri<strong>en</strong>tes de fuego que lo cal<strong>en</strong>taran a una temperatura<br />

intolerable. En cuanto a su cabeza, no era co naci<strong>en</strong>te más que de una s<strong>en</strong>sación de


presión, de congestión. Pero estas s<strong>en</strong>saciones no iban acompañadas d<strong>el</strong> p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to.<br />

La parte int<strong>el</strong>ectual de su ser ya se había borrado; sólo t<strong>en</strong>ía poder para s<strong>en</strong>tir, y s<strong>en</strong>tir<br />

era un torm<strong>en</strong>to. S<strong>en</strong>tía que se movía. Sumergido <strong>en</strong> una nube luminosa, de la cual no<br />

era ahora más que <strong>el</strong> c<strong>en</strong>tro ardi<strong>en</strong>te, sin sustancia material, se columpiaba a través de<br />

increíbles arcos de oscilación, como un <strong>en</strong>orme péndulo. En un instante, terriblem<strong>en</strong>te<br />

rep<strong>en</strong>tina, la luz que lo rodeaba disparó hacia arriba con <strong>el</strong> ruido de una fuerte<br />

zambullida; resonó un rugido espantoso <strong>en</strong> sus oídos y todo fue f<strong>río</strong> y oscuridad. Volvió<br />

<strong>en</strong>tonces la capacidad d<strong>el</strong> p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to; supo que la cuerda se había roto y que él había<br />

caído al arroyo. No era mayor la s<strong>en</strong>sación de estrangulami<strong>en</strong>to; <strong>el</strong> lazo que rodeaba su<br />

cu<strong>el</strong>lo lo estaba sofocando e impedía que <strong>el</strong> agua <strong>en</strong>trara <strong>en</strong> sus pulmones. ¡Morir<br />

ahorcado <strong>en</strong> <strong>el</strong> fondo de un <strong>río</strong>! La idea le pareció ridícula. Abrió los ojos <strong>en</strong> la<br />

oscuridad y vio <strong>sobre</strong> él un rayo de luz. ¡Pero qué lejano, qué inaccesible. Supo que se<br />

hundía todavía, porque la luz se at<strong>en</strong>uaba paulatinam<strong>en</strong>te hasta no ser más que un<br />

resplandor. Entonces empezó a crecer y brillar más y advirtió que se acercaba a la<br />

superficie; lo supo desganadam<strong>en</strong>te, porque ahora estaba muy cómodo. “Ser ahorcado<br />

y ahogarse”, p<strong>en</strong>só, “no está tan mal; pero no quiero que me dispar<strong>en</strong>. No; no me<br />

dispararán, no es justo.”<br />

No fue consci<strong>en</strong>te d<strong>el</strong> esfuerzo, pero un agudo dolor <strong>en</strong> la muñeca le indicó que<br />

estaba tratando de liberar las manos. Conc<strong>en</strong>tró su at<strong>en</strong>ción <strong>en</strong> esa lucha, como un<br />

observador perezoso podría observar la proeza de un malabarista sin interesarse por <strong>el</strong><br />

resultado. ¡Qué esfuerzo espléndido! ¡Qué fuerza magnífica y <strong>sobre</strong>humana! ¿Ah, qué<br />

hermosa empresa! ¡Bravo! La cuerda cayó; sus brazos se separaron y flotaron hacia<br />

arriba, las manos ap<strong>en</strong>as visibles a cada lado, <strong>en</strong> la luz creci<strong>en</strong>te. Las observó con<br />

r<strong>en</strong>ovado interés mi<strong>en</strong>tras, primero una y luego la otra, tironeaban d<strong>el</strong> lazo que rodeaba<br />

su cu<strong>el</strong>lo. Lo aflojaron y arrancaron furiosam<strong>en</strong>te, y éste se alejó como una anguila.<br />

“¡Át<strong>en</strong>lo otra vez!”, creyó haber gritado estas palabras a sus manos porque al aflojarse <strong>el</strong><br />

nudo había s<strong>en</strong>tido <strong>el</strong> dolor más espantoso de su vida. El cu<strong>el</strong>lo le dolía terriblem<strong>en</strong>te; su<br />

cerebro estaba inc<strong>en</strong>diado; su corazón, que había estado lati<strong>en</strong>do débilm<strong>en</strong>te, dio un<br />

gran salto, tratando de salírs<strong>el</strong>e por la boca. ¡Todo su cuerpo se estremecía y retorcía<br />

con una insoportable angustia! Pero sus manos desobedi<strong>en</strong>tes no acataron la ord<strong>en</strong>.<br />

Golpearon <strong>el</strong> agua vigorosam<strong>en</strong>te con rápidos manotazos que lo impulsaban hacia la<br />

superficie. Sintió que su cabeza emergía; sus ojos quedaron cegados por la luz d<strong>el</strong> sol; su<br />

pecho se expandió convulsivam<strong>en</strong>te, y con un esfuerzo supremo sus pulmones se<br />

ll<strong>en</strong>aron d<strong>el</strong> aire que instantáneam<strong>en</strong>te expulsaron con un alarido.


Ahora estaba <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>a posesión de sus s<strong>en</strong>tidos. En realidad, éstos se<br />

<strong>en</strong>contraban sobr<strong>en</strong>aturalm<strong>en</strong>te agudizados y alerta. Algo <strong>en</strong> la espantosa perturbación<br />

de su organismo los había exaltado y refinado de tal manera que registraban cosas<br />

nunca antes percibidas. S<strong>en</strong>tía las ondas d<strong>el</strong> agua <strong>sobre</strong> su cara y las oía por separado<br />

cuando lo golpeaban. Miró al bosque <strong>sobre</strong> la orilla d<strong>el</strong> arroyo, vio cada uno de los<br />

árboles, las hojas y las v<strong>en</strong>as de cada hoja. Vio hasta los insectos <strong>sobre</strong> <strong>el</strong>las: las<br />

langostas, las moscas de cuerpo brillante, las arañas grises estirando sus t<strong>el</strong>as de rama <strong>en</strong><br />

rama. Notó los colores prismáticos <strong>en</strong> todas las gotas d<strong>el</strong> rocío <strong>sobre</strong> un millón de<br />

briznas de hierba. El zumbido de los mosquitos que bailaban <strong>sobre</strong> los remolinos d<strong>el</strong><br />

arroyo, <strong>el</strong> golpeteo de las alas de las libélulas, los chasquidos de las patas de las arañas<br />

acuáticas como remos que hubieran levantado su bote. Todo hacía una música<br />

perceptible. <strong>Un</strong> pez se deslizó ante sus ojos y oyó <strong>el</strong> sonido de su cuerpo parti<strong>en</strong>do <strong>el</strong><br />

agua.<br />

Había salido a la superficie boca abajo; <strong>en</strong> un instante <strong>el</strong> mundo visible pareció<br />

girar l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te t<strong>en</strong>iéndolo a él por eje, y vio <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te, <strong>el</strong> fuerte, los soldados <strong>sobre</strong> <strong>el</strong><br />

pu<strong>en</strong>te, <strong>el</strong> capitán, <strong>el</strong> sarg<strong>en</strong>to, los dos soldados, sus verdugos. Eran siluetas contra <strong>el</strong><br />

ci<strong>el</strong>o azul. Gritaban y gesticulaban señalándolo. El capitán había des<strong>en</strong>fundado su<br />

pistola, pero no disparó; los otros estaban desarmados. Sus movimi<strong>en</strong>tos eran grotescos<br />

y horribles, sus formas gigantescas.<br />

De pronto oyó un ruido seco y algo golpeó <strong>el</strong> agua a pocos c<strong>en</strong>tímetros de su<br />

cabeza, salpicándole la cara. Oyó una segunda detonación y vio a uno de los c<strong>en</strong>tin<strong>el</strong>as<br />

con su rifle a la altura d<strong>el</strong> hombro, y una nubecita de humo azul asc<strong>en</strong>día desde <strong>el</strong><br />

cañón. El hombre vio desde <strong>el</strong> agua <strong>el</strong> ojo d<strong>el</strong> hombre que estaba <strong>sobre</strong> <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te<br />

observando los suyos a través de la mira d<strong>el</strong> rifle. Notó que era un ojo gris y recordó<br />

haber leído que los ojos grises eran los más p<strong>en</strong>etrantes, y que todos los famosos<br />

tiradores los t<strong>en</strong>ían. Sin embargo, éste había errado. <strong>Un</strong> remolino lo había hecho<br />

volverse; otra vez estaba mirando hacia <strong>el</strong> bosque <strong>en</strong> la orilla opuesta al fuerte. Desde su<br />

espalda llegó <strong>el</strong> sonido de una voz clara y alta con un monótono cántico de tal nitidez<br />

que atravesaba y r<strong>el</strong>egaba todos los otros sonidos, hasta <strong>el</strong> de las ondas <strong>en</strong> sus oídos. Y<br />

aunque no era soldado, había frecu<strong>en</strong>tado los campam<strong>en</strong>tos tanto como para conocer <strong>el</strong><br />

terrible significado de ese cántico d<strong>el</strong>iberado, arrastrado, aspirado; <strong>el</strong> t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te que<br />

estaba <strong>en</strong> la orilla se incorporaba al trabajo matinal. Qué fría y despiadadam<strong>en</strong>te, y con<br />

qué <strong>en</strong>tonación pareja y calma, que presagiaba e imbuía de tranquilidad a sus hombres,<br />

con qué intervalos exactam<strong>en</strong>te medidos, caían esas cru<strong>el</strong>es palabras:


— ¡At<strong>en</strong>ción, compañía!… ¡Levant<strong>en</strong> armas!... ¡Listos!...¡Apunt<strong>en</strong>!...¡Fuego!<br />

Farquhar se zambulló tan profundam<strong>en</strong>te como pudo. El agua rugió <strong>en</strong> sus<br />

oídos como la voz d<strong>el</strong> Niágara, y aún así oyó <strong>el</strong> tru<strong>en</strong>o amortiguado de la descarga. Al<br />

regresar a la superficie, se <strong>en</strong>contró con brillantes pedazos de metal, extrañam<strong>en</strong>te<br />

achatados, que desc<strong>en</strong>dían oscilando l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te. Algunos le tocaron la cara y las manos<br />

y siguieron su caída. <strong>Un</strong>o de <strong>el</strong>los se alojó <strong>en</strong>tre su cu<strong>el</strong>lo y su camisa; estaba<br />

desagradablem<strong>en</strong>te cali<strong>en</strong>te y lo arrancó de allí.<br />

Al salir a la superficie, jadeando, vio que había estado mucho tiempo bajo <strong>el</strong><br />

agua; la corri<strong>en</strong>te lo había llevado perceptiblem<strong>en</strong>te más lejos, más cerca de su<br />

salvación. Los soldados casi habían terminado de recargar; las baquetas de metal<br />

brillaron simultáneam<strong>en</strong>te al ser retiradas de los cañones, giraron <strong>en</strong> <strong>el</strong> aire y <strong>en</strong>traron<br />

<strong>en</strong> sus vainas. Los dos c<strong>en</strong>tin<strong>el</strong>as dispararon de nuevo, indep<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te, ineficazm<strong>en</strong>te.<br />

El hombre perseguido veía todo esto por <strong>en</strong>cima de su hombro; ahora estaba<br />

nadando vigorosam<strong>en</strong>te a favor de la corri<strong>en</strong>te. Su cerebro t<strong>en</strong>ía <strong>en</strong>ergía como sus<br />

brazos y sus piernas; p<strong>en</strong>saba con la rapidez d<strong>el</strong> rayo.<br />

“El oficial” razonó, “no pecará otra vez por exceso de disciplina. Es tan fácil<br />

esquivar una descarga cerrada como un tiro solo. Probablem<strong>en</strong>te ya ha dado la ord<strong>en</strong><br />

de disparo graneado. ¡Que Dios me ampare, no puedo esquivarlos a todos!”<br />

<strong>Un</strong> chasquido impresionante a dos metros de distancia fue seguido por un fuerte<br />

silbido, que desapareció diminu<strong>en</strong>do y pareció desplazarse hacia atrás, por <strong>el</strong> aire, hacia <strong>el</strong><br />

fuerte; murió con una explosión que sacudió <strong>el</strong> <strong>río</strong> hasta lo más profundo. ¡<strong>Un</strong>a cortina<br />

de agua que se levantaba se dobló <strong>sobre</strong> él, le cayó <strong>en</strong>cima, lo dejó ciego, lo ahogó! El<br />

cañón había <strong>en</strong>trado <strong>en</strong> juego. Mi<strong>en</strong>tras sacudía su cabeza para librarse de la<br />

conmoción d<strong>el</strong> agua, oyó <strong>el</strong> tiro desviado que zumbaba por <strong>el</strong> aire, fr<strong>en</strong>te a él, y al<br />

instante <strong>en</strong>traba <strong>en</strong> <strong>el</strong> bosque, quebrando y aplastando las ramas.<br />

“No harán eso otra vez”, p<strong>en</strong>só “la próxima vez utilizarán una carga de<br />

metralla. Debo vigilar <strong>el</strong> cañón; <strong>el</strong> humo me avisará: <strong>el</strong> ruido d<strong>el</strong> disparo llega<br />

demasiado tarde; vi<strong>en</strong>e después d<strong>el</strong> proyectil. Es un bu<strong>en</strong> cañón.”<br />

De pronto se sintió dando vu<strong>el</strong>tas y vu<strong>el</strong>tas, girando como una peonza. El agua,<br />

las orillas, los bosques, <strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te ahora lejano, <strong>el</strong> fuerte y los hombres, todo se confundía<br />

y se esfumaba. Los objetos sólo quedaban repres<strong>en</strong>tados por sus colores; vetas circulares<br />

y horizontales de color, era todo lo que veía. Había sido atrapado <strong>en</strong> un remolino y<br />

giraba con una v<strong>el</strong>ocidad que lo mareaba y lo descomponía. Pocos mom<strong>en</strong>tos después<br />

era arrojado <strong>sobre</strong> los cantos al pie de la orilla izquierda d<strong>el</strong> arroyo —la orilla sur—,


detrás de un sali<strong>en</strong>te que lo ocultaba de sus <strong>en</strong>emigos. La quietud rep<strong>en</strong>tina, <strong>el</strong> raspar de<br />

su mano contra las piedras, lo hicieron volver <strong>en</strong> sí y llorar de f<strong>el</strong>icidad. Enterró sus<br />

dedos <strong>en</strong> los cantos, los arrojó hacia arriba a manos ll<strong>en</strong>as y los b<strong>en</strong>dijo <strong>en</strong> voz alta.<br />

Parecían diamantes, rubíes, esmeraldas; no podía p<strong>en</strong>sar <strong>en</strong> nada hermoso a que no se<br />

parecieran. Los árboles de la orilla eran <strong>en</strong>ormes plantas de jardín; <strong>en</strong>contró un ord<strong>en</strong><br />

definido <strong>en</strong> su disposición, aspiró la fragancia de sus flores. <strong>Un</strong>a extraña luz rosada<br />

brillaba a través de los espacios <strong>en</strong>tre sus troncos, y <strong>el</strong> vi<strong>en</strong>to tañía <strong>en</strong> sus ramas la<br />

música de arpas eólicas. No t<strong>en</strong>ía ningún deseo de culminar la huida; estaba satisfecho<br />

de poder quedarse <strong>en</strong> ese lugar <strong>en</strong>cantador hasta que lo volvieran a atrapar.<br />

<strong>Un</strong> zumbido y <strong>el</strong> golpeteo de la metralleta <strong>en</strong>tre las ramas <strong>sobre</strong> su cabeza lo<br />

despertaron d<strong>el</strong> sueño. El frustrado artillero le había disparado una ráfaga de despedida,<br />

al azar. Se irguió de un salto, subió con rapidez la p<strong>en</strong>di<strong>en</strong>te y se perdió <strong>en</strong> <strong>el</strong> bosque.<br />

Caminó todo ese día guiándose por <strong>el</strong> sol. El bosque parecía interminable; no<br />

pudo descubrir ni un claro, ni siquiera un s<strong>en</strong>dero de leñadores. Nunca había sabido<br />

que vivía <strong>en</strong> una región tan salvaje. La rev<strong>el</strong>ación t<strong>en</strong>ía algo de estremecedor. Al caer la<br />

noche estaba agotado, t<strong>en</strong>ía los pies doloridos y un hambre atroz. El recuerdo de su<br />

mujer y de sus hijos lo al<strong>en</strong>taba a seguir ad<strong>el</strong>ante.. Finalm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong>contró un camino que<br />

lo llevaba <strong>en</strong> la dirección que él sabía correcta. Era tan ancho y recto como una calle,<br />

pero nadie parecía haber pasado por él. No estaba bordeado por campos abiertos y no<br />

se veía ninguna casa por ningún sitio. Los negros cuerpos de los árboles formaban una<br />

pared cerrada, a ambos lados, que terminaba <strong>en</strong> un punto d<strong>el</strong> horizonte, como un<br />

diagrama <strong>en</strong> una lección de perspectiva. Sobre su cabeza, al mirar a través de esta grieta<br />

d<strong>el</strong> bosque, brillaban grandes estr<strong>el</strong>las de oro que le resultaban desconocidas y<br />

agrupadas <strong>en</strong> extrañas const<strong>el</strong>aciones. Estaba seguro de que se <strong>en</strong>contraban dispuestas<br />

<strong>en</strong> algún ord<strong>en</strong> cuyo significado era secreto y maligno. El bosque estaba ll<strong>en</strong>o de ruidos<br />

singulares, <strong>en</strong>tre los cuales —una vez, otra y una tercera— oyó claras voces <strong>en</strong> un<br />

idioma desconocido.<br />

El cu<strong>el</strong>lo le dolía y al tocárs<strong>el</strong>o con la mano se dio cu<strong>en</strong>ta de que estaba<br />

horriblem<strong>en</strong>te hinchado. Supo que t<strong>en</strong>ía un círculo negro donde la cuerda lo había<br />

herido. Sus ojos estaban congestionados; ya no podía cerrarlos. T<strong>en</strong>ía la l<strong>en</strong>gua<br />

hinchada por la sed; alivió su fiebre sacándola por <strong>en</strong>tre sus di<strong>en</strong>tes, hasta s<strong>en</strong>tir <strong>el</strong> aire<br />

f<strong>río</strong>. ¡Con qué suavidad <strong>el</strong> césped había alfombrado la desierta av<strong>en</strong>ida! ¡Ya no podía<br />

s<strong>en</strong>tir <strong>el</strong> camino bajo sus pies!


A pesar d<strong>el</strong> sufrimi<strong>en</strong>to, se había quedado sin duda dormido mi<strong>en</strong>tras caminaba,<br />

porque ahora ve un paisaje difer<strong>en</strong>te. Quizá sólo se ha recuperado de un d<strong>el</strong>irio. En ese<br />

mom<strong>en</strong>to está de pie fr<strong>en</strong>te al portón de su propia casa. Las cosas están como él las dejó,<br />

y todo es brillante y hermoso <strong>en</strong> <strong>el</strong> sol matinal. Debe de haber viajado la noche <strong>en</strong>tera.<br />

Cuando empuja y abre <strong>el</strong> portón y <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> <strong>el</strong> camino ancho y blanco, ve un aleteo de<br />

pr<strong>en</strong>das fem<strong>en</strong>inas; su mujer, con aspecto fresco y dulce, baja de la terraza para<br />

recibirlo. Al pie de los escalones lo espera, con una inefable sonrisa de alegría, una<br />

actitud de incomparable gracia y dignidad. ¡Ay, qué hermosa es! Se lanza hacia <strong>el</strong>la con<br />

los brazos ext<strong>en</strong>didos. Cuando está a punto de estrecharla si<strong>en</strong>te un golpe <strong>en</strong> la nuca<br />

que lo desvanece; una luz blanca cegadora inc<strong>en</strong>dia todo a su alrededor con <strong>el</strong> sonido<br />

de un cañón. Después todo es oscuridad y sil<strong>en</strong>cio.<br />

Payton Farquhar estaba muerto; su cuerpo, con <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo roto, se balanceaba<br />

suavem<strong>en</strong>te de un lado a otro bajo las maderas d<strong>el</strong> pu<strong>en</strong>te <strong>sobre</strong> <strong>el</strong> <strong>río</strong> Owl.<br />

Fu<strong>en</strong>te: Antología d<strong>el</strong> cu<strong>en</strong>to norteamericano. S<strong>el</strong>eccionada y prologada por Richard Ford,<br />

pres<strong>en</strong>tada por Carlos Fu<strong>en</strong>tes. Galaxia Gut<strong>en</strong>berg, Círculo de Lectores, Barc<strong>el</strong>ona,<br />

2002.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!