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Las minas del Rey Salomón - H. Rider Haggard

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H. <strong>Rider</strong> <strong>Haggard</strong> donde los libros son gratis<br />

El sol tocaba a su ocaco envuelto en su rojiza aureola, y sir Enrique<br />

y yo admirábamos la belleza <strong>del</strong> paisaje. De repente oímos el agudo<br />

grito de un elefante y vimos su enorme mole que, con los colmillos<br />

en ristre y aire acometedor, se proyectaba en el grande y enrojecido<br />

globo <strong>del</strong> sol. En seguida descubrimos algo más: a Good y Khiva, que<br />

con veloz carrera venían hacia nosotros, huyendo <strong>del</strong> elefante herido<br />

(porque era el mismo), que les perseguía de cerca. Por un momento no<br />

nos atrevimos a hacer fuego, aunque hubiera sido casi inútil a la distancia<br />

a que estábamos, temerosos de herir a uno de ellos; y ya nos<br />

disponíamos a usar de nuestras armas, cuando ocurrió una cosa terrible;<br />

Good era víctima de su pasión por los trajes de los países civilizados.<br />

Si hubiese consentido en separarse de sus pantalones y polainas,<br />

como nosotros lo hicimos, y cazar con un traje de franela y un par de<br />

abarcas, todo hubiera ido bien; pero, vestido comno estaba, los pantalones<br />

le molestaban en su desesperado escape, y, cuando distaba sólo<br />

unas sesenta varas de nosotros, sus botas, pulidas por la hierba seca,<br />

resbalaron, y cayó de boca frente de su furioso perseguidor.<br />

Se nos escapó un grito, porque sabíamos que su muerte era inevitable,<br />

y corriendo tanto como podíamos, nos dirigimos hacia él. En<br />

tres segundos todo había terminado; pero no como nosotros esperábamos.<br />

Khiva, nuestro muchacho <strong>del</strong> Zulú, vio la caída de su<br />

amo, y bravo como un león, y ligero como un rayo, volvióse y lanzó su<br />

azagaya contra la cara <strong>del</strong> elefante, clavándosela en la trompa.<br />

Dando un grito de dolor, el colérico bruto asió al pobre zulú, lo<br />

arrojó contra la tierra, y poniendo su disforme pie sobre el centro de su<br />

cuerpo, enroscó la trompa en la parte superior <strong>del</strong> tronco y lo dividió<br />

en dos.<br />

Nos lanzamos ebrios de ira, horrorizados, sobre la terrible fiera,<br />

y la acribillamos a balazos, hasta que cayó muerta sobre los fragmentos<br />

<strong>del</strong> zulú.<br />

Good se levantó, y casi desesperado, se retorcía las manos sobre<br />

el cadáver <strong>del</strong> valiente que había dado la vida por salvarle, y yo, aunque<br />

viejo en el oficio sentí un nudo en mi garganta. Umbopa, de pie,<br />

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