Estudios Revista Ecléctica. Número 106 - Christie Books

He oído decir a nn hombre de carrera que
pe dice avanzado :
«Las revistas desnudistas no debieran tolerarse
; los grabados, las hacen impropias
para la gente joven, sobre todo para las muchachas...
No digo que cuando se practique
—que nunca llegará— el desnudismo, puedan
publicarse esas estampas, pero hoy las
considero improcedentes...»
Pero yo le he dicho :
«Para que pueda llegar aquello, se hace
esto. Queremos que no tenga esto ninguna
importancia. Cuando llegue a no tenerla, ¿ no
le habremos suprimido a usted una preocupación
?»
Acaso tiene el concepto de que el desnudismo
es retrógrado ; que los hombres nuevos,
por, paradoja, prefieren el primitivismo cavernario
a la civilización presente. Esto es
un equívoco piramidal. No se trata de preferencias,
sino de simultaneísmos. Precisamente
lo que no se desea es la civilización,
antítesis del primitivismo, sino como continuidad
natural del origen. No es una oposición,
sino un acorde de todos los principios,
con los medios de la civilización, para el fin
de la felicidad universal.
Deseamos que los hombres sean para vivir
y para crear, no para aparentar y para perecer.
Para conocer y no para ocultar. Para la
naturalidad y no para el artificio. Para la
bondad y la belleza, porque la maldad es fea.
No diremos que el hombre que se desnuda
sea bueno. Sí que decimos que es bueno que
el hombre se desnude. Sí que es bueno conocernos
al desnudo. El ir vestido no ha de impedir
conocer naturalmente el desnudo.
En la actualidad, el amante o marido vincular,
quiere librar el cuerpo bello de la amada
de la mirada ofensiva de los otros hombres
que las siente como puñales.., Y con la indumentaria
esclavizante no le importa hollar
la talla divina de su carne.
La mujer que se siente halagada por un vestido
continente antiestético de su cuerpo,
renuncia a la admiración de la estética natural
de su línea.
El vestido ha de ser funda para la belleza
viva del cuerpo. Por admirarlo bello' y sano
hemos de buscar el estuche apropiado. No
hemos de ser tan necios de dar interés secundario
a la joya que encierra, ni creernos
tan sabios de conocer el interior de lo hermético.
Criterios
El desnudo y el vestido
© faximil edicions digitals 2006
Ni el desnudo intemperante, ni el vestido
permanente.
La racionalización de la indumentaria, para
libertad natural ; salud del cuerpo.
Ya supongo que ustel, burgués, habrá pensado
en el problema económico del desnudismo.
La, fibra sensible de las modistas y de los
sastres la siento llegar a sus labios para argumentar
en contra.
Pero usted es accionista de los ferrocarriles
y nada le importó que se arruinaran los postillones.
Y el magnífico automóvil que disfruta
le ha hecho olvidar seguramente a los
viejos aurigas.
i ¡Qué tristeza y qué dolor ; qué catástrofe
irreparable para la economía de los pueblos
>.'er a todos los seres alegres y sanos, pero las
farmacias sin trabajo!!
¿ Para qué intentar vivir bien si no podrían
vivir los que viven del mal ? Es poco más o
menos lo que quiere decirme.
El trabajo se precisa para vivir. La confección,
de la indumentaria es un trabajo ; pero
no es imprescindible vivir de la confección
indumentaria, ni mucho menos, que procure
el sustento la confección de una mala indumentaria
y lo prive el trabajar bien el perfecto
vestido.
El trato social sería imposible con antifaz ;
si lo hacemos hoj^ a cara descubierta, no es
absurdo realizarlo naturalmente mañana a
cuerpo desnudo.
La. piel respira ; la piel nos nutre de radiaciones
; la piel elimina productos de desintegración
orgánica, productos muertos de la
vida celular primaria individualizada...
El vestido cubre la superficie enorme de
respiración y nos asfixia ; nos aisla de la
atmósfera radiante que debiera envolvernos
y nuestras células han de privarse injustamente
de la vida a que tienen derecho. No
es de extrañar, pues, que con todo el golpe
actual de civilización, el primitivismo celular
se rebele y viva a costa de todo, y allí, el epitelioma,
el cáncer, diga bien claramente el
poder, de. lo pequeño para vencer el dominio
injusto ; por muy grande, fuerte, poderoso y
civilizado que sea.
La verdad original, la naturaleza al desnudo,
no han de estar sometidas a la falsedad
creada por el hombre nesciente. La ética no
puede principiar con un pecado de origen. La
estética no puede aprobar el principio ocultista
de la belleza humana, que es tanto como