Charla sobre Pedro Páramo - Escritura Creativa · Clara Obligado
Charla sobre Pedro Páramo - Escritura Creativa · Clara Obligado
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<strong>Charla</strong> <strong>sobre</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong><br />
Mª Victoria Albornoz<br />
En primer lugar, gracias a <strong>Clara</strong> y bienvenidos todos. Voy a partir del hecho de<br />
que todos han leído la novela.<br />
Me gustaría empezar esta charla mencionando el impacto y la influencia que la<br />
obra de Rulfo ha tenido en muchos escritores que la han alabado con justicia. Uno de los<br />
casos más destacados ha sido el de Gabriel García Márquez. <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>, para los que<br />
no lo saben, se publicó en 1955, mucho antes que Cien años de soledad. Si han leído Cien<br />
años, podrán ver la influencia de esta novela en la obra de Gabo, una de las novelas más<br />
maravillosas del siglo XX. Rulfo publicó sólo dos libros, ambos muy breves: una novela y<br />
una colección de cuentos, además de algunos guiones y algún libro de fotografías, pero<br />
podemos decir que su obra literaria está reunida en estos dos volúmenes de aquí. Por eso<br />
se hizo tan frecuente la pregunta de “¿qué está escribiendo Sr. Rulfo?” y “¿cuál va a ser su<br />
siguiente novela?” A esa insistencia se refiere García Márquez en el siguiente fragmento<br />
que voy a leer:<br />
“A Juan Rulfo, por otra parte, se le reprocha mucho que sólo haya escrito <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>.<br />
Se le molesta siempre preguntándole cuándo tendrá otro libro. Es un error. En primer término,<br />
para mí los cuentos de Rulfo son tan importantes como su novela <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>, que, lo repito,<br />
es para mí, si no la mejor, si no la más larga, si no la más importante, sí la más bella de las<br />
novelas que se han escrito jamás en lengua castellana. Yo nunca le pregunto a un escritor por<br />
qué no escribe más. Pero en el caso de Rulfo soy mucho más cuidadoso. Si yo hubiera escrito<br />
<strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> no me preocuparía ni volvería a escribir nunca en mi vida.” (García Márquez,<br />
1978).<br />
A pesar de este elogioso comentario de García Márquez, en su época <strong>Pedro</strong><br />
<strong>Páramo</strong> no fue recibida con tanto entusiasmo, ni por parte de la crítica, ni por parte de<br />
los lectores. Es bastante irónico que algunos de los valores por los que hoy en día se<br />
elogia la novela, valores como la ambigüedad, la complejidad de su estructura, la<br />
fragmentación, las voces, los múltiples narradores, eran precisamente los mismos que<br />
muchos de los contemporáneos de Rulfo criticaban. De <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> se decía que no<br />
tenía estructura ni unidad. Que le faltaba coherencia. Así que podemos decir, con razón,<br />
que fue un incomprendido de su tiempo, y sólo una generación posterior empezó a<br />
valorarle.<br />
No sé qué experiencia tienen Uds., si van por la primera lectura de la novela, por<br />
la segunda, por la quinta, pero Rulfo hacía un comentario muy gracioso cuando decía<br />
que “era una novela muy complicada que había escrito a propósito para que el lector realmente<br />
pudiera comprenderla, más o menos, en la tercera lectura.” Si Uds. van por la primera lectura<br />
y no la comprenden, van muy bien encaminados. Entra dentro de lo previsible.<br />
¿Por qué es tan valorada esta novela? Por muchas razones, pero entre ellas<br />
podemos citar que es una novela innovadora, una novela que se adelanta a su tiempo.<br />
1 María Victoria Albornoz (Universidad de Saint Louis, Campus de Madrid) <br />
Para el Taller de escritura creativa <strong>Clara</strong> <strong>Obligado</strong>
Técnicamente se adelanta a todos los autores / novelas del Boom. Hemos visto cómo<br />
García Márquez lo elogia; Carlos Fuentes también considera esta novela maravillosa.<br />
Muchos autores en la década de los sesenta, como Vargas Llosa, comienzan a innovar, a<br />
experimentar con el lenguaje, y esa es una de las grandes cualidades de Rulfo, pues él se<br />
va a adelantar, unos diez años, a todos esos autores. También se va a separar de la<br />
generación anterior de autores mexicanos, donde prevalecía, especialmente, el realismo.<br />
Esta novela rompe con ese realismo de sus contemporáneos, por eso es tan innovadora y<br />
tan incomprendida en la época en la que se publica.<br />
Probablemente sabrán algo de la vida de Rulfo, algo a tener en cuenta porque<br />
tanto la novela como los cuentos están vinculados a su vida. Tuvo una infancia bastante<br />
trágica, con episodios bastante violentos. Perdió, prácticamente, a toda su familia<br />
durante la rebelión de los cristeros (1026) en México. Él nace en 1917 y poco después<br />
su padre es asesinado, pierde también a su madre, y termina, por un tiempo muy breve,<br />
al cuidado de su abuela. Posteriormente, crece en un orfanato, una experiencia que lo<br />
marcó profundamente. Esa violencia que experimentó durante sus primeros años de vida<br />
fue tan traumática que lo acompañó hasta su muerte:<br />
“Tal vez en lo profundo haya algo que no esté planeado en forma clara en la superficie de la<br />
novela. Yo tuve una infancia muy dura, muy difícil. Una familia que se desintegró muy<br />
fácilmente en un lugar que fue totalmente destruido. Desde mi padre y mi madre, inclusive<br />
todos los hermanos de mi padre fueron asesinados. Entonces viví en una zona de devastación.<br />
No sólo de devastación humana, sino devastación geográfica. Nunca encontré ni he encontrado<br />
hasta la fecha, la lógica de todo eso. No se puede atribuir a la Revolución. Fue más bien una<br />
cosa atávica, una cosa de destino, una cosa ilógica. Hasta hoy no he encontrado el punto de<br />
apoyo que me muestre por qué en esta familia mía sucedieron en esa forma, y tan<br />
sistemáticamente, esa serie de asesinatos y de crueldades.” (Entrevista con Joseph Sommers,<br />
1973)<br />
En esta entrevista, a Rulfo le preguntan <strong>sobre</strong> el trasfondo autobiográfico de la<br />
novela. Como comentario a estas palabras, me gustaría decir que las tragedias de la<br />
infancia influyeron de alguna manera para crear el ambiente de su novela y también de<br />
sus cuentos. Sin embargo, él dijo que realmente no había un trasfondo autobiográfico en<br />
sus novelas. Él inventa personajes, los crea… Además de estas dos novelas, trabajó en<br />
otras dos que nunca llegó a publicar. Una de ellas se titula “El hijo del desconsuelo”. Es<br />
una novela que escribe antes de la gestación y publicación de <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> y el Llano en<br />
llamas, pero no le gusta. Se trata de una novela urbana y posiblemente esa es una de las<br />
razones por las que no llega a funcionar. Ni funcionó otra novela que tampoco vio la luz.<br />
No se sabe, en realidad, si estaba trabajando en ella o si era una excusa de Rulfo para<br />
quitarse de encima la presión de los críticos cuando le preguntaban:<br />
-Señor Rulfo, ¿qué está escribiendo ahora?<br />
Él siempre contestaba, La cordillera. Realmente estuvo muchos años hablando de<br />
La cordillera para, al final, confesar que la había quemado, aunque, repito, no se sabe con<br />
certeza si llegó a escribirla de verdad.<br />
En cuanto a <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>, se publica en 1955. La colección de cuentos El Llano<br />
en llamas se había publicado dos años antes, en 1953. Es importante tenerlo en cuenta,<br />
ya que de alguna forma la creación de los cuentos le ayudó, como él decía, a soltar la<br />
mano. La idea de <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> le rondaba la cabeza, pero mientras la escribía o corregía<br />
2 María Victoria Albornoz (Universidad de Saint Louis, Campus de Madrid) <br />
Para el Taller de escritura creativa <strong>Clara</strong> <strong>Obligado</strong>
mentalmente, fue escribiendo los cuentos de El Llano en llamas, que en muchos aspectos<br />
anticipaban el ambiente de la novela. Son cuentos que escribió a lo largo de nueve años,<br />
algunos de ellos los fue publicando en revistas, hasta que en 1953 publica toda la<br />
colección bajo el título, El llano en llamas. Luego gana una beca para trabajar en su<br />
novela, que publica en 1955.<br />
“La novela ya la tenía construida en la cabeza, pero no encontraba la forma de desarrollarla.<br />
Entonces me puse a escribir los cuentos. Por eso tocan distintos temas. Tratando de encontrar el<br />
tema, es decir, más bien la forma correcta que yo necesitaba para escribir la novela. Y hubo un<br />
cuento que más o menos me dio la atmósfera, fue “Luvina” –los otros cuentos los escribí como<br />
ejercicios” (Entrevista con Joseph Sommers, 1973).<br />
La novela tuvo algunos títulos alternativos, algunos bastante obvios, como “Los<br />
murmullos”, “Los desiertos de la tierra” y “Una estrella junto a la luna”. Finalmente se<br />
decidió por <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>. A simple vista parece un título que no dice nada. Es sólo el<br />
nombre del protagonista. Pero Octavio Paz ha mencionado que en éste se resume de<br />
alguna manera la carga simbólica de la novela:<br />
“<strong>Pedro</strong>, el fundador, la piedra, el origen, el padre, guardián y señor del paraíso ha muerto;<br />
<strong>Páramo</strong> es su antiguo jardín, hoy llano seco, sed y sequía, cuchicheo de sombras y eterna<br />
incomunicación. El Jardín del Señor: el <strong>Páramo</strong> de <strong>Pedro</strong>.” (Octavio Paz).<br />
En el título encontramos varios motivos que aparecerán luego en la novela: la<br />
búsqueda del Edén, Comala como Paraíso, como Infierno, Comala como Purgatorio,<br />
tierra estéril, que no da fruto, donde no florecen ni la esperanza, ni la ilusión. En cuanto<br />
al proceso de la escritura, Rulfo confesó que duró apenas de cuatro a cinco meses, ya que<br />
la tenía en la cabeza. Cuando se decidió a escribirla, la despachó en cinco meses.<br />
Hay tres versiones de esta novela. La primera era mucho más extensa, de unas<br />
trescientas páginas. Sin embargo, la redujo hasta llegar a la versión que tenemos aquí.<br />
De esas trescientas páginas originales, quedaron poco más de cien, o sea que quitó más<br />
de la mitad. Digo esto, porque para mí Rulfo es uno de los genios de la brevedad, de la<br />
concisión. Realmente quitó todo lo que sobraba, los resortes, los tornillos, las bisagras.<br />
Tal vez, esa es la razón por la que sus contemporáneos decían que era una novela que no<br />
tenía estructura. Sin embargo, Rulfo afirmaba justamente lo contrario, que la estructura<br />
era lo primero que había trabajado y lo más complicado. En 1964 se publicó una versión<br />
con algunos cambios realizados por él mismo, y en 1981 otra con algunos otros cambios.<br />
La mayoría de las traducciones están basadas en la edición de 1955, la primera versión.<br />
La que tenemos aquí comprende sesenta y nueve fragmentos. Los críticos<br />
contemporáneos han encontrado una estructura donde la mayoría de sus<br />
contemporáneos no pudieron encontrarla. Pueden reconocerse dos partes y, como<br />
frontera entre estas dos, estaría el fragmento 37, que es donde nos damos cuenta que<br />
Juan Preciado, el narrador de la novela, está muerto. A partir de ahí, comenzaría la<br />
segunda parte de la novela. La primera parte se caracteriza porque en ella tiene una<br />
mayor relevancia Juan Preciado, mientras que <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> adquiere un mayor<br />
protagonismo en la segunda. Los episodios de la primera mitad se centran en la llegada<br />
de Juan a Comala, a donde ha ido a buscar a su padre, <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>, por petición de la<br />
madre en su lecho de muerte. Sin embargo, lo único que encuentra es un pueblo lleno de<br />
fantasmas. Tropieza con una serie de personajes (Abundio, Eduviges, Damiana) y todos<br />
ellos, que aparentemente están vivos, al final, resulta que están muertos. El miedo que le<br />
3 María Victoria Albornoz (Universidad de Saint Louis, Campus de Madrid) <br />
Para el Taller de escritura creativa <strong>Clara</strong> <strong>Obligado</strong>
producen estos encuentros va aumentando hasta el punto de que el “terror” de saberse<br />
rodeado de muertos es lo que finalmente lo mata. La segunda parte está dedicada, <strong>sobre</strong><br />
todo, a episodios de la vida de <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>, padre de Juan Preciado.<br />
Hay diferencias importantes entre las dos partes. Por ejemplo, hay un mayor<br />
predominio de un narrador omnisciente en la segunda parte, mientras que en la primera<br />
el narrador más importante está en primera persona (Juan preciado). Además, los<br />
acontecimientos referentes a la llegada de Juan al pueblo están ordenados de manera<br />
cronológica, mientras que los de <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>, ubicados casi todos en la segunda, no lo<br />
están. Pero además de éstas, hay una diferencia en lo que se refiere a los personajes<br />
“faro”, es decir, personajes que orientan o determinan el rumbo de otros personajes. En<br />
las dos partes se trata de mujeres. En la primera, encontramos a la madre de Juan<br />
Preciado (Dolores). Realmente es ella, en su lecho de muerte, quien le instiga a volver al<br />
pueblo a buscar a su padre. Es la que dirige de alguna forma sus acciones, sin importar<br />
que él mismo confiese en mitad de la novela que si ha vuelto, no ha sido para vengarse,<br />
como quería ella, sino llevado por la ilusión de conocer a su padre. En la segunda parte,<br />
encontramos otra mujer “faro” que también orienta las acciones del otro protagonista,<br />
<strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>. Se trata de Susana San Juan. Es la mujer por la que él conquista todo,<br />
por la que hace todo; es la mujer por la que renuncia a todo y de alguna forma la<br />
responsable de la ruina de Comala. Cuando los habitantes del pueblo no respetan el<br />
funeral de Susana San Juan por irse de fiesta, <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> nunca los perdona por esto<br />
y decide sentarse en un equipal y cruzarse de brazos –él es el gran terrateniente, el dueño<br />
de todo el pueblo, el dueño de los destinos de todos los habitantes. Deja que ellos se<br />
arreglen como puedan. Simbólicamente, es el padre, <strong>Pedro</strong>, que abandona a sus hijos<br />
descarriados, al hijo (Comala). Y así recibe su castigo. Este es el final del pueblo<br />
próspero. Todo lo que hace <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> lo hace por amor. Así, tenemos al principio<br />
una historia de fantasmas que se transforma, al final, en una historia de amor. La<br />
historia de un hombre que construye su imperio <strong>sobre</strong> la ilusión de una mujer, y que lo<br />
deja morir cuando la pierde.<br />
Me gustaría ver con Uds. el proceso de escritura, a través del cual Rulfo elimina<br />
lo que sobra, como había mencionado antes. Un proceso en el que se aprecia por qué es<br />
el rey de la concisión:<br />
Se leía: “Es mi culpa, mi propia culpa; nada más que mi culpa. He traicionado a mis amigos,<br />
no sólo a mis hermanos, sino a mis amigos; porque ellos me quieren. Me han dado su fe y buscan<br />
mi intercesión para con Dios”.<br />
Definitivamente quedó: “Mi culpa. He traicionado a aquellos que me quieren y que me han<br />
dado su fe y me buscan para que yo interceda por ellos para con Dios”.<br />
En otro ejemplo:<br />
Se leía: “… la sangre que la ahogaba. Rompió sus brazos hasta el quebrantamiento por<br />
defender su vida. Todavía veo sus muecas”.<br />
Y eso quedó reducido a: “La sangre que la ahogaba. Todavía veo sus muecas”.<br />
Me parece interesante cómo estos ejemplos ilustran el proceso de limpieza del<br />
texto. Parece ser que en el año 1994 se publicaron “Los cuadernos de <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>”<br />
donde se pueden ver las versiones anteriores, y el proceso de eliminación que llevó a<br />
cabo.<br />
4 María Victoria Albornoz (Universidad de Saint Louis, Campus de Madrid) <br />
Para el Taller de escritura creativa <strong>Clara</strong> <strong>Obligado</strong>
Querría revisar un poco al fragmento que de alguna forma marca la frontera<br />
entre esas dos partes que hemos mencionado en la novela. Me refiero al fragmento 37,<br />
donde Juan Preciado dialoga con Dorotea en la tumba, y nos enteramos de que está<br />
muerto. Un poco antes, se encuentra con una pareja de hermanos, que según Rulfo, son<br />
una alucinación, una prueba de que él (Juan Preciado) ya ha perdido la cabeza, de que<br />
está loco. Hasta entonces, hemos seguido a un narrador con el cual nos identificamos, al<br />
cual le creemos y del cual no tenemos mayores motivos para desconfiar. Sin embargo, su<br />
interlocutora, Dorotea, cuestiona de alguna forma lo que éste nos ha contado:<br />
“- Quieres hacerme creer que te mató el ahogo, Juan Preciado? Yo te encontré en la plaza, muy<br />
lejos de la casa de Donis (hermano de Dorotea), y junto a mí también estaba él, diciendo que<br />
te estabas haciendo el muerto. Entre los dos te arrastramos a la sombra del portal ya bien<br />
tirante, acalambrado como mueren los que mueren muertos de miedo. De no haber habido aire<br />
para respirar esa noche de que hablas, nos hubieran faltado las fuerzas para llevarte y contimás<br />
para enterrarte. Y ya ves, te enterramos.<br />
- Tienes razón Doroteo. ¿Dices que te llamas Doroteo?<br />
- Da lo mismo. Aunque mi nombre sea Dorotea. Pero da lo mismo.<br />
- Es cierto, Dorotea. Me mataron los murmullos”.<br />
“¿Quieres hacerme creer que te mató el ahogo, Juan Preciado?”, le dice Dorotea. De<br />
repente, aparece un personaje que cuestiona la única versión que teníamos de los<br />
acontecimientos, la de Juan Preciado, y que ofrece a cambio la suya. Nos informa <strong>sobre</strong><br />
cómo lo encontró y dónde. Nos informa que fue ella quien lo enterró. Nos enteramos,<br />
igualmente, de que no somos los interlocutores de Juan Preciado, sino Dorotea, la<br />
persona junto a la cual está enterrado.<br />
Los murmullos que lo matan y que van aumentando conforme llegamos a la<br />
mitad de la novela aparecen en varios fragmentos sin la intervención de un narrador.<br />
Son diálogos, susurros, palabras sueltas cuya procedencia en ocasiones no conseguimos<br />
ubicar. El mundo fantasmal que encuentra Juan preciado en Comala no puede distar<br />
más del paraíso verde que le describiera la madre:<br />
“Allá hallarás mi querencia. El lugar que yo quise. Donde los sueños me enflaquecieron. Mi<br />
pueblo, levantado <strong>sobre</strong> una llanura. Lleno de árboles y de hojas, como una alcancía donde<br />
hemos guardado nuestros recuerdos. Sentirás que allí uno quisiera vivir para la eternidad. El<br />
amanecer; la mañana; el mediodía y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia del<br />
aire. Allí, donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un<br />
murmullo; como si fuera un puro murmullo la vida…”<br />
El Comala que encuentra es un sitio caluroso, desértico, donde no circula el aire.<br />
En cierto modo nos recuerda en algunos aspectos el infierno, en otros el purgatorio.<br />
Pero su madre lo recuerda como un sitio paradisíaco. Cuando él vuelve y busca ese<br />
“jardín” con los ojos de la madre, ya no lo encuentra. No existe. El regreso a Comala se<br />
puede interpretar como la búsqueda del Edén, la búsqueda del padre, del origen<br />
personal y colectivo, la búsqueda de la propia identidad. Una búsqueda que, sin<br />
embargo, como anoté, no culmina en el hallazgo anhelado.<br />
"Me enterraron en la misma sepultura y cupe muy bien en el hueco de tus brazos. Aquí en este<br />
rincón donde me tienes ahora. Sólo se me ocurre ser yo la que te tuviera abrazado a ti. ¿Oyes?<br />
Allá afuera está lloviendo. ¿No sientes el golpear de la lluvia?"<br />
5 María Victoria Albornoz (Universidad de Saint Louis, Campus de Madrid) <br />
Para el Taller de escritura creativa <strong>Clara</strong> <strong>Obligado</strong>
Juan Preciado y Dorotea están enterrados en una especie de útero.<br />
Curiosamente, al final de este fragmento, vemos que están enterrados los dos juntos y<br />
abrazados, pero es Juan Preciado quien abraza a Dorotea y no al revés. Este abrazo de<br />
alguna forma representa la búsqueda de la madre. Podríamos ver esta búsqueda también<br />
en las dos figuras femeninas que Juan Preciado encuentra en Comala, Eduviges y<br />
Damiana. La primera le dice que ella podría haber sido su madre; la segunda, es la mujer<br />
que lo crió en sus primeros días de vida. Son figuras maternas sustitutas. Su encuentro<br />
con ellas es también el encuentro con aquella madre que pudo haber sido y con la que<br />
actuó como tal, al menos durante los primeros días. Así que si bien la búsqueda del<br />
padre es bastante evidente, también podemos hablar de una búsqueda de la madre.<br />
Dorotea, además, significa “regalo de los dioses”, “aquella que posee el don”. En otro<br />
fragmento muy pequeño, Dorotea le dice:<br />
“- Mejor no hubieras salido de tu tierra.<br />
- ¿Qué viniste a hacer aquí?<br />
- Ya te lo dije en un principio. Vine a buscar a <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>, que según parece fue mi padre.<br />
Me trajo la ilusión.”<br />
Este diálogo nos lleva directamente al principio de la novela, a las primeras<br />
líneas. Descubrir que el narrador que creíamos confiable no lo es, produce un efecto<br />
similar al de la película Los otros de Alejandro Amenábar, donde todo transcurre,<br />
aparentemente, en el terreno de lo real, cuando en realidad estamos en el mundo de los<br />
muertos. Sólo hasta el final nos enteramos de quiénes son los fantasmas.<br />
¿Qué temas <strong>sobre</strong>salen en este libro? El más obvio de todos es la muerte que<br />
puede abordarse desde diversos ángulos. Para empezar, es el tema que abre y cierra la<br />
novela. Sabemos que Juan Preciado ha llegado a Comala porque le ha prometido a su<br />
madre en su lecho de muerte que iría a buscar a su padre. Esta promesa (y la ilusión) es<br />
lo que lo lleva al pueblo. Pero la novela también se cierra con la muerte de <strong>Pedro</strong><br />
<strong>Páramo</strong>, un personaje que, podría decirse, tiene dos muertes: la real (en el penúltimo<br />
fragmento) y la mítica, por llamarla de algún modo, (en el último fragmento). La<br />
muerte, además de abrir y cerrar la novela, la divide en dos: en este caso, no se trata de la<br />
muerte de la madre ni del padre, sino del hijo, Juan Preciado.<br />
Tenemos también el tema de la venganza vinculado a la muerte. <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong><br />
es un personaje bajo el influjo de dos grandes móviles: el amor y la venganza. El amor<br />
por Susana San Juan, el ser por el cual lo conquista y lo destruye todo. Y la venganza<br />
hacia aquellos que mataron a su padre (o fueron sospechosos de matarlo) y hacia el<br />
pueblo de Comala por no guardarle el debido respeto a Susana durante su funeral. Al<br />
igual decide matar uno a uno a todos los asistentes a la fiesta en la que es asesinado su<br />
padre (puesto que no sabe a ciencia cierta quién lo mató), decide cruzarse de brazos y<br />
dejar que el pueblo se deteriore hasta la ruina. Por tanto, los dos elementos están<br />
vinculados: la venganza y la muerte.<br />
Pero quizás el aspecto más interesante de la muerte es que en la novela no hay<br />
una frontera clara entre la vida y el más allá. Vemos a todos éstos personajes que son<br />
como “almas en pena”, son espíritus que han pecado y por esos pecados están atrapados<br />
en Comala. Allí están esos personajes, esos murmullos, esas voces que de ninguna<br />
manera pueden descansar en paz. Están atrapados en el pueblo porque no han recibido<br />
el perdón, ya que el sacerdote que habría podido darles la absolución, el padre Rentaría,<br />
6 María Victoria Albornoz (Universidad de Saint Louis, Campus de Madrid) <br />
Para el Taller de escritura creativa <strong>Clara</strong> <strong>Obligado</strong>
no puede hacerlo porque a su vez él tampoco ha recibido el perdón. Uno de los<br />
personajes que a mí, personalmente, me resulta fascinante, es Susana San Juan. Es la<br />
única que rechaza el perdón del padre Rentaría. Le dice que se vaya, que no lo necesita,<br />
que la deje en paz.<br />
La idea de la muerte como continuación de la vida me resulta muy atractiva. En<br />
este caso se trata, en realidad, de una especie de limbo donde estos personajes, acuciados<br />
por la culpa, están condenados a revivir sus recuerdos indefinidamente. García Márquez<br />
va a retomar esta idea de la continuidad entre los dos mundos, aunque en Cien años de<br />
soledad los muertos de alguna forma envejecen, pierden los dientes, se sienten solos y<br />
tienen, de alguna forma, otra especie de vida en el “más allá”. Es una muerte menos<br />
anclada a la vida, si puede decirse, y más feliz. Sin embargo, en “<strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>” la<br />
muerte supone el estancamiento, el tiempo detenido, algo que no tiene ni pasado, ni<br />
presente, ni futuro, porque se disuelven, porque son almas que están atrapadas y que no<br />
avanzan hacia ningún lado.<br />
En lo que se refiere a los protagonistas de la novela, la crítica ha tendido a<br />
centrarse en los dos más obvios: <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>, por supuesto, y Juan Preciado. Rulfo<br />
afirmó en una ocasión, por su parte, que el gran protagonista de su novela era el pueblo,<br />
Comala. Ese pueblo de fantasmas, de tiempo detenido, donde un día llega un personaje<br />
que está vivo (Claro, ése es uno de los puntos más controvertidos de la novela por parte<br />
de la crítica, la cuestión de si Juan Preciado está vivo o muerto cuando llega a Comala.<br />
Rulfo, por su parte, afirma que Juan Preciado estaba vivo, aunque parte de la crítica,<br />
entre ellos yo, afirma que estaba muerto). Ese pueblo es el gran protagonista con todos<br />
los murmullos y voces. A pesar de que <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> sea la cabeza, incluso la columna<br />
del pueblo, es la colectividad de sus habitantes, esa fuerza tan grande que tiene, la que se<br />
erige, en definitiva, como protagonista del relato.<br />
Hay un pueblo en México también llamado Comala, aunque no se trata del<br />
mismo pueblo. Aquel, al parecer, es un sitio próspero. Rulfo se inspiró para el nombre<br />
del suyo en el “Comal”, una plancha que se utiliza para hacer las tortillas de maíz. Otra<br />
vez vemos aquí, en el título, la simbología del pueblo como un lugar infernal. Recuerden<br />
que al comienzo, en una de las primeras menciones que se hacen de éste, se describe<br />
como un lugar similar a lo que entendemos por infierno. Es un sitio al que se accede<br />
bajando por una pendiente, un sitio tremendamente caluroso, donde el tiempo parece<br />
detenido:<br />
“Después de trastumbar los cerros, bajamos cada vez más. Habíamos dejado el aire caliente allá<br />
arriba y nos íbamos hundiendo en el puro calor sin aire. Todo parecía estar como en espera de<br />
algo.<br />
‐ Hace calor aquí- dije.<br />
‐ -Si, y esto no es nada- me contestó el otro<br />
‐ Cálmese. Ya lo sentirá más fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está <strong>sobre</strong> las<br />
brasas de la tierra. En la mera boca del Infierno. Con decirle que muchos de los que allí<br />
se mueren, al llegar al Infierno regresan por su cobija.”<br />
Aparece aquí el personaje de “Abundio” que es hermano de Juan Preciado, y el<br />
que le guía hasta el pueblo. Además es quien mata a <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>. Es el parricida.<br />
7 María Victoria Albornoz (Universidad de Saint Louis, Campus de Madrid) <br />
Para el Taller de escritura creativa <strong>Clara</strong> <strong>Obligado</strong>
Siguiendo con la idea del pueblo como protagonista, tenemos, también, el<br />
Comala Paraíso, fundamentalmente a través de los ojos de la madre. Aparece aquí<br />
representando la infancia, esa tierra de verdor, ese jardín ya clausurado que sólo existe en<br />
la memoria de los personajes. Y por último, y llama mucho la atención, Comala aparece<br />
como un espacio muy relacionado con los sonidos, con la presencia o la ausencia de<br />
sonidos. A lo largo de la novela, escuchamos esas voces, esos murmullos, las tablas de los<br />
ataúdes deshaciéndose. Ruidos, crujidos, sonidos que nos recuerdan que allí hubo algo.<br />
Junto a estos personajes protagónicos, podemos incluir también a Susana San<br />
Juan. Hay una frase que la define muy bien, y que García Márquez tomó prestada para<br />
describir a “Remedios la bella” de Cien años de soledad. “Es una mujer que no es de este<br />
mundo”. Es un personaje muy singular, porque es lo que único que añora <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>,<br />
y lo único que nunca llega a poseer. Casi puede decirse que lo mueve la ilusión de un<br />
fantasma del pasado. Susana también es importante si pensamos en su relación con otros<br />
personajes: con el padre Rentaría, por ejemplo, a quién rechaza. Y con su padre, con<br />
quien tiene una relación bastante turbia (¿Incesto?) y desafiante. En fin, es un personaje<br />
que escapa, a través de su locura, de todo el que quiere imponerle su dominio.<br />
Hay otros personajes importantes, desde luego. Abundio, a quien ya hemos<br />
mencionado. Es el personaje que abre y cierra la novela. Es el mensajero, el cartero de<br />
Comala. El que sirve de intermediario, podría decirse, entre el mundo de los vivos y los<br />
muertos. La madre, por otra parte, que aparece proyectada en otros personajes del<br />
pueblo como Eduviges, como Dorotea, como Damiana.<br />
Antes había hablado de la importancia de la muerte en la novela. Me gustaría<br />
mencionar también la ilusión. Es el motor de mucho personajes, aunque se trata de una<br />
ilusión muerta, que no se concretiza en nada. Todos los personajes tienen una ilusión<br />
que parece de antemano condenada al fracaso. Así, Dolores, la madre, tiene la ilusión de<br />
la venganza. A Juan Preciado, en cambio, lo mueve la ilusión de conocer a su padre,<br />
pero resulta que el padre está muerto desde un comienzo. Y éste, a su vez, <strong>Pedro</strong><br />
<strong>Páramo</strong>, tiene otra ilusión, Susana San Juan, un anhelo que siempre se le escapa. En<br />
cuanto a Dorotea, la compañera de tumba de Juan Preciado, sabemos que en vida tenía<br />
la ilusión, nunca mejor dicho, de un hijo que creía real, pero que nunca existió. Y a<br />
Susana San Juan la movía la ilusión de un hombre, que no sabemos si alguna vez fue real<br />
o no. Refiriéndose a este personaje, Rulfo diría:<br />
“En lo más íntimo, <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> nació de una imagen y fue la búsqueda de un ideal que llamé<br />
Susana San Juan. Susana San Juan no existió nunca: fue pensada a partir de una muchachita<br />
a la que conocí brevemente cuando yo tenía trece años. Ella nunca lo supo y no hemos vuelto a<br />
encontrarnos en lo que llevo de vida”. Juan Rulfo.<br />
Y por último, están los personajes que deciden quedarse hasta la muerte de<br />
<strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> para heredarle, pero nunca lo hacen porque aquél se vuelve un hombre<br />
unido a su equipal, en el que observa sentado el camino por donde se llevaron el ataúd<br />
de Susana, mientras todo el pueblo a su alrededor se va desintegrando. Hay una imagen<br />
de un cuento de El llano en llamas que resume muy bien para mí esta idea de ilusión<br />
hueca:<br />
“Cae una gota de agua, grande, gorda, haciendo un agujero en la tierra y dejando una plasta<br />
como la de un salivazo. Cae sola. Nosotros esperamos a que sigan cayendo más y las buscamos<br />
con los ojos. Pero no hay ninguna más. No llueve. Ahora si se mira el cielo se ve a la nube<br />
aguacera corriéndose muy lejos, a toda prisa. El viento que viene del pueblo se le arrima<br />
8 María Victoria Albornoz (Universidad de Saint Louis, Campus de Madrid) <br />
Para el Taller de escritura creativa <strong>Clara</strong> <strong>Obligado</strong>
empujándola contra las sombras azules de los cerros. Y a la gota caída por equivocación se la<br />
come la tierra y la desaparece en su sed”. Nos han dado la tierra.- El llano en llamas.<br />
Ha habido muchos análisis que hablan <strong>sobre</strong> un viaje iniciático. Un descenso a<br />
los infiernos. En opinión de Octavio Paz, más que la historia de la pérdida del paraíso,<br />
en la novela encontramos el retorno. Un retorno frustrado, cabe añadir:<br />
“Si el tema de Malcolm Lowry es el de la expulsión del paraíso, el de la novela de Juan Rulfo<br />
(<strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>) es el del regreso. Por eso el héroe es un muerto: sólo después de morir podemos<br />
volver al edén nativo. Pero el personaje de Rulfo regrese a un jardín calcinado, a un paisaje<br />
lunar, al verdadero infierno. El tema del regreso se convierte en el de la condenación; el viaje a<br />
la casa patriarcal de <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong> es una nueva versión de la peregrinación del alma en<br />
pena”. Octavio Paz.<br />
Conectándolo con su otro libro, El llano en llamas, hay un cuento, “Luvina”, que<br />
puede considerarse el antecedente de <strong>Pedro</strong> <strong>Páramo</strong>.<br />
“… Y la tierra es empinad. Se desgaja por todos lados en barracas hondas, de un fondo que se<br />
pierde de tan lejano. Dicen los de Luvina que de aquellas barrancas suben los sueños…”<br />
Luvina.- El llano en llamas.<br />
Con respecto a algunos puntos ambiguos, según los críticos, como es el caso de<br />
los hermanos (si están vivos o muertos, si existe un incesto entre ellos), Rulfo, les da la<br />
categoría de alucinaciones o apariciones. Su función textual es señalar que Juan Preciado<br />
ha perdido la razón. No les concede ni siquiera la condición de fantasmas que tendrían<br />
los demás.<br />
Para terminar, me gustaría leer un fragmento de una entrevista a Rulfo, en la que se<br />
refiere al proceso de creación de sus personajes:<br />
“No puedo saber hasta ahora qué es lo que me lleva a tratar los temas de mi obra narrativa. No<br />
tengo un sentido crítico-analítico preestablecido. Simplemente me imagino un personaje, al<br />
seguir su curso, me va a llevar. No trato yo de encauzarlo, sino de seguirlo aunque sea por<br />
caminos oscuros. Yo empiezo primero imaginándome un personaje. Tengo la idea exacta de<br />
cómo es ese personaje. Y entonces lo sigo. Sé que no me va a llevar de una manera en secuencia,<br />
sino que a veces va a dar saltos. Lo cual es natural, pues la vida de un hombre nunca es<br />
continua. Sobre todo si se trata de hechos. Los hechos humanos no siempre se dan en secuencia.<br />
De modo que yo trato de evitar momentos muertos, en que no sucede nada. Doy el salto hasta el<br />
momento cuando al personaje le sucede algo, cuando se inicia una acción, y a él le toca accionar,<br />
recorrer los sucesos de su vida”. (Entrevista con Joseph Sommers, 1973).<br />
Madrid, 25 de mayo de 2011<br />
9 María Victoria Albornoz (Universidad de Saint Louis, Campus de Madrid) <br />
Para el Taller de escritura creativa <strong>Clara</strong> <strong>Obligado</strong>