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Las minas del Rey Salomón - H. Rider Haggard

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H. <strong>Rider</strong> <strong>Haggard</strong> donde los libros son gratis<br />

lugar, proseguimos a pie nuectra arriesgada empresa. Recuerdo que<br />

todos guardábamos silencio al emprender la marcha; tal vez cada uno<br />

de nosotros pensaba si volvería a ver el carro, lo que por mi parte ni<br />

siquiera soñé. Por un rato anduvimos sin decir una palabra, hasta que<br />

Umbopa, quien iba a la cabeza comenzó un canto de los zulús, que se<br />

refería a unos valientes que, cansados de la vida y de la pacífica monotonía<br />

de las cosas, se lanzaron a los salvajes desiertos para buscar<br />

otras nuevas o morir, y que ¡oh sorpresa! en vez de llegar al agreste<br />

lugar que creían encontrar al internarse hasta el centro de aquellas<br />

soledades, sorprendióles una tierra preciosa, habitada por graciosas y<br />

bellas mujeres, donde pastaba abundante ganado y había mucha caza y<br />

enemigos que matar.<br />

Nos reímos al terminar su canto, tomándolo como a buen augurio.<br />

Umbopa era un vivo y alegre salvaje, aunque siempre de una manera<br />

digna, a menos que le acometiera un acceso de mal humor, y<br />

tenía una maravillosa habilidad para alegrar a todo el mundo. No había<br />

uno entre nosotros que no le quisiera.<br />

Y ahora vayamos a la aventura que quiero referir, porque no hay<br />

cosa que me guste tanto como un episodio de caza. A quince días próximamente<br />

de Inyati, comenzamos a cruzar por un país cuyos bosques<br />

estaban abundantemente regados. Los barrancos que surcaban las colinas<br />

escondíanse bajo una espesa maleza de «idoro», como la llaman<br />

los nativos, o de espinoso «wacht-eenbeche» (aguarda un poco), y por<br />

doquiera se destacaban numerosos y hermosísimos árboles «amachabelle»,<br />

agobiados por el peso de sus frescas frutas amarillas de grandes<br />

almendras. Esta planta es el alimento predilecto <strong>del</strong> elefante, y no<br />

cabía duda que alguno de esos enormes brutos debla rondar por allí,<br />

porque a más de sus huellas, los árboles estaban desgajados recientemente<br />

y aun arrancados de raíz.<br />

Una tarde, después de una larga jornada, llegamos a un lugar<br />

<strong>del</strong>icioso. Bordeaba la base de una colina cubierta de arbustos, el lecho<br />

seco de un río, en el que se veían algunas pozas de agua cristalina,<br />

cuyas orillas estaban removidas por recientes pisadas de animales.<br />

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