50 Aniversario del Grupo Scout del Pilar de Madrid La Fundación ...

misión
marianista
Dedicó toda su vida
a la creación de
comunidades, como
buen marianista,
como buen seguidor
del Padre
Chaminade, como
buen entendedor
del Evangelio de
Jesús. Y consiguió
ilusionar a muchos
cientos de personas
con ese proyecto
comunitario.
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Memoria de José Antonio
Romeo, SM
Mª José Crende Corbeira
Presidenta de CEMI
NI EL OJO VIO, NI EL OÍDO OYÓ, NI SIQUIERA LA MENTE ES CAPAZ DE IMAGINAR LO QUE NUESTRO
PADRE DIOS TIENE PREPARADO PARA NOSOTROS. ESTE TEXTO DE SAN JUAN, JOSÉ ANTONIO
SOLÍA EMPLEARLO EN LOS FUNERALES Y LO ACOMPAÑABA DE UN SÍMIL MAGNÍFICO.
CONTABA QUE, CUANDO ESTAMOS EN EL VIENTRE DE NUESTRA MADRE, CÓMODOS,
TRANQUILOS, CON NUESTRAS NECESIDADES CUBIERTAS, NO PODEMOS IMAGINAR
LO QUE NOS ESPERA CUANDO NACEMOS. LA LUZ, LOS COLORES, LA NATURALEZA, LA
TERNURA, LOS ABRAZOS... POR ESO, LOS “CEMITAS” HEMOS SENTIDO LA MUERTE DE
JOSÉ ANTONIO CON DOLOR, PERO A LA VEZ CON UNA GRAN PAZ, SABIENDO QUE NUESTRO
QUERIDO CURA ESTARÁ CON EL PADRE EN ALGÚN LUGAR QUE NUESTRA MENTE NI SIQUIERA
ES CAPAZ DE IMAGINARSE.
Lo que más llamaba la atención
en José Antonio era su fe
inquebrantable. Dedicaba largas
horas a la oración todos
los días y creía firmemente en
el poder transformador de la
Eucaristía. Por eso en CEMI
siempre le hemos dado tanta
importancia a la Eucaristía,
como fuente capaz de ir transformando
nuestras vidas. Se
esforzaba por darle un aire
nuevo a la liturgia, para que
resultase cercana y motivadora,
para que interviniésemos
todos y nos fuésemos enriqueciendo
los unos de los
otros, para que realmente fuese
una mesa compartida con
los más necesitados. Era, en
definitiva, un hombre creativo
e innovador, siempre buscando
cauces nuevos para anunciar
la Buena Noticia.
José Antonio entendía que
vivir el seguimiento de Jesús
de Nazaret en solitario era difícil.
Por eso dedicó toda su vida
a la creación de comunida-
des, como buen marianista,
como buen seguidor del Padre
Chaminade, como buen entendedor
del Evangelio de Jesús.
Y consiguió ilusionar a
muchos cientos de personas
con ese proyecto comunitario.
No era un ser atrayente a
simple vista, ni era lo que se
dice “simpático”, pero tenía
un gancho especial, y cuando
ahondabas un poco –lo que
con él era inevitable- encontrabas
una persona llena de
profundos valores. Encontrabas
autoridad, la autoridad
que impone la coherencia de
una vida enraizada en el
Evangelio; radicalidad, la que
contagia Jesús de Nazaret.
Era un hombre directo, que
no se escandalizaba (ni escandalizaba
a nadie) al llamar
a las cosas por su nombre, sin
rodeos y sin importarle el interlocutor
que tuviera delante.
Pero, a la vez, era profundamente
tierno y comprensivo;
ponía todo su empeño en li-
berar a las personas de sus
miedos, ataduras y obsesiones.
Tenía un gran poder sanador,
era un gran terapeuta
que sabía cómo curar y cerrar
heridas. Poseía una enorme
paciencia y una gran capacidad
para entender la maduración
personal de cada miembro
de CEMI, sin
atropellos, sin prisas, en espera
y en esperanza siempre.
Las frases que nos iba diciendo,
en el transcurso de los
años, nos iban calando poco a
poco, nos tostaban la piel, como
la brisa veraniega: “El
Evangelio debería ser el libro
de cabecera de cada uno de
nosotros”; “Hay que dejarse
transformar por la Palabra de
Dios y convertir nuestro corazón
de piedra en un corazón
de carne”; “Si nuestra oración
no nos transforma, si no va
cambiando nuestras vidas, algo
está fallando...”.
Era profundamente libre,
empeñado en inculcarnos “la