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Soltar las riendas

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Piedras en el camino<br />

La cultura popular en los relatos de cinco escritoras argentinas contemporáneas<br />

Por: Irma Verolín<br />

Cada vez más en este siglo XXI la tendencia integrativa de lo diverso difumina la<br />

línea divisoria entre la llamada alta cultura y <strong>las</strong> manifestaciones populares. Esta línea fue muy<br />

pronunciada durante largo tiempo en la Argentina, donde los espacios entre lo clásico y<br />

popular no encontraron demasiados puntos de unión. En la década del sesenta, en medio del<br />

comienzo de la desestructuración de <strong>las</strong> pautas patriarcales, se percibe un cambio en la<br />

narrativa, nace una “búsqueda de nuevas formas, distintos proyectos y tendencias...” 1 Su<br />

influencia es fuerte y decisiva, sin embargo no todas <strong>las</strong> obras que se publican perduran por su<br />

calidad, en cambio algunas se convierten en emblemáticas, como es el caso de Alicia<br />

Steimberg que publica Músicos y relojeros, 2 título que hace mención a la colectividad judía<br />

que tradicionalmente ha ejercido estos oficios.<br />

El narrador de esta novela tiene un tono coloquial y emplea expresiones típicas del<br />

discurso oral como “Ustedes querrán saber”, muy propia de un tono conversacional. El relato<br />

en su avance va iluminando distintas escenas de la vida familiar pero lo hace en forma<br />

errática. La novela no tiene estructura edípica, es episódica y los episodios surgen de lo<br />

temático, una característica típica de los relatos orales.<br />

Cada episodio se centra en un solo tema, estilo miscelánea, como si la mirada fuera<br />

recorriendo cada situación, componiendo así el perfil de la familia nuclear y la familia<br />

extendida de la narradora-personaje. Los distintos episodios que componen esta novela se<br />

1 Ana María Amar Sánchez, Mirta E.Stern y Ana María Zubierta, Historia de la literatura argentina. Tomo V,<br />

Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, página 627.<br />

2 Alicia Steimberg, Músicos y relojeros, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1971<br />

1


enlazan de algún modo mediante la reiteración de elementos recurrentes; a través del empleo<br />

de la repetición cíclica de situaciones o personajes, se traza un hilo conductor que le va<br />

dando correlación a los fragmentos rememorativos y unidad al texto en su conjunto: el<br />

hermanito, <strong>las</strong> comidas, el estreñimiento, <strong>las</strong> tías, la obsesión por el casamiento, etcétera.<br />

En Músicos y relojeros se ponen en escena costumbres y tradiciones judías de un modo<br />

irónico, a veces desopilante. Los personajes son claros, visibles, identificables, inconfundibles.<br />

Se definen por un solo rasgo distintivo o tal vez dos: el zapatero, <strong>las</strong> hermanas de Clark Gable,<br />

Otilia, la gorda después del parto, la mujer casada, la mujer rompe hogares son prototipos,<br />

como en los cuentos tradicionales o infantiles. El perfil del judío se acerca al cocoliche, ese<br />

personaje clásico del sainete criollo, que hablaba mal el castellano, porque aún no podía<br />

desprenderse de sus estructuras lingüísticas vernácu<strong>las</strong>, fueran éstas italianas o de cualquier<br />

otro origen. Lo ocurrente o divertido es que en varias ocasiones los personajes canturrean<br />

tangos y parte de <strong>las</strong> letras están transcriptas en la novela.<br />

La visión del mundo subyacente en <strong>las</strong> letras de tango es la de la decepción, el<br />

deslucido resultado de lo que alguna vez brilló, el proceso de malogramiento de la vida<br />

expresado en la metáfora de la mujer bella que envejeció, del hombre próspero que se<br />

empobreció o, entre otras, la del hombre engañado por la mala mujer. El tono de gran parte<br />

de <strong>las</strong> letras de tango es agrio, sombrío, cargado de resentimiento. Las situaciones que se<br />

desarrollan en la novela de Steimberg, en el seno de esa familia judía, son un correlato de ese<br />

clima tangueril. “Cuando la abuela migró de Kiev a Buenos Aires —dice la autora en la<br />

novela— tenía once años. La mandaron a la escuela y aprendió muy bien el castellano.<br />

Cantaba tangos como un pájaro enfermo.” 3<br />

Pero <strong>las</strong> voces del tango no ilustran <strong>las</strong> situaciones sino que <strong>las</strong> iluminan desde atrás.<br />

Una de <strong>las</strong> interpretaciones de por qué el porteño, es decir el habitante de la ciudad de<br />

Buenos Aires, es nostálgico, melancólico y también un poco sombrío, ha sido explicada<br />

precisamente como resultado del hecho inmigratorio que definió la conformación social de la<br />

Argentina. Estos hijos de los barcos, como fueron dados en llamar a los españoles e italianos<br />

que, respondiendo al proyecto “civilizatorio” de Domingo Faustino Sarmiento, vinieron a<br />

hacerse la América, pertenecían a estratos sociales marginales y borraron de su memoria todo<br />

lo concerniente a su país de origen, cortaron lazos, quemaron <strong>las</strong> naves, negaron el idioma.<br />

3 Ibidem, página 17.<br />

2


Ser argentino en aquel tiempo era índice de ascenso social y tomaron todo lo que el país les<br />

dio, desde la instrucción hasta la carta de ciudadanía, y no hubo correspondencia epistolar<br />

con su Italia ni su España, así abolieron una parte de su auténtica raíz. El precio de esa<br />

amputación cultural se manifiesta en el tango, que es la nostalgia de un país perdido, del que<br />

nunca se podía hablar como de la verdadera patria.<br />

El tango expresa en su tono y en sus letras la pérdida de una cultura, el tironeo entre<br />

dos mundos, la escisión de una conciencia que buscó adaptarse a <strong>las</strong> nuevas condiciones a<br />

cualquier precio, bajo la anécdota de la madrecita muerta, la mujer que lo abandonó o la<br />

historia de amor contrariado. El pueblo judío, que es por antonomasia un pueblo exiliado, al<br />

ser vinculado ficcionalmente con estas letras dramáticas del tango, adquiere un matiz<br />

tragicómico. La tragicomedia es la unión de los opuestos —risa y llanto—, el correlato de esas<br />

dos oril<strong>las</strong> de países diversos, de culturas diferentes. Gracias a este cruce el tono de la novela<br />

alcanza un alto valor estético. Si la definición popular tradicional en la Argentina para el tango,<br />

dada por Enrique Santos Discépolo, es “El tango es un sentimiento triste que se baila”, en esta<br />

novela podría considerarse que la trama, la cadencia dramática y la visión del mundo están<br />

sostenidas por el ritmo y la perspectiva de <strong>las</strong> letra del tango. El sentido de ser austral, es<br />

decir vivir en el fin del mundo, es un sentimiento inconfundiblemente argentino y es esa la<br />

sensación que tienen los personajes de Músicos y relojeros, que orillean un estrato social y se<br />

lamentan de su desdichada suerte.<br />

El hallazgo desde el punto de vista literario es el tono alcanzado por el contraste entre<br />

el grotesco y el dramatismo. El grotesco aparece en el tratamiento de los personajes y<br />

situaciones y el dramatismo, en el clima predominante del tango; esa conjunción o ese cruce<br />

producen en la novela un efecto desconcertante. Por otra parte <strong>las</strong> escenas parodiadas de la<br />

vida familiar judía lo refuerzan. Aquí la mirada sobre el mundo propia del clásico humor judío<br />

se torna un tanto más agria, pero la soledad del tango no pierde en este entrecruzamiento su<br />

majestuosidad trágica; de modo que no se trata de una simple parodia sino de un tono que no<br />

siempre es fácil de lograr, un tono que da cuenta al mismo tiempo de la pequeñez y grandeza<br />

de la condición humana.<br />

En toda la novela aparecen ingredientes de la tradición popular: historietas,<br />

radioteatro, recetas de cocina, el bolero o <strong>las</strong> canciones infantiles Hay, además,<br />

intertextualidad; se podría hacer un trabajo exclusivamente sobre estos intertextos que nos<br />

remiten a la cultura popular. Incluso aparecen discursos morales en función paródica. Hay<br />

3


cartas de la madre que hacen mención al onanismo de los jóvenes, todo en tono farsesco.<br />

Aunque quizá lo más interesante desde el punto de vista literario sea que esta novela en su<br />

totalidad, por el tratamiento que realiza al utilizar recursos del costumbrismo y por su tono<br />

irónico, es una parodia en sí misma, como línea discursiva o propuesta estética, al punto que<br />

podría ser catalogada de costumbrismo sarcástico; de este modo Steimberg da un giro más<br />

allá, una vuelta de tuerca que invita a que sea leída y releída una y otra vez.<br />

Si la novela Músicos y relojeros está organizada a partir de los acontecimientos que<br />

surgen en una familia, narrados episódicamente, y son precisamente estos episodios el nudo<br />

que la sostiene, la novela Camilo asciende de Hebe Uhart, así como gran parte de otras<br />

narraciones de la autora, se organiza a partir de un personaje. Cada personaje es el eje y su<br />

manera de mirar el mundo encuadra el relato. Incluso unos cuantos capítulos tienen por título<br />

simplemente el nombre de los personajes. No importa demasiado lo que sucede, la<br />

cosmovisión rudimentaria del personaje sobrevuela por encima de cualquier percance.<br />

Los personajes de Hebe Uhart se mueven generalmente en un mundo suburbano con<br />

características semiarcaicas, un pequeño mundo que se encuentra en el borde de <strong>las</strong> grandes<br />

ciudades y que, como tal, resulta subsidiario económica y culturalmente de el<strong>las</strong>. Sus<br />

personajes hacen tortas que fabrican con esfuerzo y que salen horriblemente mal, o que son<br />

devoradas por un gato, o se equivocan en su trabajo con frecuencia. Es un mundo donde <strong>las</strong><br />

personas son vulnerables e imperfectas y con escasos recursos, pero esa escasez nunca es<br />

pobreza total sino limitación. Los personajes se debaten entre la perplejidad y la pena, la<br />

inocencia y el anhelo de supervivencia. Como saben siempre bastante poco, aunque algo<br />

finalmente saben, memorizan y recitan refranes que les otorguen alguna certeza y el<br />

refranero popular se instaura como el único acceso a una verdad que circula libremente con<br />

palabras enunciadas en una calle de tierra de un barrio suburbano.<br />

La manera en que los personajes se apropian de los refranes oscila entre la<br />

desesperación y la torpeza; la vida se presenta tan frágil desde lo material que <strong>las</strong> certezas del<br />

saber que otorgan los refranes, se transforman en el único elemento que los sustenta en<br />

medio de una realidad tambaleante. El saber es siempre un saber transmitido oralmente<br />

como esos refranes o los dichos repetidos por una abuela que pasaron de generación en<br />

generación. Ese cúmulo de experiencia parece tener más valor que <strong>las</strong> palabras escritas. Y lo<br />

divertido y significativo es que no bien dicen su frase, que es una frase conclusiva, el resultado<br />

de una experiencia o de un conocimiento recibido sin cuestionamiento, se van, dejan la<br />

4


escena, no hay replique, no hay reflexión, no hay elucubración. La palabra no aparece de un<br />

modo argumentativo. Hasta podría pensarse que los personajes se pintan a sí mismos en cada<br />

una de estas frases recortadas y unívocas. Dice Uhart en un reportaje: “En el lenguaje está la<br />

visión del mundo de los personajes y yo le presto atención a eso”. Cuenta la autora que en<br />

uno de sus viajes le dijeron que en un pueblo había muchos refranes y allá se fue esperando<br />

encontrar material narrativo.<br />

Los personajes de Uhart dan la impresión de haberse instalado en un mundo<br />

preescriturario, porque igual que “en <strong>las</strong> culturas orales, la ley misma está encerrada en<br />

refranes y proverbios...” 4 y manifiestan un deslumbramiento infantil hacia lo nuevo. Y es este<br />

el ingrediente más destacado del campo popular que aflora en la narrativa de esta autora: el<br />

perfil de los personajes. Y este perfil está apuntalado por el habla; el uso del lenguaje es lo<br />

que los define y les otorga identidad. En cierto sentido, el trazado sintético de los personajes<br />

de Uhart sigue la línea de los de Steimberg en Músicos y relojeros, apegados a la tradición oral<br />

por ser simples y esquemáticos, pero lo que Uhart les suma es haberlos construido<br />

estrictamente desde su habla, enfatizando sus particularidades lingüísticas entre <strong>las</strong> que la<br />

parquedad ocupa un lugar importante.<br />

En la novela Mudanzas, 5 Hebe Uhart culmina el desenlace de los hechos con una<br />

situación cargada de sugerencias, contenida e intensa a la vez, que se resume en lo siguiente:<br />

Una mujer va a su antigua casa y pretende echar a los inquilinos. Se indigna, ni siquiera<br />

considera que pueda existir un contrato de alquiler, sencillamente se deja llevar por su<br />

experiencia y su memoria, <strong>las</strong> que le indican que esa es su casa. La escritura (en este caso la<br />

de un contrato de alquiler) tiene un valor institucional que no integra el mundo de los<br />

personajes, quienes a pesar de formar parte de un sistema social, tienen cierto carácter de<br />

marginalidad, de separación cultural, de inocencia intrínseca que los aparta del cinismo clásico<br />

de los habitantes de <strong>las</strong> grandes ciudades.<br />

Siguiendo esta línea, la relación que los personajes de Uhart tienen con <strong>las</strong> palabras es<br />

en cierta forma de extranjeridad, le son un poco ajenas, se apropian de el<strong>las</strong> mediante el acto<br />

de darle un zarpazo a una frase hecha, que puede ser un refrán o el saber transmitido por<br />

alguna autoridad familiar o local; ellos son lacónicos, sólo dicen frases cortas y sentenciosas.<br />

4 Walter Ong, Oralidad y escritura, México, Fondo de Cultura Económica, 1996, página 42.<br />

5 Hebe Uhart, Mudanzas, Buenos Aires, Mondadori, 1999.<br />

5


Emily - Fotografía por: Max-Steven Grossman<br />

Estos seres suelen adherirse de un modo fijo a lo conocido y ese saber se anquilosa y<br />

no se adapta a <strong>las</strong> situaciones nuevas, esto expresa la falta de movilidad en la que se<br />

encuentran <strong>las</strong> personas que viven en sitios apartados. La característica netamente popular<br />

aparece en <strong>las</strong> situaciones mismas que constituyen el núcleo de los relatos, a veces un tanto<br />

absurdas o derivadas de su falta de comunicación. Su condición social es la que determina el<br />

conflicto, porque este suele estar dado por esa falta de comprensión sobre el mundo. No son<br />

pobres ni ricos, están en el límite y cada detalle de sus vidas se los recuerda. La movilidad<br />

social es tan difícil que hasta mudarse de casa constituye una pequeña epopeya; los avances<br />

en el confort de la vida cotidiana son presentados siempre por la narradora desde la mirada<br />

de los personajes, que nunca terminan de asimilar esos cambios, y con un matiz de<br />

desconfianza en su apreciación de eso que en principio los perturba.<br />

Por un lado, en cada acción de los personajes puede deslindarse un detalle sutil de una<br />

pauta cultural; esa suma de pequeñas acciones componen un fresco cuyo perfil chejoviano<br />

conmueve, delinea un gran cuadro costumbrista, como tomar mate en la vereda con una<br />

sillita de paja y con un pijama comprado en liquidación, pero que luce pretencioso para que<br />

los vecinos se impresionen. Y por otro lado, considerando la forma en que Uhart integra todo<br />

6


un marco antropológico en sus relatos tan abarcadoramente y tan desde adentro, deslindar<br />

los procedimientos resulta imposible.<br />

El narrador de sus relatos está completamente identificado con la percepción del<br />

mundo que tienen sus criaturas. Este narrador no cualifica, prácticamente no reflexiona ni<br />

evalúa, no va más allá de la mirada de sus personajes. Esta falta de distancia o diferenciación<br />

entre la voz del narrador y <strong>las</strong> de los personajes produce un efecto sumamente original. La<br />

parquedad del tono del narrador es la misma parquedad que tienen sus personajes. Si hay<br />

descripciones son lo más literales posibles, sin imágenes. Este carácter agreste, despojado,<br />

quizá hasta un poco rústico, le otorga belleza al texto. Alguna vez compararon los textos de<br />

Uhart con pintura naif. Y ciertamente tienen la belleza de lo simple, de lo directo. Estamos<br />

frente al retrato de la desnudez de lo humano, lo humano despojado de cualquier<br />

aditamento. La marca de lo popular se encuentra en el concepto que estos seres tienen sobre<br />

<strong>las</strong> cosas, en su escala de valores, en los registros del habla, en los pequeños detalles y<br />

especialmente en el clima forjado en el grado de ingenuidad o la sagacidad con que enfrentan<br />

los sucesos cotidianos; en el enfoque, en el ángulo de visión y en la actitud ante la vida. Lo<br />

más interesante es que en Hebe Uhart no hay “ingredientes populares” sino una articulación<br />

de la mirada situada en el punto exacto que capta todas <strong>las</strong> vibraciones para lograr una de <strong>las</strong><br />

obras más originales de la narrativa argentina actual.<br />

Si vamos a la página web 6 de Ana María Shua, nos encontramos con secciones: novela,<br />

cuento, infantiles, minificciones y cuento popular. Es muy sugestiva esta c<strong>las</strong>ificación que ella<br />

misma hizo de su obra, en la que lo popular tiene espacio diferenciado. La reelaboración de<br />

leyendas, de cuentos folklóricos, de relatos que pasaron de boca en boca durante cientos de<br />

años supone llevar a la escritura lo que naturalmente perteneció al espacio abierto de la<br />

palabra hablada. Ese gesto de sujetarlo mediante la escritura muestra un anhelo de hacerlo<br />

perdurar, de valoración básica hacia esa tradición. Un rasgo primordial en la obra de Shua es<br />

el empleo del humor. El humor le cuadra y es necesario para esta c<strong>las</strong>e de ejercicio literario.<br />

Pero el humor y la reelaboración de relatos orales no son los únicos rasgos de la cultura<br />

popular que aparecen en la obra de Shua. Lo interesante es que Shua siempre le da un toque<br />

al reescribirlo, un sello propio, por eso es más ajustado llamarlo “reelaboración”; casi se diría<br />

que siempre tienen el aporte de un toque audaz que dinamiza todo este caudal de textos. Lo<br />

6 http://www.anamariashua.com.ar/<br />

7


que resultaría interesante como propuesta de trabajo es ver de qué modo, con<br />

procedimientos, realiza Shua esta reelaboración.<br />

Sabemos que todo relato de tradición oral admite licencias adaptativas y<br />

transgresoras hasta el límite en que se lo toleran <strong>las</strong> pautas culturales, pero esas licencias<br />

expresan nuestro modus vivendi y muchas veces se trata de una forma de supervivencia de<br />

los dominados económicamente. Además, la valoración de la propia identidad, que es un<br />

rasgo fundamental de lo popular, atraviesa la mayor parte de los trabajos literarios de esta<br />

autora. En el rescate y reelaboración de la tradición cultural judía que hace Shua lo popular se<br />

conecta con un ingrediente fundamental que lo constituye desde su origen: lo religioso. En <strong>las</strong><br />

versiones de <strong>las</strong> leyendas Ana María Shua reactualiza los grandes mitos, descubre la delicada<br />

articulación que existe en la larga travesía que realizaron estos relatos, la marca local que nos<br />

permite reconocer<strong>las</strong> como la expresión de un aspecto propio. En sus adaptaciones ha<br />

logrado eludir el pintoresquismo y el folklorismo a ultranza, sin caer en el tono indiferenciado<br />

ni en el estereotipado lenguaje campestre. En estas obras siempre hay un paso que va más<br />

allá y que acerca relatos antiquísimos a la sensibilidad actual de los lectores.<br />

Resulta ineludible citar el libro de María Rosa Lojo Cuerpos resplandecientes, un<br />

conjunto de ficciones que toman como punto de partida o motivo de inspiración a los santos<br />

populares argentinos. Mediante un trabajo de lenguaje depurado y mirada poética, Lojo va<br />

desgranando situaciones, conflictos y escenas en los que los personajes de extracción popular<br />

manifiestan su modo peculiar de devoción, creativo, que va a contrapelo generalmente de los<br />

dictados eclesiásticos. La originalidad es que el narrador está consustanciado con el punto de<br />

vista de estos personajes. Sin embargo hay dos registros: este narrador ensambla el tono de<br />

la oralidad con ciertas expresiones de ese campo y con la tradición literaria asentada, pero la<br />

mirada sobre los hechos es esencialmente una mirada desde la perspectiva de la cultura<br />

popular. Cito: “A todas ésas, tan pobres que sólo tienen sobre la cabeza la tela del<br />

firmamento, donde hasta <strong>las</strong> estrel<strong>las</strong> parecen agujeros, Dios les ha dado hijos. Muchos,<br />

generalmente. Y todas, aunque deban quitarse el pan de la boca, como lo hacen los<br />

pájaros para mantener a sus pichones, se obstinan en seguir pariéndolos”. 7 Estamos frente a<br />

textos de belleza formal que no se apartan de la visión más primordial de un personaje de<br />

pueblo o un habitante de zonas rurales; el narrador se ciñe a los giros y expresiones de estos<br />

7 María Rosa Lojo, Cuerpos resplandecientes, Buenos Aires, Sudamericana, 2007.<br />

8


personajes con un lenguaje terso. Lo que la autora logra es desarrollar una cosmovisión y<br />

todo parece estar en función de este desarrollo. No es una ilustración; el trabajo es interior y<br />

todo tiende a fortalecerlo: la pintura del paisaje, el trazado de los personajes, los mínimos<br />

detalles.<br />

Estos textos invitan a un análisis sobre el concepto del cuerpo físico en tanto punto de<br />

partida de múltiples significaciones. Son relatos que transcurren en distintos momentos<br />

históricos y nos presentan personajes que, ubicados entre el mito y la historia, son muy<br />

variados: desde un asesino necrofílico que desmembra y vivisecciona a sus víctimas y que,<br />

luego de purgar su pena en la cárcel, termina profesando su devoción a quien fuera su<br />

víctima, convertida ahora en santa popular, pasando por la semblanza y una serie de<br />

peripecias de la vida de Antonio Gil, que dio origen al culto muy difundido hoy en Argentina<br />

de El Gauchito Gil, o por Pedro Farías, el huérfano prohijado, santificado al morir por su sueño<br />

de tocar la guitarra, pasando por la azarosa vida de Ceferino Namuncurá, hijo del cacique<br />

Namuncurá, convertido al catolicismo, que culmina con su muerte y el inmediato milagro<br />

posterior, siguiendo por Bailoretto hasta la recientemente fallecida cantante bailantera Gilda,<br />

entre otros. Este trabajo literario no hubiera sido posible sin el conocimiento exhaustivo de la<br />

historia y la cultura de nuestro país que tiene María Rosa Lojo, quien ha logrado transmitir<br />

una intensidad arrasadora y conmovedora al mismo tiempo. El libro cuenta además con un<br />

acercamiento antropológico e histórico en el prefacio escrito por la autora, que no distancia<br />

al libro de su calidad de obra literaria, sino que la realza.<br />

Libertad Demitrópulos insistía continuamente en que la manera de transformar la<br />

literatura no era caer en el populismo sino en dar cuenta del modo en que <strong>las</strong> c<strong>las</strong>es<br />

populares reelaboran el lenguaje. Fue su intención crear una novelística que expresara<br />

culturalmente todas <strong>las</strong> regiones de nuestro país, y al decir región nos referimos a grupos<br />

culturalmente homogéneos tales como la Mesopotamia, la Patagonia, el noroeste, que se<br />

corresponderían con distintas zonas de asentamientos aborígenes. Así surgieron nove<strong>las</strong><br />

como Río de <strong>las</strong> congojas, que se sitúa históricamente en la época de la fundación de Santa Fe<br />

a oril<strong>las</strong> del río Paraná; La flor de Hierro, que recrea <strong>las</strong> fundaciones españo<strong>las</strong> de hace cuatro<br />

siglos en el noroeste y Un piano en Bahía desolación, la Patagonia, por citar algunas de sus<br />

obras. El eje de los relatos de estas nove<strong>las</strong> incomparables, escritas con un lenguaje trabajado<br />

exquisita y diáfanamente suele ser el del poder de los hombres, un poder devastador<br />

movilizado por la ambición de riquezas y de dominio sobre tierra, peones y mujeres.<br />

9


Rosario-Fotografía de: Max-Steven Grossman<br />

Entrar en los ricos matices literarios que es Río de <strong>las</strong> congojas es introducirse en un<br />

mundo con distintos tipos de lenguaje. La pulsación del texto de esta novela está dada por la<br />

respiración, el tono y <strong>las</strong> pausas que imponen los relatos orales. La estructura gramatical es<br />

muy simple, pero dentro de esa caja hay un despliegue de sutilezas lingüísticas que ofrece<br />

una mirada honda y poética. El contraste está dado entre lo contenido y ajustado de esta caja<br />

y lo desbordado que cala profundo. La mezcla de los resabios de un español colonial<br />

mestizado con el habla del indio es en muchos casos un tono irrecuperable que Demitrópulos<br />

logra rescatar del tiempo y sostener a lo largo de un relato deslumbrante: “En los despueses<br />

se aprende que <strong>las</strong> fragilidades de lo distinto se asientan en ese cofre interno que no<br />

reconoce señor por poderoso que sea, y más si se haya en lejanías. Así pues, desprendidos de<br />

sus ataduras, distintos como éramos, nadando en dos corrientes, buscábamos el rigor de <strong>las</strong><br />

afinidades” 8 y “El agua no tiene sinembargos, se va en limpideces”. 9 Aunque el trabajo sobre<br />

el lenguaje es evidente, la novela tiene una línea argumental muy clara: es la historia de<br />

María Muratore, mujer de carácter y fuerza interior, en el marco de la conquista en Santa Fe y<br />

de Buenos Aires por Juan de Garay.<br />

8 Libertad Demitrópulos, Río de <strong>las</strong> congojas, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, página 30.<br />

10


Libertad Demitrópulos pensaba sus nove<strong>las</strong> desde el habla de esos personajes<br />

marginados, de esos desarrapados que hicieron la historia pero que no figuran en ella. En una<br />

oportunidad, cuando se le preguntó sobre el proceso de producción de Río de <strong>las</strong> congojas,<br />

ella dijo que se le impuso la voz de una abuela, una vieja nacida en Jujuy, y que esa voz tuvo<br />

tanta fuerza que le dio el tono a su novela. Sin embargo en un reportaje, cuando ella<br />

pronunció algunas palabras en un homenaje que le hiciéramos en la Biblioteca Nacional en<br />

Buenos Aires poco antes de morir, Libertad trajo el recuerdo de su padre, un inmigrante<br />

griego que entró por la gran ciudad puerto y rumbeó hacia el norte y recaló en Jujuy, el punto<br />

más al norte de la Argentina que limita con Bolivia. La inmigración, si no es un tema concreto,<br />

aparece en sus nove<strong>las</strong> en el desarraigo de esas mujeres que se sienten expatriadas dentro de<br />

<strong>las</strong> cuatro paredes de su casa, porque su hombre salió a fundar ciudades. O en la voz de una<br />

mujer cautiva de los indios que entraron en malón a saquear un poblado. La extranjería se<br />

coló de otra forma y se corporizó en la voz peculiar de sus personajes. Si intentáramos retratar<br />

el valor de los textos de Demitrópulos, coincidíamos en que a través de un profundo lirismo<br />

ha logrado el hallazgo de un tono único, que es el rescate de esa voz que la historia de<br />

exterminios no logró vulnerar. Mónica Sifrim señaló que Río de <strong>las</strong> congojas tiene el habla, la<br />

soberanía del habla llena de gracia y curvas frente a la pomposa rigidez de la lengua”. 10<br />

Demitrópulos logró alcanzar la vibración de un registro verbal equiparable al que<br />

lograron escritores argentinos como Juan José Saer y Antonio Di Benedetto, que estuvo preso<br />

durante la última dictadura militar y luego exiliado. Libertad padeció toda c<strong>las</strong>e de exilios<br />

internos: primero el político y luego el de permanecer en medio de una sociedad cultural que<br />

ya empezaba a entronizar la ley del mercado editorial. Pero su rescate de ese registro del<br />

habla, p<strong>las</strong>mado en una poética personal, ha de alcanzar sin duda la valoración que merece<br />

cuando el tiempo cree una brecha que nos permita tomar distancia con esta premura con la<br />

que se intenta identificar arte con mercantilismo.<br />

Aunque sus poéticas sean diferentes, estas escritoras, que actualmente viven y escriben en<br />

la Argentina a excepción de Libertad Demitrópulos, fallecida en 1998, tienen en común una<br />

actitud similar frente a la cultura. Independientemente del sistema editorial que hoy puede<br />

aceptar esto y desdeñar aquello y mañana mismo tratar de imponerlo por razones que no son<br />

literarias sino que responden a oportunas estrategias de mercado, se detecta en el<strong>las</strong> una<br />

9 Ibídem, página 11.<br />

11


disposición de búsqueda o una ojeada transversal visible en ese gesto de reunir lo<br />

aparentemente opuesto, de combinar en una estética lo que parecía irreconciliable. Tal vez<br />

para poder hablar de movimientos literarios tengamos que hacer de ahora en más una<br />

operación diferente a la que realizábamos cuando <strong>las</strong> vanguardias expresaban o anunciaban<br />

estéticamente el cambio social, cuando se pensaba la literatura desde una temática o desde<br />

<strong>las</strong> pautas severas de una estructura literaria, porque ya no son <strong>las</strong> vanguardias ni <strong>las</strong><br />

temáticas <strong>las</strong> determinantes. Debemos crear un sistema distinto para pensar la literatura. En<br />

medio de este avance arrasador que intenta igualarlo todo como pretendiendo serializar y<br />

convertir en mercancía la originalidad de una obra literaria, “en esta era de la palabra<br />

devaluada, adocenada, domesticada” 11 , quizá tengamos que reflexionar lo literario<br />

considerando el cruce inevitable entre lo general y lo particular, entre los lineamientos<br />

estéticos imperantes y el modo en que son asimilados y transformados regionalmente con sus<br />

pautas culturales, en especial <strong>las</strong> pertenecientes al campo de lo popular.<br />

Frente al apogeo del capitalismo, el éxito de <strong>las</strong> multinacionales que intentan nivelar<br />

todo e imponer un lenguaje neutro cuyo objetivo es hacer de la obra literaria un objeto<br />

fácilmente traducible o fácilmente canjeable, el criterio de valoración de lo literario no puede<br />

menos que contemplar <strong>las</strong> identidades culturales de nuestras regiones del sur; nos exige una<br />

mirada transversal, un pensamiento lateral que detecte los matices sutiles de una cultura, la<br />

manera en que nos enfrentamos a una tradición que la posmodernidad pretende borrar. Pero<br />

pensar la literatura únicamente desde la tradición no es suficiente en la continua marea de<br />

cambios y de variantes culturales en <strong>las</strong> que surgen actualmente <strong>las</strong> obras literarias. No se<br />

puede considerar una literatura innovadora estéticamente sin el registro de esas<br />

características vernácu<strong>las</strong> que identificarían lo peculiar de una zona frente a la masificación de<br />

la globalización. Es entonces la apropiación e integración de los aportes de la cultura popular<br />

lo que permitiría que una obra literaria no fuera absorbida y trivializada por la tendencia<br />

imperante que borra diferencias e identidades, promovida y sostenida por los grandes<br />

mercados.<br />

Buenos Aires, julio de 2011.<br />

10 Ensayo de Mónica Sifrim leído en homenaje a Libertad Demitrópulos, Biblioteca Nacional, Buenos Aires,<br />

1997.<br />

11 Adolfo Colombres, Celebración del lenguaje, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 1997, página 20.<br />

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