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En torno a un 10-15% de los usuarios cumplen criterios diagnósticos de dependencia
según Jansen (1999), con comportamientos en su vida diaria similares a los que
tendría un adicto a drogas ilegales tipo heroína o cocaína.
Con el uso repetido se desarrolla tolerancia. La pretendida experiencia psiquedélica
con ketamina ve reducida su intensidad y duración, llegando incluso a quedar
anulada, apareciendo sólo un estado más parecido a una intoxicación por alcohol
que a un viaje. Incluso se habla de tolerancia no reversible pues si se hubiera abandonado
el consumo y se volviera a él, sería difícil lograr los efectos experimentados en
los primeros consumos.
c) Reacciones fisiológicas
El consumo de ketamina puede producir efectos secundarios como náuseas, vómitos,
vértigo, sudoración, sialorrea, lagrimeo y temblores. En ocasiones han acontecido
aumentos bruscos de temperatura, con riesgo de hipertermia maligna («golpe
de calor») si se ha mezclado con éxtasis y se realiza una intensa actividad física.
Ocurre en casos de baile durante largas horas.
También pueden llegar a aparecer problemas de visión, edemas en ojos, visión
borrosa. Pueden darse casos de tinnitus (zumbido de oído), deterioro del tabique
nasal tras consumos repetidos por vía nasal e impotencia (Nelly, 1999).
Los consumos a dosis elevadas y a diario pueden ocasionar dolores abdominales
severos e incapacitantes: k-pains (Jansen, 1999).
d) Reacciones psicológicas adversas
La probabilidad de desencadenar brotes psicóticos en consumidores habituales
es mayor que en consumidores de otras drogas (White, 1998). Este consumo habitual,
a largo plazo, se cree puede ocasionar problemas de memoria, dificultades en
la concentración y el aprendizaje, comprensión de metáforas y en la evaluación del
propio comportamiento.
Pueden aparecer crisis de angustia, ataques de pánico, y cuadros depresivos. El
consumo en grandes dosis y de modo prolongado en el tiempo se dice que puede
llegar a ocasionar daño cerebral.
Bajo los efectos de la ketamina quienes la consumen pueden perder el control de
sus actos. Son los «automatismos» donde el consumidor no mantiene el control cons-
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