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MIERCOLES, 5 DE MAYO DE 2010
R. Cazorla
Desde Madrid
A los lectores más jóvenes, les diré que “Belinda” fue
y sigue siendo uno de los personajes más emblemáticos
del cine hollywoodiense. Es la protagonista del filme
“Johnny Belinda”, rodada en 1948 basada en la pieza teatral
homónima de Elmer Blaney Harris. Los adaptadores
cinematográficos fueron Allen Vincent e Irma von Cube.
Su protagonista, Jane Wyman que obtuvo el Oscar a la
mejor actriz por el personaje de la adolescente muda que
vive en una apartada comunidad de pescadores de Nueva Escocia, cuya mudez confunden
con discapacidad mental. Para sorpresa, “Belinda”, al final de la trama, consigue
hablar.
Algo parecido le ha ocurrido al cardenal Jaime Ortega que, al cabo de tantos años,
hizo lo que “Belinda”: ¡Articuló palabras! Para nosotros, nada convincente, ya que entre
renglón y renglón, se capta el “miedo a decirlo todo”.
Los tristes acontecimientos ocurridos en la Cuba comunista en los últimos meses
productos de la “Primavera Negra” de 2003, han sido condenados en los cinco continentes.
Incluso por personajes repugnantes como Pedro Almodóvar, Víctor Manuel,
Ana Belén, etc. (A los que me paso por el forro de mis entretelas y no les creo ni un
palabra, puesto que han estado lamiéndole el C. a las hermanastras Castro durante décadas),
menos el citado cardenal. En España, donde suelo leer casi toda la prensa, no he
visto ninguna protesta de su “eminencia”. Si las ha hecho en algún medio de comunicación
en el continente americano, aquí, no nos hemos enterado. Algo que no es de
extrañar, ya que si de algo ha pecado la Iglesia en Cuba es el silencio ante los asesinatos
cometidos por los sicarios del régimen.
Cuando vemos la indiferencia de la Iglesia ante la desgracia del pueblo cubano, nos
viene a la mente la valentía de los católicos en Polonia, donde se lo jugaron todo ante
la dictadura soviética, siguiendo las indicaciones del líder sindical Lech Walesa. La
valentía de los católicos polacos colaboró a la caída del Muro de Berlín, y con el desplome
del imperio que hasta entonces parecía indestructible.
Jaime Ortega (aunque diga lo que le ordenan) es de los que piensa que el barco está
a punto de hundirse y por eso se atreve a opinar. Opinión que de nada sirve, puesto que
en ella expone lo que siempre exigen las hermanastras: “Después de llegar al
poder, el nuevo presidente norteamericano ha repetido el viejo esquema
de Gobiernos anteriores: si Cuba hace cambios en material de derechos
humanos, entonces los Estados Unidos levantarían el bloqueo y se abrirían
espacios para un diálogo ulterior. Ha prevalecido la antigua política
de comenzar por el final. Y lo primero debe ser el diálogo”.
Es una costumbre que todo el que condene el bloqueo americano (puro invento,
puesto que el 80% de lo que se consume en la isla va de Estados Unidos. Además, no
es bloqueo, sino embargo a determinadas multinacionales), las hermanastras Castro le
permite “opinar”, pues culpar al imperio yanqui es el mejor regalo que se le puede hacer
a las dictadoras H. de la grandísima P. Y el cardenal lo hace, se presta al juego. No tiene
los C. suficientes para gritar a los cuatro vientos la realidad cubana. También está apendejado.
Sabe que lo menos que hay que mantener con los sátrapas comunistas es el diálogo.
Fue lo que intentó Obama, pero la Rosalba (Raulina) pasó de ello porque, lo más
rentable es seguir siendo víctima del imperio americano.
La Iglesia se ha querido lucir advirtiéndole al desgobierno: “El país se encuentra
en una encrucijada fatal y urge realizar transformaciones estructurales
cuanto antes”.
“Eminencia”, ¿no le parece que se le ha pasado el arroz? ¿No cree que su Iglesia
haya guardado silencio muchos años, sabiendo que constantemente se ejecutan presos
políticos en las mazmorras de las Castro? ¿Por qué ahora? ¿Acaso antes de sus declaraciones,
los cubanos vivían en el paraíso?
“Existe un consenso nacional sobre la necesidad de que los cambios
se impongan. Su aplazamiento produce impaciencia y malestar en el pueblo.
Muchos hablan del socialismo y sus limitaciones, algunos proponen
un socialismo reformado, otros se refieren a cambios concretos que
hay que hacer, a dejar atrás el viejo Estado burocrático de tipo estalinista.
Pero hay un denominador común: que se hagan en Cuba los cambios
necesarios con prontitud para remediar esta situación”, añade el cardenal.
“Situación” -“señoría”-, que lleva 51 años. Ignoramos los que usted lleva de cardenal,
pero estamos seguros que son suficientes como para haber conocido la desgracia
de nuestro pueblo, el hambre, la falta de libertad, la violación de los derechos humanos,
los asesinatos, el elevado número de presos políticos, etc., y, hasta el día de hoy,
no habíamos leído una frase condenatoria de su parte. Ahora, cuando Cuba es un polvorín
a punto de estallar, sus palabras sobran. A nosotros, no nos interesan y menos
LA ESPUELA
¡Y “Belinda” habló!
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“La madre es nuestra providencia sobre la tierra
en los primeros años de la vida; nuestro apoyo
más firme en los años siguientes de la niñez; nuestra
amiga más tierna y más leal en los años borrascosos
de la juventud”, Severo Catalina.
nos sirven de consuelo.
Dichas declaraciones se las hizo a la revista católica Palabra Nueva (seguros que
antes de salir a la luz la leyeron los esbirros del régimen, puesto que la libertad de expresión
no existe desde 1959), revista en la que no se publica nada que las H. de P. Fidelina
y Rosalba permitan. Repetimos, las malévolas hermanastras hasta cierto punto dejan
que la gente hable, pero a condición de que condene el tan llevado y traído bloqueo americano.
Y el cardenal lo hace en la citada revista. Haciéndolo es la mejor manera de colaborar
a que los personajes de víctimas que representan jamás pierdan vigencia.
“No estoy de acuerdo con la actitud de las autoridades hacia las
Damas de Blanco y pido la liberación de los prisioneros de conciencia.
Los actos de repudio hacia las madres y esposas de varios presos resulta
uno de los actos más vergonzosos. Pido la excarcelación de todos los
presos políticos, no sólo los enfermos”.
Señor cardenal, ¿cuántos años hace que las Damas de Blanco están siendo vejadas
y golpeadas por la chusma pagada por los dictadores Castro? ¿Después de tres años de
lucha de estas señoras en las calles de La Habana, usted dice que no está de acuerdo? ¿Se
burla o nos toma el pelo, señor cardenal?
Lo más importante es lo que viene ahora, y lo que demuestra que las palabras de
este señor que tan mal representa a la Iglesia, fueron asesoradas por los esbirros de la
censura: “Es necesaria la liberación de los presos en Cuba, pero también
la de los cinco cubanos presos en Estados Unidos, acusados de infiltrarse
en los grupos anticastristas y de espionaje”.
Es una falta de respeto que el cardenal Jaime Ortega, a la vez que pide la liberación
de los presos políticos de la isla, pida la de los cinco H. de P. espías que están presos
en Estados Unidos. He ahí la razón de la permisividad del régimen a que la Iglesia
exponga las ideas que le permiten. Una de cal y otra de arena. Inteligente el régimen
comunista. Así son de perros y mal nacidos. Es triste que un supuesto representante de
la Iglesia se preste al juego. Que acepte que le digan: “Puede decir esto, pero luego dice
esto otro”.
“Considero deplorable la muerte del prisionero de conciencia
Orlando Zapata después de 85 días en huelga de hambre, pero también
lamento que el suceso haya dado lugar a una guerra verbal de los medios
de comunicación de Estados Unidos, España y otros. Esta fuerte campaña
mediática contribuye a exacerbar aún más la crisis. Esta forma de violencia
mediática sólo favorece a los que nadan como pez en el agua en
el escenario de la confrontación”.
¿Prefiere el silencio, la indiferencia y la complicidad de los medios de comunicación?
Lo que les J. a los comunistas (usted entre ellos, aunque sea cardenal) es que con
el caso Orlando Zapata hay un antes y un después. Les J. que, por primera vez, en más
de medio mundo, se haya condenado el asesinato de un joven humilde que amó tanto a
su patria, que le entregó la vida. Algo que usted, estando rodeado de Santos y Vírgenes,
no haría ni en sueño.
En la revista citada más arriba, el cardenal siguió diciendo:
“La Iglesia, no puede sumarse simplemente a una de las dos partes
enfrentadas, con propósitos políticos de desestabilización de un lado, y
con el consecuente atrincheramiento defensivo de otro. Lo que nos
corresponde es invitar a todos a la cordura y a la sensatez para que se
pacifiquen los ánimos”.
¡Qué bonito le quedó, cardenal! Pero dígales lo mismo a las madres, esposas y hermanas
que recorren La Habana todos los domingos y que el mundo conoce como las
Damas de Blanco.
Nos gustaría conocer su opinión referente a la complicidad del presidente español
José Luis Rodríguez Zapatero y de su ministro Moratinos con los dictadores Castro.
Opine, cardenal, pero lo que le salga de sus C., sin los esbirros detrás controlándole.
Será entonces cuando sus palabras tendrán valor y serán respetadas por exiliados
como nosotros. Mientras se manifieste como cómplice del régimen, ¡Nananina!
No obstante, nos alegramos de que por fin Belinda haya hablado, aunque sea en
complicidad.
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