San Valentín - Escritura Creativa · Clara Obligado
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ENVIO 4<br />
LITERATURA ERÓTICA<br />
Muchas veces marginada, leída en secreto, quemada en la hoguera a veces, escondida casi<br />
siempre, la literatura erótica tiene auténticas joyas literarias que casi nunca se incluyen en<br />
los programas de estudio de las universidades.<br />
¿Por qué? ¿Tiene el ser humano miedo a reconocer sus pasiones? ¿Es en este punto de<br />
extrema libertad donde se han cebado los represores?<br />
El concepto de qué es erótico y qué no lo es varía con las épocas. Mme. Bovary, por<br />
ejemplo, fue llevada a juicio, y hoy no escandalizaría nadie. La obra del Marqués de Sade,<br />
escrita al calor de la Revolución Francesa, permaneció durante siglo y medio en el olvido y,<br />
aunque fue rescatada por los surrealistas, aún puede hacer sonrojar a cualquiera. ¿Por qué,<br />
en fin, escandaliza más el sexo que las matanzas o el hambre? Y por fin, ¿existe la censura<br />
hoy, cuando hemos entrado ya en el siglo XXI?<br />
Todas estas preguntas quedarán de momento sin respuesta, ya que no corresponde al<br />
taller responderlas, pero sin duda son un interesante tema de debate. Así, aunque el tema<br />
rebase evidentemente los márgenes de la literatura, nos mantendremos dentro de nuestro<br />
campo, que es de por sí de una amplitud sorprendente.<br />
En primer lugar nos encontramos con que es difícil elegir una palabra que abarque este<br />
tipo de literatura: pornografía, erotismo, obscenidad, literatura licenciosa o simplemente<br />
amorosa, son términos que intentan delimitar un campo de fronteras difusas.<br />
Así, cada palabra esconde una historia, que aquí os relataremos.
El Origen de las palabras 1<br />
Pornografía<br />
El origen del término pornografía esconde la siguiente historia. Pornografía viene del griego,<br />
y es una palabra compuesta por el verbo péremi, que quiere decir vender personas, de donde se<br />
deriva también porné, pl. pornai, es decir. mujer que se vende: esclava y, con el tiempo,<br />
prostituta) con grafos, o sea, persona que escribe.<br />
La necesidad de vender, de informar sobre la mercancía, llevó a los comerciantes de<br />
esclavos a colgar cédulas o tablillas del cuello de las esclavas. Y quienes las redactaban<br />
fueron llamados pornógrafos.<br />
Un pornógrafo era una especie de publicitario, y, por extensión del término, pasó a<br />
querer decir persona que escribe sobre prostitutas.<br />
Peor lo más curioso es que esta palabra, en el sentido en el que hoy se suele utilizar<br />
(matiz negativo, determinado enfoque siempre mal escrito y escandaloso), así, como la<br />
usamos, hoy, no fue incorporada en el diccionario hasta la tardía fecha de 1925.<br />
Obscenidad<br />
Dejemos Grecia, y viajemos a la antigua Roma. Los romanos, que eran personas muy<br />
prácticas, tuvieron una lengua consagrada específicamente a temas religiosos, dentro de la<br />
cual estaba incluido el lenguaje de los augurios o de la magia. En este ámbito del “auspicio”<br />
(de avis spicio, consultar a las aves), encontramos la palabra que nos interesa: obsceno, que<br />
alude a “lo que no se dice porque trae mala suerte”.<br />
Lo obsceno, pues, entra dentro del campo de lo fatalis, es decir, de las cosas enviadas<br />
por el hado (la suerte).<br />
En el siglo III d.C. el término pierde su valor religioso, y pasa a denominar “lo que no<br />
se dice porque es desagradable”, extendiéndose luego a las “partes pudendas”.<br />
Esta palabra se incluye en el diccionario mucho antes que su vecina, la pornografía.<br />
Aparece mencionada ya en 1490, en Sevilla, en el Diccionario Universal de Latín y Lenguas<br />
Romances, de Fernández Palencia.<br />
De todos modos, la tradición literaria recoge para la palabra obsceno un significado<br />
distinto. En opinión de D.H. Lawrence –autor, entre muchas otras obras, de El amante de<br />
Lady Chaterley- (otro texto que escandalizó a la sociedad victoriana y que hoy no sonrojaría a<br />
un niño), según Lawrence, decíamos, obsceno designa lo que debe quedar fuera de escena<br />
porque es grosero. Aquello que no puede representarse en el escenario. 2<br />
Erotismo<br />
El concepto de erotismo es, sin duda, un concepto que incluiría lo obsceno y lo<br />
pornográfico; un término más amplio, aunque suele pensarse que el erotismo es algo así<br />
como “sexo sin detalles”. No sería estrictamente éste su verdadero significado, ya que,<br />
como decíamos antes, el escándalo está marcado por la época, y lo que resulta chocante en<br />
un momento, en otro no lo es.<br />
1 Parte de los textos de este envío están tomados de : <strong>Obligado</strong>, <strong>Clara</strong> y Zapata, Ángel. Cartas eróticas. Madrid,<br />
Temas de Hoy, 1993 (Biblioteca erótica).<br />
2 Lawrence, D.H. y Miller, Henry. Pografía y obscenidad. Argonauta, Barcelona, 1981.
“Erotismo” esconde la presencia de Eros, dios del amor, y hay en Grecia varias<br />
tradiciones que nos hablan de su origen.<br />
Así nos lo cuenta, por ejemplo, Hesíodo, en su Teogonía 3 , con un famoso incipit que ya<br />
citamos en nuestro primer envío:<br />
Antes de todo existió el Caos. Después Gea, la de amplio pecho, sede segura de todos los inmortales que<br />
habitan las nevadas cumbres del Olimpo. Por último Eros, el más hermoso entre los dioses inmortales, que<br />
afloja los miembros y cautiva de todos los dioses y hombres el corazón y la sensata voluntad en sus pechos.<br />
Hay leyendas que nos cuentan que Eros fue un dios primigenio, anterior aún a Cronos,<br />
el tiempo. En ellas se dice que Nux (la noche), puso un huevo; cuando el huevo se rompió<br />
salieron de dentro Gea (la tierra) y Uranos (el firmamento). Y de entre ellos escapó Eros,<br />
que desde entonces vaga por el mundo, como una fuerza loca, revolviendo las cosas.<br />
En esta leyenda aparece una de las características del amor, que consiste en ser<br />
extremadamente cambiante y movedizo.<br />
Otras historias lo hacen hijo de Afrodita y de Ares, la belleza y la guerra. A este amor<br />
tan peculiar le nacen cinco hijos:<br />
Eros, el amor puro<br />
Anteros, el amor recíproco,<br />
Deimos, el terror, y por último<br />
Fobos, que encarna el miedo<br />
Y en último lugar nace un hijo deforme llamado<br />
Príapo, con una verga descomunal, que será enviado a la tierra. Allí lo recogen los pastores<br />
y lo convierten, gracias a su notable atributo, en el dios de la fertilidad.<br />
En esta tradición vemos recogida otra característica del amor. Si bien en la<br />
narración de Hesíodo se señalaba la naturaleza movediza e inconstante del dios, ahora se<br />
subraya la mezcla con la que se crea su naturaleza. Miedo y amor, o belleza y guerra, son así<br />
atributos contrapuestos que muestran el perfil dialéctico de este sentimiento.<br />
La idea de la unión del amor con el miedo aparece también en el cuento popular.<br />
Juan sin miedo resume cómo un muchacho que no conoce el miedo, tiembla aterrado frente<br />
al amor.<br />
Y continuemos con estos relatos que nos llegan desde la tradición clásica.<br />
Para Platón, el origen de Eros merece también una mención aparte, ya que lo pinta<br />
como rico y pobre a la vez.<br />
Hijo de Penía (la escasez) y de Poros (el recurso), es esta fuerza rica en ardides, pero<br />
sufre siempre la sensación de escasez que le viene por herencia materna, que lo convierte<br />
en un ser permanentemente insatisfecho. Por esta causa, por este origen, es el amor<br />
inconstante, porque nunca le alcanza con lo que tiene.<br />
Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y, entre todos, estaba también Poros, el hijo<br />
de Metis. Después de que terminaran de comer, vino a mendigar Penía, como era de esperar en una ocasión<br />
festiva, y estaba cerca de la puerta. Mientras, Poros, embriagado de néctar, se durmió. Entonces Penía,<br />
maquinando, impulsada por su carencia de recursos, hacerse un hijo de Poros, se acuesta a su lado y concibe<br />
a Eros. Por esta razón, precisamente, es Eros también acompañante y escudero de Afrodita, al ser<br />
3 Buscar cita
engendrado en la fiesta de nacimiento de la diosa yal ser, a la vez, por naturaleza amante de lo bello, dado<br />
que Afrodita también es bella... 4<br />
Comentando la obra de Platón, el filósofo neoplatónico Marsilio Ficino nos ofrece,<br />
por qué no, él también, su retrato del dios:<br />
Se dice que el amor es joven, porque comúnmente los jóvenes son seducidos por el amor, y llevados por<br />
sus asechanzas se acercan a los de joven edad. Suave, porque los temperamentos amables son seducidos<br />
más fácilmente. Y los que son seducidos, aunque antes fueran feroces, se vuelven mansos. Agil y flexible,<br />
porque penetra a escondidas y de la misma forma desaparece. Proporcionado y armonioso, porque<br />
desea cosas hermosas y ordenadas, y huye de las contrarias. Brillante, porque en la florida y espléndida<br />
edad inspira el ingenio del hombre y desea lo que está en flor. 5<br />
No dejes de leer el Asno de Oro<br />
Dentro de la literatura helenística hay una novela que os aconsejamos leer: El Asno de Oro,<br />
de Apuleyo, quien narra cómo un personaje, debido a su falta de piedad, es convertido en<br />
burro, perdiendo así sus características humanas, pero ganando en cambio aquella poderosa<br />
cualidad del animal: una verga desmesurada.<br />
En el curso de la obra encontraremos la famosa fábula de Eros y Psique, pintada<br />
muchas veces, donde aparece una de las más bellas descripciones de Cupido que ha dado la<br />
literatura.<br />
Pero antes de que leáis este relato, os ponemos en antecedentes: la bellísima Psique fue<br />
dada en matrimonio a un ser invisible que vivía en un hermoso palacio. Pero sus hermanas<br />
–envidiosas como todas las hermanas de los cuentos maravillosos- quieren destrozar su<br />
felicidad y la incitan así a romper el pacto que estableciera con su evanescente esposo: no<br />
me veas, no intentes mirarme, le había dicho él, porque la desgracia caerá sobre nosotros y<br />
nos veremos obligados a separarnos.<br />
La hermosa joven –espoleada por sus hermanas, pero también por su curiosidad-<br />
encendió una noche, como estuviera dormido su esposo, una lámpara de aceite, y<br />
admirada vio que a su lado descansaba el mismísimo amor.<br />
Así lo describe Apuleyo:<br />
(Psique) ve la rubia cabellera de su noble cabeza impregnada de ambrosía; ve su cabello en bucles<br />
graciosamente enmarañados cayéndole en cascadas sobre su cuello, blanco como la leche, y sobre sus mejillas<br />
de púrpura, unos por delante, otros por detrás; y el resplandor que despiden hace palidecer con sus vivos<br />
destellos a la misma luz de la lámpara. En la espalda del dios volador, las plumas resplandecen de<br />
blancura como flores cubiertas de rocío y, aun estando las alas en reposo, el suave y delicado plumón que las<br />
rodea se estremece y juguetea jovialmente. El resto del cuerpo, hermoso y sin vello, a modo que Venus no se<br />
arrepentiría de haberle dado a luz. Al pie del lecho yacían el arco, el carcaj y las flechas: las propicias<br />
armas de la poderosa divinidad. 6<br />
4 Platón. Diálogos III. Madrid, Gredos, 1986.<br />
5 Ficino, Marsilio. De amore. Madrid, Tecnos, 1986.<br />
6 Apuleyo. El Asno de Oro. Madrid, Akal, 1988.
Y en ese mismo momento, cuando vio al dios, la joven, admirada, se distrajo. En ese<br />
momento una gota del aceite hirviendo de su lámpara cayó sobre Eros y, quemándolo, lo<br />
sacó de su sueño. Entonces...<br />
Entonces os recomendamos que leáis esta fábula milesia para saber qué sucedió con<br />
Psique, qué con son maravillosa pareja, por qué causas el Asno de Oro volvió a convertirse<br />
en hombre, y qué fue lo que en ese momento, recobrado su cuerpo, echó de menos.<br />
En cuanto a Cupido...<br />
En cuanto a Cupido, ya tenemos su retrato completo:<br />
Se puede decir que el dios es:<br />
Ciego, y por eso lleva los ojos vendados<br />
Caprichoso e irresponsable, y por ello lo representa un niño<br />
Cobarde, puesto que hiere de lejos con el arco y la flecha<br />
Y volátil, y por ello tiene alas.<br />
Estas son las características del Amor, según la tradición clásica.
Libros sobre libros<br />
Muchas veces no nos decidimos a leer literatura erótica porque no contamos con una<br />
bibliografía que nos señale las mejores obras del género. En este tema, en particular, son<br />
muchos los libros que no valen nada literariamente. Hemos elegido algunos textos que nos<br />
gustan, y esta enumeración excluye también libros que son auténticos clásicos. Como toda<br />
lista de libros es parcial y subjetiva, y hemos incluido en ella libros que apenas si son<br />
conocidos y excluidos algunos francamente famosos.<br />
Aceptemos esta parcialidad, ya que no se intentaba en absoluto presentar el género<br />
de forma exhaustiva sino más bien recomendar de forma variada varios textos que<br />
mostraran las diferentes posibilidades que éste tiene.<br />
Nos hemos atrevido a sumar a los libros modernos algunos clásicos como Safo o<br />
Catulo. No temas enfrentarte a ellos, muchas veces, además de interesarte literariamente,<br />
son auténticas lecciones de historia.<br />
Tal vez no encuentres algunos de ellos en las librerías, pero seguramente los puedes<br />
encontrar en cualquier biblioteca más o menos nutrida. Su temática es variada, y también el<br />
grado de dureza con el que trabajan el género. Aunque hemos intentado resumir muy<br />
brevemente las características del libro recomendado, dejamos sin duda a tu criterio y<br />
sensibilidad la selección final.<br />
Apuleyo. El asno de oro.<br />
Pequeña guía de literatura erótica<br />
Es el texto que comentamos en “Teorías”, un clásico para perderle miedo a los clásicos. En<br />
él el humor es clave, y su lectura resulta fascinante. No presenta dificultades de lectura, tal<br />
vez cuesten un poco las primeras páginas, pero enseguida se coge el ritmo.<br />
Aristófanes. Lisístrata.<br />
Seguimos con los clásicos. Aristófanes, el autor dramático que hizo reír a los griegos puede<br />
hacernos estallar en carcajadas con una temática tan actual como sorprendente: el pacifismo<br />
y el poder de las mujeres. Es un texto muy fácil de leer, descocado, libre, y platea las<br />
cuestiones eróticas haciendo alarde del espíritu libre que tenían los griegos.<br />
Catulo. Poemas<br />
Desde el intimismo más conmovedor al vituperio, de la poesía amorosa a la francamente<br />
pornográfica, los poemas de Catulo resultan siempre deliciosos. A quien le guste el poeta, le<br />
recomendamos que escuche también la versión musical de los Catuli Carmina compuesta<br />
por Karl Orff<br />
Laclos, Choderlos de. Las amistades peligrosas.
Esta novela, que muchos habrán visto en el cine, merece ser leída no sólo como<br />
divertimento, sino también como muestra de una técnica narrativa: la de la carta. No es un<br />
erotismo “fuerte”, y resulta una lectura amena aunque se haya visto la película.<br />
Cleland, John. Fanny Hill. Memorias de una joven galante.<br />
Un clásico del género. En su época, por supuesto, fue prohibida. En Fanny Hill se<br />
encuentra, con un muy buen nivel de escritura, la típica historia de la niña iniciada en la<br />
prostitución, sus aventuras y la descripción más o menos pormenorizada de su vida<br />
amorosa. Es también una novela de época, de muy fácil lectura.<br />
Duras, Marguerite. El hombre sentado en el pasillo.<br />
Un libro duro a la vez que poético, en el que la técnica de Marguerite Duras resplandece.<br />
Perteneciente a “la escuela de la mirada”, la autora establece aquí una curiosa perspectiva<br />
que puede interesar a quienes escribimos. Sólo para espíritus fuertes.<br />
Las Mil y una Noches.<br />
No leer Las mil y una noches es perderse algo importante en la vida. Hay que elegir una<br />
edición completa, y entregarse a ella, noche tras noche. Pocos libros causan un placer tan<br />
prolongado como este, y se comprende por qué el Sultán le perdonó la vida a Sherezade.<br />
Dice la tradición que hay que saltear siempre una página y no leerla: la lectura completa del<br />
libro acarrea la desgracia.<br />
Nabokov. Lolita<br />
Aunque causó un gran escándalo por su temática, hoy no impresiona demasiado. Es, ante<br />
todo, una gran novela, de lectura obligada. Tiene uno de los Incipit más bellos de la historia<br />
de la literatura.<br />
Nefzawi, Jeque. El jardín perfumado.<br />
Junto con el Kama Sutra, es una de las didácticas que se ha escrito sobre el juego erótico.<br />
Esta edición está acompañada por hermosas imágenes y algunos relatos que sirven como<br />
ejemplo de lo que el autor ha expuesto. Un libro para regalar.<br />
Nin, Anaïs. Delta de Venus.<br />
Se ha discutido mucho sobre la existencia de una literatura específicamente femenina. En<br />
los últimos años se han sumado las ediciones y la erótica escrita por mujeres causa una<br />
auténtica curiosidad. Pero, ¿tienen ellas una forma diferente de acerarse a este tema? Los<br />
relatos de Anaïs Nin, escritos para un rico norteamericano que pagaba por ellos a dólar la<br />
página, pueden ser un punto de partida para este debate.<br />
Petronio. Satiricón.<br />
No nos llegó de esta novela, escrita en tiempos de Nerón, más que una parte. Leerla puede<br />
demandarnos cierto esfuerzo, pero el texto es sorprendente. En él encontraremos<br />
maravillosas fábulas, como la de la Matrona de Efeso. El tono de humor es constante, y
una vez superada las primeras dificultades, el lector nada en una piscina donde la<br />
imaginación supera lo esperado.<br />
Sade, Marqués de. Conversaciones en el tocador.<br />
Entre muchas otras cosas, Sade fue un revolucionario. En este librito aparecen sus teorías<br />
políticas representadas a través de escenas de crueldad física y sexual. No es un libro para<br />
impresionables, puede escandalizar aún hoy, pero es tal vez uno de los textos más<br />
representativos de su época. Si se tiene la intención de conocer a este autor, este es un<br />
comienzo adecuado. Hay una edición con prólogo de A. García Calvo, que añade un plus a<br />
su lectura.<br />
Sacher Masoch, L. La venus de las pieles.<br />
Otro clásico, en este caso, del masoquismo. Es la contra cara del divino Marqués, más<br />
liviano, menos intelectual. Puede interesar por la modernidad de su escritura, y también a<br />
aquellos que quieran conocer el origen del término.<br />
Safo. Poemas.<br />
Son pocos los textos completos que nos quedan de la poetisa griega, pero valen la pena. En<br />
ellos se nos habla del dolor de amar, de la tristeza de las despedidas y de la felicidad del<br />
encuentro. Es un libro para espíritus sutiles, para aquellas personas a quienes gusta leer y<br />
releer hasta encontrar la sustancia. Una vez leídos, no se olvidarán jamás.<br />
Steimberg, Alicia. Amatista.<br />
Amatisa es una novela contemporánea escrita en clave de humor, una de las más divertidas<br />
del género. Fue finalista de la Sonrisa Vertical, y la elegimos porque en ella la alegría de<br />
vivir y la ironía son permanentes. Para personas acostumbradas al género, ya que es muy<br />
explícita, pero si se tiene costumbre de leer literatura erótica, resulta una perspectiva<br />
divertida.<br />
Vargas Llosa, Mario. El elogio de la madrastra.<br />
No es la mejor obra de Vargas Llosa, pero sin duda es una lección en cuanto al uso de un<br />
campo semántico relacionado con el sexo. La historia es en sí interesante, y en ella<br />
encontramos muchos de los juegos literarios propios de este género. Es un divertimento, y<br />
se dice que el autor lo escribió en los ratos libres de su campaña electoral para presidente<br />
del Perú.<br />
A quienes guste la literatura erótica recomendamos dos diccionarios muy interesantes<br />
aunque difíciles de conseguir:<br />
* Cela, Camilo José. Diccionario secreto. 3 t. Alianza/Alfaguara, Madrid, 1975.<br />
* Cela, Camilo José. Diccionario del Erotismo. 2 t. Barcelona, Grijalbo, 1988.
Modelos y modelitos<br />
Y también, para recordar la fecha, uno de los relatos del Decamerón, de Boccaccio 7<br />
Pero en él nos gustaría que te fijaras cómo se utiliza un campo semántico, es decir, un<br />
grupo de palabras que se relacionan con un mismo sentido. En este caso, el que se utiliza es<br />
el religioso, y en particular, el infernal, con el cual juega el autor. Te subrayamos los<br />
términos relacionados entre sí.<br />
Novela décima 8<br />
Alibech se hace ermitaña y el monje rústico le enseña a meter el diablo en el<br />
infierno.<br />
(...) Digo, pues, yendo a nuestro asunto, que en la ciudad de Gafsa, en Berbería, hubo en<br />
tiempos un hombre riquísimo que, entre otros hijos, tenía una hijita hermosa y seductora<br />
llamada Alibech. Esta no era cristiana, pero al oír a muchos cristianos que en la ciudad<br />
había encomiar mucho la fe cristiana y el servicio de Dios, preguntó un día a uno de qué<br />
manera y con menos impedimentos se podía servir a Dios. Respondióle que servían mejor<br />
a Dios quienes más huían de las cosas del mundo, como hacían los que habían marchado a<br />
las soledades de los desiertos de tebaida. La joven, que era inocentísima y contaba unos<br />
catorce años, a la mañana siguiente, sin comunicárselo a nadie, echó a andar sola hacia el<br />
desierto de tebaida, más movida por el impulso pueril que por consciente deseo; siguiendo<br />
aquel impulso, con gran trabajo llegó a aquellas soledades al cabo de unos días. Se<br />
encaminó hacia una casita que vio desde lejos y encontró a la puerta a un santo varón que,<br />
maravillado de verla allí, le preguntó qué buscaba. Respondióle que, inspirada por Dios,<br />
estaba buscando ponerse a su servicio, y asimismo a quien le enseñase cómo había que<br />
servirle.<br />
El bueno hombre, viéndola joven y muy bella, temió que le demonio lo engañase si la<br />
retenía, y alabó su buena disposición. Le dio de comer raíces de hierbas y manzanas<br />
silvestres y dátiles, y de beber agua, y le dijo:<br />
- Hija mía, no muy lejos de aquí hay un santo varón, mucho mejor maestro que yo en eso<br />
que andas buscando: irás a él –y le enseñó el camino.<br />
Cuando llegó a él le oyó estas mismas palabras y, yendo más adelante, llegó a la celda de<br />
un ermitaño joven, muy devota persona y buena, cuyo nombre era Rústico, a quien hizo la<br />
misma petición que a los otros. Este, para someter a prueba su firmeza, no la despidió<br />
como los otros, sino que la retuvo consigo en su celda. Llegada la noche, le preparó una<br />
yacija de hojas de palmera y le dijo que descansara allí.<br />
Hecho esto, no tardaron mucho en luchar las tentaciones con las fuerzas de éste, y él,<br />
encontrándose muy engañado sobre ellas, sin demasiados asaltos volvió las espaldas y se<br />
dio por vencido; dando de lado pensamientos santos, oraciones y disciplinas, empezó a<br />
traerse a la memoria la juventud y la hermosura de ella, y a pensar asimismo el modo y<br />
manera de comportarse con ella, para que no advirtiera que él, como hombre disoluto,<br />
quería llegar a satisfacer con ella sus deseos. Probando primero con ciertas preguntas, supo<br />
7 Boccaccio, El Decamerón. 2 tomos. trad. Esther Benítez. Madrid, Alianza, 1987.<br />
8 El Decamerón se organiza en diez jornadas (Deca quiere decir diez, y hemera, día) , y en cada una de ellas es<br />
reina o rey uno se los personajes que está reunido en el castillo, evitando la peste. Para distraerse, se cuentan<br />
varios cuentos que se reunen bajo un mismo tema, y este tipo de organización del material narrativo se llama<br />
narración enmarcada.
que nunca había conocido varón y que era tan inocente como parecía, por lo que creyó<br />
que, bajo especie de servir a Dios era el diablo, y después le dio a entender que el servicio<br />
más grato a Dios era meter al diablo en el Infierno, al cual Dios lo había condenado.<br />
La jovencita le preguntó cómo se hacía eso y Rústico le dijo:<br />
- Pronto lo sabrás, y para ello harás lo que a mí me veas hacer.<br />
Comenzó a despojarse de las pocas ropas que llevaba y se quedó completamente<br />
desnudo y lo mismo hizo la muchacha; arrodillóse como si quisiera rezar e hizo que ella se<br />
pusiera frente a él. Mientras estaban así, más inflamado que nunca el deseo de Rústico al<br />
verla tan hermosa, se produjo la resurrección de la carne; mirándola Alibech, dijo<br />
maravillada:<br />
-Rústico, ¿qué es esa cosa que te sale hacia fuera, y yo no tengo?<br />
-¡Oh, hija mía! –dijo Rústico-, es el diablo del que te he hablado; ya ves, me causa<br />
grandísima molestia, tanta que apenas puedo aguantarla.<br />
Dijo entonces la joven:<br />
- ¡Oh! Alabado sea Dios, que veo que estoy mejor que tú, porque no tengo ese diablo.<br />
Dijo Rústico:<br />
- Dices bien, pero tienes otra cosa que yo no tengo, y la tienes en lugar de esto.<br />
- ¿ Qué? –preguntó Alibech.<br />
A lo que Rústico dijo:<br />
- Tienes el infierno; y te digo que creo que Dios te manda aquí para la salvación de mi alma<br />
porque, aunque ese diablo me atormente, si tienes piedad de mí y sufres que lo meta en el<br />
infierno, me darás grandísimo consuelo y a Dios grandísimo placer y servicio, si has venido<br />
a estos lugares a hacer lo que dices.<br />
La joven respondió de buena fe:<br />
- ¡Oh, padre mío! Puesto que yo tengo el infierno, sea cuando queráis.<br />
Dijo entonces Rústico:<br />
- ¡Bendita seas, hija mía! Vamos, pues, y metámoslo, para que luego nos deje en paz.<br />
Y dicho esto, llevó a la joven a una de sus yacijas y le enseñó cómo debía ponerse para<br />
encarcelar a aquel maldito de Dios.<br />
La joven, que jamás había metido a ningún diablo en el infierno, la primera vez sintió un<br />
poco de dolor, por lo que dijo a Rústico:<br />
- Por cierto, padre mío, mala cosa debe de ser este diablo y verdaderamente enemigo de<br />
Dios, pues hasta al infierno, y no a otros, le duele cuando lo meten dentro.<br />
Dijo Rústico:<br />
- Hija, no siempre ocurrirá así.<br />
Y para hacer que no ocurriese, seis veces lo volvieron a meter antes de moverse de la<br />
yacija, tanto que por aquella vez tan bien le arrancaron la soberbia de la cabeza que de<br />
buena gana se quedó tranquilo.<br />
En los días siguientes retornó la soberbia varias veces y la joven, siempre obediente, se<br />
dispuso a quitársela; y sucedió que el juego empezó a gustarle y empezó a decirle a Rústico:<br />
- Bien veo que decían verdad los buenos hombres de Gafsa, que el servir a Dios era cosa<br />
muy dulce. No recuerdo, de cierto, que ninguna otra cosa que yo hiciese me diera tanto<br />
placer y deleite como esta de meter al diablo en el infierno, por lo cual juzgo que cualquier<br />
persona que se ocupa en otra cosa que en servir a Dios es un animal.<br />
Por lo cual, con frecuencia se dirigía a Rústico y le decía:<br />
- Padre mío, he venido aquí para servir a Dios y no para estar ociosa: vamos a meter al<br />
diablo en el infierno.<br />
Haciendo lo cual decía alguna vez:<br />
- Rústico, no sé por qué el diablo se escapa del infierno; porque, si estuviese tan buen grado<br />
como el infierno lo recibe y guarda, no saldría nunca.
Al invitar la joven tan frecuentemente a rústico y animarlo al servicio de Dios, tanto le<br />
desgastó la guata del jubón que él sentía frío en el momento en que otro habría estado<br />
sudando, y por eso empezó a decir a la joven que no había que castigar al diablo, ni que<br />
meterlo en el infierno sino cuando, por soberbia, levantase la cabeza: “Y nosotros, por la<br />
gracia de Dios, tanto lo hemos desganado que ruega a Dios quedarse en paz”; y así impuso<br />
algún silencio a la joven. Esta, cuando vio que Rústico ya no le podía meter al diablo en el<br />
infierno, le dijo un día:<br />
- Rústico, si tu diablo está castigado y ya no te da tormento, a mí mi infierno no me deja<br />
tranquila; con que bien harás si con tu diablo me ayudas a clamar la furia de mi infierno,<br />
como yo con mi infierno te ayudé a quitarle la soberbia a tu diablo.<br />
Rústico, que de raíces de hierbas y de agua vivía, mal podía responder a los envites, y le<br />
dijo que muchos diablos querrían poder calmar al infierno, pero que él haría lo que pudiese.<br />
Y así alguna vez la satisfacía, aunque tan raramente que no era sino arrojar un haba en la<br />
boca de un león; con lo que la joven, convencida de no servir a Dios tanto como quería,<br />
mucho rezongaba.<br />
Pero mientras había este litigio entre el diablo de Rústico y el infierno de Alibech, a<br />
causa del demasiado deseo y el menor poder, sucedió que hubo un incendio en Gafsa en el<br />
cual se quemó la casa del padre de Alibech con cuantos hijos y demás familia tenía, por lo<br />
que Alibech heredó todos los bienes. Un joven llamado Neerbale, que en magnificencias<br />
había gastado todas sus riquezas, enterado de que estaba viva se puso a buscarla y la<br />
encontró antes de que el fisco se apropiase de los bienes que habían sido del padre, como<br />
hombre muerto sin herederos y con gran placer de Rústico y contra la voluntad de ella se la<br />
llevó a Gafsa y la tomó por mujer, y con ella de su gran patrimonio fue heredero. Y<br />
habiéndole preguntado las mujeres cómo servía a Dios en el desierto, antes de que<br />
Neerbale se hubiera acostado con ella, repuso que lo había servido metiendo al diablo en el<br />
Infierno y que Neerbale había cometido un gran pecado al arrancarla de tal servicio.<br />
Las mujeres preguntaron cómo se metía al diablo en el Infierno y la joven se lo mostró,<br />
entre palabras y gestos. De lo que se rieron tanto que todavía se ríen, y dijeron:<br />
- No te entristezcas, hija, no, que eso se hace bien también aquí; Neerbale servirá bien<br />
contigo a Nuestro Señor.<br />
Después, repitiéndoselo una a otra por la ciudad, hicieron famoso el dicho de que el<br />
más grato servicio que a Dios pudiera hacerse era meter al diablo en el infierno, dicho que,<br />
pasado a este lado del mar, todavía perdura.<br />
Y por eso vosotras, jóvenes señoras, que necesitáis la gracia de Dios, aprended a meter<br />
al diablo en el infierno, pues es cosa muy grata a Dios y un placer para las partes, y mucho<br />
bien de ello puede nacer y seguirse.
Herramientas<br />
“Dómine meo” es término muy feo, decid<br />
“Dómine orino”, que es término más fino.<br />
Esta cita, atribuída a una religiosa que adoctrinaba a sus novicias, nos previene tanto de la<br />
pacatería como de la utilización de palabras desgastadas por el uso, y nos propone buscar<br />
nuevas técnicas, indispensables cuando se habla de temas tan manidos como el amor o el<br />
deseo.<br />
Bien es cierto que es difícil encontrar el vocabulario adecuado sin que los textos<br />
parezcan cursis o, simplemente, tratados de sexología.<br />
Evitar las palabras específicas no es siempre una buena idea, ya que la perífrasis<br />
puede añadir a nuestra prosa cierta comicidad no buscada, cierto remilgamiento. En cuanto<br />
al lenguaje directo, a veces dota al relato una dureza que no pretendida. Así la literatura<br />
erótica es un interesante campo de experimentación literaria, ya que propone retos difíciles<br />
de solucionar.<br />
Muchos escritores han jugado con el tópico del léxico amoroso y, dentro de estos<br />
juegos, hemos elegido uno muy original, el famoso texto de Julio Cortázar, en el que, a<br />
través del sonido de las palabras, imita un encuentro amoroso. Porque eso es, en definitiva,<br />
lo que sucede en este sorprendente fragmento.<br />
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes<br />
ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un<br />
grimado quejumbroso y tenía que evulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se<br />
espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendidos como el trimalciato de ergomanina<br />
al que se le han dejado caer unas fílfulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en<br />
un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus<br />
orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y<br />
paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia<br />
del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa.<br />
¡Evohé! ¡Evohé!<br />
Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se<br />
vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en<br />
carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias 9<br />
Sin llevar el recurso de Cortázar a un grado tan extremo, este texto de Paloma<br />
Gómez Crespo ilustra cómo se puede utilizar la creación de palabras dentro de un contexto<br />
léxico más claro.<br />
Para escribirlo, primero se organizó un pequeño diccionario personal basado en<br />
palabras creadas por uniones de dos o más, juegos de sonido, contrastes. A partir de estas<br />
listas, se seleccionaron algunas, y fueron las que la autora utilizó en su texto.<br />
Descubrigozos. 10<br />
9 Cortázar, Julio. Rayuela. .Buenos Aires, Sudamericana,, 1969.<br />
10 Gómez Crespo, Paloma. Descubrigozos. (En: Historias de amor y desamor. Madrid, Trivium, 2001)
Aquel telescopio era magnífico, tan superior a los que le habían precedido, que tuvo la convicción<br />
de lograr ojoacariciarla. Y, por si fuera poco, como bien se encargó el vendedor de recalcarle, podría añadir<br />
los aumentos que quisiera ¿hasta quizás retinoírla?<br />
Terminó de acomodar el telescopio en el trípode y comenzó a probar su capacidad de giro para<br />
orientarlo allí donde fuera preciso. Durante esta operación no paraba de apartar una y otra vez con la<br />
mano los mechones de su escaso pelo que, como el resto de su cuerpo, parecían haberse anegado de excitación.<br />
Ahora su nariz rozaba el preciado aparato y en su mente surgía la idea de pupilolerla.<br />
Se situó detrás del instrumento y lo dirigió hacia la amplia terraza que se distinguía al otro lado<br />
de la hondonada cubierta de matorrales y arbustos, salpicada de chalets de vacaciones. Una vez localizado<br />
su objetivo, ajustó las lentes hasta verla con claridad. El ansia lo atenazó y desbocó su mente y sus sentidos:<br />
ahora, incluso, podría irisaborearla.<br />
Ajustó aún más el foco para conseguir la máxima nitidez tomando como referencia la tumbona<br />
donde ella reposaba todas las mañanas al sol. Esperó feliz mientras anticipigozaba con los párpados<br />
apretados el placer que experimentaría en pocos minutos.<br />
Cuando abrió los ojos ya estaba allí. Desde lejos apenas se apreciaba su desnudez, pero se<br />
abocaguaba con la idea de que por fin podría estudiarla en detalle. Se contuvo aún unos momentos y con<br />
una respiración honda se lanzó al descubrigozo. La compra había merecido la pena y oculabsorbió aquella<br />
imagen por completo.<br />
Estas sensaciones se repitieron durante varias mañanas, pero no era bastante tener la certeza de su<br />
desnudez y sus curvas. De modo que en las semanas siguientes regresó en varias ocasiones a la tienda y<br />
adquirió cristales cada vez de mayor alcance. Así consiguió, desde su atalaya, gozoencadenarse a la pulsera<br />
del tobillo, deleitovolar con la mariposa tatuada en el hombro y voluptuosumergirse en el color teja de los<br />
pezones.<br />
Aquello sólo le satisfizo durante algunos días. Pronto no tuvo más remedio que regresar a por la<br />
lente más precisa que hubiera en el mercado. Desde ese momento el paisaje a adorocontemplar fue la piel.<br />
Aquella gloriosa mañana colocó trémulo su nueva adquisición. Estaba tan excitado que sus<br />
mechones rebeldes apenas le dejaban ver lo que hacía, así que los cortó sin más miramientos. Terminada la<br />
instalación, buscó con el telescopio su objetivo habitual y esperó la comparecencia pasioanhelada. Por fin la<br />
tenía a su merced. Empezó por la cintura y se concentró en distinguir su porosidad. No bastaba. Aproximó<br />
más la imagen. Sus sienes, sus manos, su vientre sensopalpitaban; la emoción le envolvía mientras<br />
desplazaba el telescopio a lo largo de la línea del cuerpo, rozando la senosombra lunar hasta situarse en el<br />
inicio interno del brazo. De pronto, unas púas negras y gruesas le cortaron la respiración: le embargó un<br />
disguprecio, seguido de un disgugrado, al tiempo que la balanza se inclinaba con rapidez hacia el irritasco y,<br />
por último, el irrichazo y la disgusnáusea. Intentó apartar el ojo del telescopio pero no pudo. Por más que el<br />
indisgusto se lo aconsejaba, la curioasquerosidad se lo impedía. Siguió mirando hipnotizado y, de improviso,<br />
sus entrañas se relajaron en una sensación de agradasco que le sumergió en el mayor de los abomiplaceres<br />
que jamás había experimentado.<br />
En las mañanas que siguieron buscó con avidez el vello del labio superior, los pelillos que se<br />
asomaban con timidez por la nariz o el cabello solitario que coronaba el lunar del brazo, mientras planeaba<br />
la compra de un telescopio más potente que le permitiera cultivar aquel repulsiplacer que acababa de<br />
descubrir.<br />
Sopa de Letras
Pequeño diccionario erótico<br />
Hay palabras con son habituales en el lenguaje amoroso cuyo origen desconocemos;<br />
algunas tienen orígenes muy divertidos, y los recogemos en este envío dedicado a la<br />
literatura erótica.<br />
Piropo:<br />
Del griego, pur, que quiere decir fuego, más ops, que significa mirada De donde piropo<br />
querría decir “mirada de fuego”.<br />
La misma raíz ígnea tienen palabras menos románticas, como pirotecnia o pimiento<br />
(basta con probar uno bien picante para comprender por qué).<br />
Ramera<br />
El origen de este nombre explica que la “ramera”, al principio, era una prostituta<br />
disimulada que, fingiendo tener taberna, colocaba una rama sobre la puerta de entrada, para<br />
que le sirviese de reclamo.<br />
Un poco de anatomía...<br />
Hasta la simple mención de algunas partes de nuestra anatomía esconden metáforas o<br />
construcciones realmente poéticas. Elijamos algunas para que luego, al nombrarlas,<br />
recordemos el bello secreto literario que esconden:<br />
Glande<br />
Viene del latín, de glans, glandis, que quiere decir “bellota”, a la que formalmente se asemeja<br />
Clítoris:<br />
La palabra clítoris proviene del verbo cleio, que quiere decir cerrar. Dice la leyenda que<br />
Clítoris, pequeña por naturaleza, pertenecía a un pueblo de hormigas y era hija de un<br />
gladiador mirmidón. Son bien conocidas las tendencias amatorias y metamórficas de Zeus,<br />
dios de los dioses, quien, enamorado de la minúscula belleza, se convirtió también en<br />
hormiga para amar al pequeño ser.<br />
Nos es imposible sustraernos a la tentación de añadir aquí el texto de Alicia<br />
Steimberg, uno de los pocos que se refiere poéticamente a esta parte de la anatomía<br />
femenina. Esperemos que no hiera la sensibilidad de ningun@ de nuestr@s lector@s:<br />
El clítoris. Qué bien suena la palabra “clítoris”. Es una palabra elegante y acuática. La sílaba “cli”<br />
al comienzo de la palabra es un acierto colosal. Cli. Cli. Podríamos usarla como diminutivo, como<br />
sobrenombre cariñoso para esa parte del cuerpo de una mujer. Pero el nombre entero me deleita, la palabra<br />
“clítoris”. Podría ser un nombre de mujer (...) Podría ser el nombre de una flor. 11<br />
Steimberg, Alicia. Amatista. Barcelona, Tusquets, 1989 (La sonrisa vertical)
Testículo<br />
Esta palabra está emparentada con el término “testigo”. Así se alude a que los testículos<br />
testimonian la virilidad.<br />
Vagina<br />
Quiere decir estrictamente vaina
Propuestas de escritura<br />
Basándonos en los textos que hemos leído, vamos a desarrollar dos ejercicios, en los que<br />
tendrás que poner en juego todo un arsenal de recursos literarios; pero no te pases, y lee el<br />
siguiente texto, que te evitará caer en la tentación de la sobreabundancia:<br />
Artes posibles<br />
Máquina maravillosa para hacer el arte, no esas tonterías debiluchas que llaman hoy arte, que apelan<br />
por separado a la vista, al oído, a otros sentidos o cosas así. El espectador es introducido en un tubo en<br />
donde lo aturden fogonazos, caleidoscopios, estroboscopios (vista), berridos, estampidos, cataplunes y<br />
zuáquitis (oído), bocanadas de sulfuro de carbono, pachulí, catinga (olfato), chorros de aceite de ricino y<br />
todas esas cosas químicas que tienen sabor sui generis (gusto), pinchazos, raspaduras, cosquillas,<br />
mordeduras (tacto), heladuras, quemaduras (sentido de la temperatura), sacudidas eléctricas, vergazos<br />
(sentido del dolor), cambios de sitio, caídas libres, aceleraciones, deceleraciones, giros en hélice, en<br />
tirabuzón y en rizo (sentido de la posición), constricciones, torsiones (sentido de la posición corporal<br />
relativa), violaciones (percepción sexual), penetraciones, introducciones de espéculos, insuflaciones,<br />
inyecciones de hormonas y vasodilatadores (percepción interna de los procesos orgánicos), choques<br />
inductores de entremezclamiento y confusión de sensaciones (percepción cinestésica), inyecciones de<br />
drogas (percepción delirante). Al final, claro, se debe apelar al más exquisito y más sobresaltado<br />
instinto, y como luego de experimentada en su totalidad la experiencia artística ya para qué vivir, el<br />
espectador es atacado en su instinto de conservación, fibra a fibra deshilachado, macerado, masticado y<br />
digerido. Como sucede con toda nueva forma de arte, en la que proponemos los espectadores, al<br />
principio, serán escasos.<br />
A las armas, pues.<br />
Ejercicio nº1<br />
Luis Britto García<br />
Se trata de imitar el texto de Cortázar o “Descubrigozos” , de Paloma Gómez Crespo.<br />
Para ello conviene:<br />
A) seleccionar una serie de palabras que nos resulten sensuales o eróticas<br />
B) Unirlas de forma que se construya una nueva palabra que por su sonoridad, por su<br />
sentido, o por el choque de las ideas que contiene nos sirva para nuestro nuevo texto.<br />
C) Redactar el texto incluyendo el nuevo vocabulario.
Ejercicio nº2<br />
Intenta traducir el texto de Cortázar a un castellano corriente y moliente. Esto es, realiza el<br />
proceso inverso al que realizó el autor: “traduce” sus creaciones léxicas, inventa aquello que<br />
no sabes traducir. Se busca también un efecto humorístico.<br />
Ej:<br />
Amalaba: amaba y alababa<br />
Noema: de nóesis y poema<br />
Clémiso: clítoris remiso<br />
etc.,<br />
evidentemente no existe una sola traducción posible, aquí la imaginación de cada cual<br />
creará una versión diferente del texto original.<br />
Ejercicio nº 3<br />
Este ejercicio se basa en el recurso utilizado por Boccaccio, en el texto del Decamerón que<br />
acompaña este envío. Vemos que allí el autor ha reemplazado todas las palabras de origen<br />
sexual por otro grupo, en este caso, ligado con el infierno, y así alude sin decir, logrando un<br />
efecto cómico.<br />
¿te atreves a intentarlo?<br />
Cuenta una escena erótica utilizando un campo semántico proveniente de:<br />
- el fútbol<br />
- la navegación<br />
- la gastronomía<br />
- la horticultura<br />
Elige un campo semántico para desarrollar tu historia.<br />
Ejercicio nª 4<br />
Escribe un relato hiperbreve, erótico o amoroso: no más de veinte líneas.<br />
Para que te inspires, te enviamos cuatro ejemplos, en los que se mezcla lo erótico y<br />
lo amoroso, y donde también las técnicas literarias son variadas y sorprendentes:<br />
Si no te sale al primer intento, no te preocupes. A veces escribir un buen hiperbreve<br />
es más duro que redactar toda una novela.<br />
1- Dolores zeugmáticos 12<br />
12 El zeugma es una figura de la retórica que consiste en unir ideas concretas con ideas abastractas, tal como<br />
lo hace el poema: casa/vida y amor/cabellera.
Salió por la puerta y de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera<br />
negra.<br />
2- Peligros de la intimidad<br />
Guillermo Cabrera Infante 13<br />
La mujer desnuda, con toda la impudicia del deseo saciado, se vuelve sobre el lecho<br />
para mirar, en la semioscuridad de la madrugada, al hombre que está a su lado.<br />
Con un casi imperceptible gesto de hastío, ella le señala sus ropas, tiradas<br />
descuidadamente en una silla, y se duerme.<br />
El joven obedece la silenciosa orden de partir; pero ya vestido, antes de marcharse<br />
definitivamente, se inclina un momento sobre la hermosa cabeza rendida.<br />
Horas más tarde, cuando el sol golpea los ventanales de la habitación, la mujer<br />
continúa acostada, inmóvil, mientras la doble sonrisa roja del limpio tajo que va de una<br />
a otra de sus bellas orejas, se derrama sobre la almohada perfumada.<br />
3- La cola<br />
Ángela Martínez<br />
Esa noche de estreno, fuera del cine, a partir de la taquilla la gente ha ido formando<br />
una fila desordenada que desciende las escalinatas y se alarga sobre la acera, junto a<br />
la pared, pasa frente al puesto de dulces y el de revistas y periódicos extensa culebra de<br />
mil cabezas, víbora ondulante de colores diversos vestida de suéteres y chamarras,<br />
nauyaca inquieta que se contorsiona a lo largo de la calle y da vuelta en la esquina,<br />
boa enorme que mueve su cuerpo ansioso azotando la banqueta, invadiendo la calle,<br />
enrollada a los automóviles, interrumpiendo el tráfico, trepando por el muro, sobre las<br />
cornisas, adelgazándose en el aire, su cola de cascabel introduciéndose por una<br />
ventana del segundo piso, a espaldas de una mujer linda que toma un café melancólico<br />
ante una mesa redonda, mujer que escucha solitaria el rumor del gentío en la calle y<br />
percibe un fino cascabeleo que rompe de pronto su aire de pesadumbre, lo abrillanta y<br />
le ayuda a cobrar una débil luz de alegría, recuerda entonces aquellos días de felicidad<br />
y amor, de sensualidad nocturna y manos sobre su cuerpo firme y bien formado, abre<br />
paultinamente las piernas, se acaricia el pubis que ya está húmedo, se quita lentamente<br />
las pantimedias, la pantaleta, y permite que la punta de la cola, enredada a una pata de<br />
la silla y erecta bajo la mesa, la posea. 14<br />
13 Cabrera Infante, Guillermo. Exorcismo de estí(l)o<br />
14 Samperio, G. Cuaderno imaginario.<br />
G. Samperio.
4- El encuentro<br />
Dos puntos que se atraen, no tienen por qué elegir forzosamente la recta. Claro que es<br />
el procedimiento más corto. Pero hay quienes prefieren el infinito.<br />
Las gentes caen unas en brazos de otras sin detallar la aventura. Cuando mucho,<br />
avanzan en zigzag. Pero una vez en la meta corrigen la desviación y se acoplan. Tan<br />
brusco amor es un choque, y los que así se afrontaron son devueltos al punto de partida<br />
por un efecto de culata. Demasiado proyectiles, su camino al revés los incrusta de<br />
nuevo, repasando el cañón, en un cartucho sin pólvora.<br />
De vez en cuando, una pareja se aparta de esta regla invariable. Su propósito es<br />
francamente lineal, y no carece de rectitud. Misteriosamente, optan por el laberinto. No<br />
pueden vivir separados. Esta es su única certeza, y van a perderla buscándose. Cuando<br />
uno de ellos comete un error y provoca un encuentro, el otro finge no darse cuenta y<br />
pasa sin saludar.<br />
J. Arreola.