San Valentín - Escritura Creativa · Clara Obligado
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“Dómine meo” es término muy feo, decid<br />
“Dómine orino”, que es término más fino.<br />
Esta cita, atribuída a una religiosa que adoctrinaba a sus novicias, nos previene tanto de la<br />
pacatería como de la utilización de palabras desgastadas por el uso, y nos propone buscar<br />
nuevas técnicas, indispensables cuando se habla de temas tan manidos como el amor o el<br />
deseo.<br />
Bien es cierto que es difícil encontrar el vocabulario adecuado sin que los textos<br />
parezcan cursis o, simplemente, tratados de sexología.<br />
Evitar las palabras específicas no es siempre una buena idea, ya que la perífrasis<br />
puede añadir a nuestra prosa cierta comicidad no buscada, cierto remilgamiento. En cuanto<br />
al lenguaje directo, a veces dota al relato una dureza que no pretendida. Así la literatura<br />
erótica es un interesante campo de experimentación literaria, ya que propone retos difíciles<br />
de solucionar.<br />
Muchos escritores han jugado con el tópico del léxico amoroso y, dentro de estos<br />
juegos, hemos elegido uno muy original, el famoso texto de Julio Cortázar, en el que, a<br />
través del sonido de las palabras, imita un encuentro amoroso. Porque eso es, en definitiva,<br />
lo que sucede en este sorprendente fragmento.<br />
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes<br />
ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un<br />
grimado quejumbroso y tenía que evulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se<br />
espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendidos como el trimalciato de ergomanina<br />
al que se le han dejado caer unas fílfulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en<br />
un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus<br />
orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y<br />
paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia<br />
del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa.<br />
¡Evohé! ¡Evohé!<br />
Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se<br />
vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en<br />
carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias 9<br />
Sin llevar el recurso de Cortázar a un grado tan extremo, este texto de Paloma<br />
Gómez Crespo ilustra cómo se puede utilizar la creación de palabras dentro de un contexto<br />
léxico más claro.<br />
Para escribirlo, primero se organizó un pequeño diccionario personal basado en<br />
palabras creadas por uniones de dos o más, juegos de sonido, contrastes. A partir de estas<br />
listas, se seleccionaron algunas, y fueron las que la autora utilizó en su texto.<br />
Descubrigozos. 10<br />
9 Cortázar, Julio. Rayuela. .Buenos Aires, Sudamericana,, 1969.<br />
10 Gómez Crespo, Paloma. Descubrigozos. (En: Historias de amor y desamor. Madrid, Trivium, 2001)