Las minas del Rey Salomón - H. Rider Haggard
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H. <strong>Rider</strong> <strong>Haggard</strong> donde los libros son gratis<br />
mismo decida abandonar la empresa, o hasta que el éxito la corone, o<br />
un desastre la termine.<br />
3.° Que usted, antes que partamos, firme un documento obligándose,<br />
caso de que yo muera o quede inútil, a pagar a mi hijo Enrique,<br />
estudiante de medicina en el Hospital de Guy, Londres, la suma de<br />
200 libras (1.000 pesos) anuales, por espacio de cinco años, pues para<br />
ese plazo ya debe estar en condiciones de atender a su subsistencia. He<br />
aquí cuanto pido, lo que supongo va usted a calificar de demasiado<br />
excesivo.<br />
-No - contestó sir Enrique,- las acepto gustosamente. Estoy determinado<br />
a ejecutar mis designios, y pagaría más que eso por sus<br />
auxilios, sobre todo si considero los conocimientos especiales que usted<br />
posee.<br />
-Muy bien. Y ahora que estamos de acuerdo respecto a las condiciones,<br />
voy a dar las razones que han decidido mi resolución. Ante<br />
todo, caballeros, he estado observando a ustedes durante los pocos días<br />
que hace nos conocemos, y, esperando no lo tomen a impertinencia,<br />
dirá que ambos me han agradado y no dudo hemos de marchar acordes<br />
por toda clase de camino. Esto es ya algo, cuando se tiene en perspectiva<br />
un viaje tan largo como el que nos espera. En cuanto a éste,<br />
lisa y llanamente diré a ustedes, sir Enrique y capitán Good, que no<br />
creo probable salgamos vivos de él, si tratamos de cruzar las Montañas<br />
de Sulimán. ¿ Cuál fue la suerte <strong>del</strong> antiguo hidalgo da Silvestre<br />
hace trescientos años? ¿Cuál la de su descendiente veintidós años<br />
atrás? ¿Cuál, probablemente ha sido la de su hermano de usted? Lo<br />
afirmo con franqueza, caballeros, ¡ creo que la muerte de ellos es la<br />
que nos espera a nosotros!<br />
Hice una pausa para observar el efecto de mis palabras. El capitán<br />
Good dejó ver cierta inquietud; pero sir Enrique, sin que su rostro<br />
denotara la menor impresión, dijo:-,Es preciso que hagamos nuestra<br />
prueba.<br />
-Quizás ustedes se pregunten- continué,-cómo es que, pensando<br />
así, yo, que soy algo prudente, pues ya se lo he advertido, me com-<br />
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