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MIERCOLES, 5 DE MAYO DE 2010
WASHINGTON — El enfrentamiento
ideológico está llegando al terreno de la política
exterior estadounidense. Y el principal guerrero
ideológico no es el teleevangelista furibundo
sino la secretario de estado de América.
El Primer Ministro canadiense Stephen
Harper, en calidad de anfitrión de la cumbre
del G-8 de junio en Ontario, viene preparando
Michael Gerson una iniciativa encaminada a reducir la mortalidad
materna en las naciones pobres. Al principio,
su ejecutivo dio a entender que ni las
medidas anticonceptivas ni el aborto estarían contenidos en la propuesta.
Bajo presión, el ministro de asuntos exteriores de Harper ha
aclarado más tarde que el plan “no aborda el aborto”, pero “no excluye
las medidas anticonceptivas”.
El mes pasado, durante la controversia política surgida en
Canadá a tenor del asunto, la Secretario de Estado Hillary Clinton
participaba en una rueda de prensa en
Quebec. “He trabajado en este campo durante
muchos años”, dijo. “Y si hablamos de la
salud materna, no se puede tener salud
materna sin salud reproductiva. Y la salud
reproductiva incluye las medidas anticonceptivas
y la planificación familiar y el acceso al
aborto legal y seguro”.
The Toronto Star describía esto como
“una granada en el tejado de sus desprevenidos
anfitriones canadienses”.
La búsqueda de un enfrentamiento gratuito
por parte de Clinton en la materia no es
la norma reciente. El incremento de la ayuda
al desarrollo para mejorar la sanidad global
ha sido uno de los logros bipartidistas de la
última década — una alternativa al enfrentamiento
amargo generalizado en Washington.
Millones toman retrovirales, duermen bajo
mosquiteras anti-malaria y reciben tratamiento
de enfermedades tropicales gracias a
que no se ha permitido que la ideología saboteara
la buena disposición.
Pero la alianza política en este asunto
siempre ha sido frágil. Los defensores tradicionalmente
izquierdistas del gasto sanitario
global han trabajado en volátil alianza con los
conservadores - social conservadores no
libertarios sobre todo - que tienen una visión moral del papel de
América en el mundo. Esta es la coalición Bono-Bush que tramitó y
después reimplantó el Plan Presidencial de Ayuda Humanitaria de
Urgencia contra el SIDA (PEPFAR) — una iniciativa que evitaba a
propósito el asunto del aborto para evitar el enfrentamiento interno
entre sus partidarios diversos.
La granada de Clinton reverberó más allá de Canadá. Los
izquierdistas tienen que entender - al margen de lo firmes que sean
sus convicciones abortistas - lo ofensivo que muchos conservadores
encuentran el argumento sanitario a favor del aborto. Se parece a
combatir la pobreza borrando a los pobres del mapa; como combatir
Preservativos y conciencias
La salud materna también se
mejora al facilitar la anticoncepción
voluntaria. Las mujeres
en Estados Unidos tienen una probabilidad
de fallecer a consecuencia
de un embarazo de 1 entre 4.800. En
el caso de las mujeres de países como
Níger, la probabilidad ronda 1 de cada
7. Alrededor del 60% de los nacimientos
en el África subsahariana tienen
lugar sin que haya delante una comadrona.
La anticoncepción permite a
las mujeres, si así lo eligen, evitar
embarazos de alto riesgo al principio
o el final de su vida reproductiva,
espaciar los embarazos en intervalos
más seguros o limitar el número de
embarazos durante sus años fértiles.
Los estadounidenses asumen en general
que estas prácticas son esenciales
para la creación de familias felices y
sanas. Lo mismo puede decirse de
muchos en el Tercer Mundo.
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"No podemos temer nunca cuando tenemos
una madre poderosa y amante que vela
por nosotros", Daniel Comboni.
las enfermedades deshaciéndose de los contagiados. Si la administración
Obama y los defensores de la sanidad global anteponen el derecho
al aborto a la agenda del desarrollo, no sólo van a materializar
una oposición conservadora al plan de salud infantil y materna, van
a minar el apoyo Republicano a la agenda de desarrollo en bloque.
Los conservadores también tienen que demostrar cierta flexibilidad
para preservar la coalición del desarrollo. A menudo interpretan
cualquier mención de “planificación familiar” como eufemismo del
aborto. Pero las medidas anticonceptivas son una parte insalvable de
la salud pública. La prevención eficaz del contagio del SIDA es desde
luego algo más que poner un cuenco de preservativos en la puerta de
las clínicas — pero incluye el uso de condones en el curso del intercambio
sexual de riesgo. Parte de la derecha quedó descontenta con
que la administración Bush repartiera casi
2.400 millones de preservativos durante los
primeros cinco años de PEPFAR. Eso es un
montón de látex. Pero la tecnología médica de
eficacia demostrada, basada en el realismo
con la naturaleza humana, lo exigía.
La salud materna también se mejora al
facilitar la anticoncepción voluntaria. Las
mujeres en Estados Unidos tienen una probabilidad
de fallecer a consecuencia de un
embarazo de 1 entre 4.800. En el caso de las
mujeres de países como Níger, la probabilidad
ronda 1 de cada 7. Alrededor del 60% de
los nacimientos en el África subsahariana tienen
lugar sin que haya delante una comadrona.
La anticoncepción permite a las mujeres,
si así lo eligen, evitar embarazos de alto riesgo
al principio o el final de su vida reproductiva,
espaciar los embarazos en intervalos
más seguros o limitar el número de embarazos
durante sus años fértiles. Los estadounidenses
asumen en general que estas prácticas
son esenciales para la creación de familias
felices y sanas. Lo mismo puede decirse de
muchos en el Tercer Mundo.
La mayoría de los Protestantes, hasta de
las variantes más ortodoxas, no concibe la
anticoncepción como cuestión moral. La
Iglesia Católica discrepa claramente - pero la mayoría de los católicos
reconoce una importante diferencia moral entre la prevención de un
embarazo y poner fin a una vida humana. La oposición Católica a la
planificación familiar en los planes de ayuda al desarrollo es mucho
más silenciosa que la oposición al aborto.
Aunque no ha satisfecho a todo el mundo, el creciente consenso
en la ayuda al desarrollo ha sido antiabortista, o por lo menos indiferente
al aborto, y favorable a las medidas anticonceptivas - la postura
que Harper adopta y Clinton ataca. Desafiar cualquiera de estos
compromisos puede marcar un gol político pero es probable que divida
a un movimiento, lo que podría pasar una factura a los pobres y
los enfermos que nadie pretende cobrar.
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