Revista Artística y Literaria Año VIII. No.1 enero-abril 2007 - Atenas
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Víctor<br />
Sosa José Kozer: el deseoso, el satisfecho.<br />
José<br />
Kozer dice ser un poeta cubano, pero en verdad<br />
es un poeta mentiroso. O más exactamente, es un<br />
poeta de la realidad mentirosa, es decir, del lenguaje<br />
no como ciencia sino como deficiencia, no como<br />
registro histórico sino como artilugio ilusorio, como<br />
prestidigitación, como laborioso malabar sobre el<br />
silencio del mundo. Ese silencio que se traduce, sobre<br />
todo, en la imposibilidad de aprehender el pasado:<br />
una incierta genealogía judío-polaca disolviéndose<br />
en el recuerdo de algunas fotos; abuelos, tíos<br />
desconocidos y desaparecidos posiblemente en<br />
Auschwitz, ausencias y datos que se pierden en<br />
el torbellino de la realidad (esa enorme ficción) y<br />
que desencadenan la necesidad de la invención e<br />
incluso, como dice Kozer, “el amor a la invención; la<br />
invención se vuelve más real que la realidad”. Y, claro,<br />
la invención se vuelve lenguaje, escritura, poema.<br />
Nadie más alejado del misticismo judío – es decir de<br />
la Cábala– que este judío-cubano-cosmopolita que no<br />
ve en el lenguaje una algebraica cifra de Dios, sino un<br />
estimulante itinerario por la contingencia histórica,<br />
por la carencia de casa y de causa, por el sonoro sin<br />
sentido elemental de la condición humana. Nada se<br />
cifra en el nombre más que el nombre, más que la<br />
radiografía de una caligrafía, de un gesto individual<br />
y, asimismo, colectivo.<br />
“Mi verdad es poética”, ha dicho el poeta. Y con<br />
esa dichosa verdad ha sabido delimitar su campo de<br />
acción, su espacio epistemológico, su querencia que<br />
es la carencia, la falta, la conciencia de lo tan irreal de<br />
lo real: la imposibilidad.<br />
Sin embargo, Kozer es un deseoso de mundo.<br />
Es un voluptuoso, un compulsivo adicto a Eros, a<br />
las formas que trazan una fisiología en constante<br />
mutación y en permanente centelleo autopoiético.<br />
Es un semental de la escritura que, con jupiteriana<br />
voracidad, devora y procrea al mismo tiempo;<br />
sin descanso, en orden, en rítmico orden, pero sin<br />
descanso, sin detenerse –como Narciso frente al<br />
espejo del agua- demasiado tiempo en su progenie<br />
que ya supera los 7000 poemas escritos hasta la fecha.<br />
Prodigalidad tumultuosa de una escritura que fluye<br />
como savia y se bifurca en múltiples rizomas que,<br />
cual metástasis de la lengua, van llenando el silencio,<br />
van forestando el páramo, van inseminando jungla y<br />
jolgorio en ese territorio tan irreal como verdadero,<br />
tan voluntarioso como contingente, tan absurdamente<br />
necio y necesario.<br />
Kozer hace uso de varias estrategias discursivas:<br />
coloquialismo, oralidad aparente, libre fluir de la<br />
conciencia, omnipresencia del yo poético que se impone<br />
para parodiarse, para auto-mofarse y negarse finalmente<br />
a sí mismo. También recurre o, mejor dicho, se deja<br />
llevar por las aliteraciones, paranomasias, rimas<br />
internas y calambures que el castellano permite,<br />
además de los giros, regionalismos, cubanismos<br />
y mexicanismos mixturados con latinismos,<br />
japonismos y un amplio abanico de citaciones<br />
y referencias literarias. La erudición implícita,<br />
sin embargo, no ahoga la escritura poética en la<br />
ciénaga conceptista (pensemos en Gracián) del<br />
barroco del Siglo de Oro español, porque Kozer<br />
desdora el sacro templete de lo poético no sólo<br />
con humor, con ironía, sino con desenfrenadas<br />
digresiones sobre lo mínimo, lo espurio, lo vulgar,<br />
lo intrascendente, lo bilioso, lo escatológico, lo<br />
descompuesto. Por si fuera poco, unos paréntesis<br />
en apariencia inoperantes trastornan la escritura,<br />
introducen intertex-tualidades caprichosas,<br />
erosionan el sentido unívoco, didáctico y<br />
denotativo de la frase que parece naufragar<br />
por interferencia en ese espacio cuántico,<br />
segmentado y sin linealidad temporal. Recurso<br />
cubista tal vez, pero en fuga constante, en<br />
transverberación metonímica que se rehúsa a<br />
la fijeza del significado y, en encabalgamientos<br />
metamór-ficos, evade corrales y corsés,<br />
anémicas quietudes y aquilatadas preceptivas<br />
categóricas. La palabra que se impone es<br />
dinamismo. En la poesía de Kozer todo es<br />
dinamismo. Dinamismo del deseoso, del<br />
lascivo, de ese que no ceja y se deja llevar por<br />
sus mascaradas y enmasca-ramientos, por<br />
sus múltiples ánimas y animalejos (garzas,<br />
ibis, libélula), por sus avatares imaginarios<br />
(de Chuang Tzu a Kafka y de ahí a Dante,<br />
a Pound, a Vallejo) y por su camaleónico<br />
desmembrarse y remembrarse siempre otro;<br />
siempre deseoso de ser uno por adición de<br />
muchos, por imantación y contagio admirativo,<br />
por propensión a lo poroso y poliédrico de una<br />
personalidad que se baña muchas veces en el<br />
mismo río. Ese ser en demasía sólo es posible<br />
por regocijo y por destierro, por ágape y por<br />
hambruna, por antípodas.<br />
¿Poesía de la dificultad la de Kozer? Sí,<br />
en la medida que, por su particular sintaxis<br />
y zarandeo del lenguaje, exige un lector<br />
atentísimo, en extremo alerta ante el mandoble,<br />
ante la estocada imprevista, ante el guiño<br />
cómplice y los elípticos sobre-entendidos que<br />
demanda el autor. Poesía que participa de las<br />
hojaldradas complejidades y heterodoxias del<br />
neobarroco latinoamericano, ese que surge<br />
Y tampoco es secreto<br />
que, como es lógico<br />
suponer, entre tantos<br />
emigrados, partieron<br />
grandes poetas ya hechos<br />
(Acosta, Baquero), otros<br />
en crecimiento definitivo<br />
(Padilla, Sarduy) y otros<br />
que llegarían a serlo<br />
(Aman-do Fernández y,<br />
sobre todo, José Kozer,<br />
a mi juicio el poeta más<br />
notable de la diáspora<br />
y uno de los más interesantes<br />
en la historia de<br />
la poesía hispanoamericana<br />
de la actualidad).<br />
Je s ú s Da V i D Cu r b e l o<br />
A mí –desde que leí a<br />
Kozer por primera vez–<br />
me sigue atrayendo su<br />
manera de plantearse el<br />
tópico de la identidad<br />
(que tantos discursos<br />
tautológicos y automatizadores<br />
ha producido<br />
en el ámbito de la<br />
poesía). Me sigue convocando<br />
la densidad de su<br />
tropología, su fugacidad<br />
casi perpetua.<br />
La escritura de Kozer,<br />
en cualquier caso, me<br />
enfrenta a la «misteriosa<br />
ulterioridad del lenguaje»<br />
(p. 39) –como dice<br />
en la entrevista–, y me<br />
seduce, aun cuando<br />
quiera ser proyección,<br />
al mismo tiempo, de la<br />
futilidad y del poder de<br />
ese lenguaje.<br />
Wa l f r i D o Do r t a<br />
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