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Ni nos lavamos las manos,<br />
ni tiramos las monedas.<br />
¡Así somos los pontanos!.<br />
Óleo y trigo, lo que vale.<br />
Como dichosa es la rama,<br />
que al símil, del tronco sale.<br />
José Luís Borrego Ligero – Pregón <strong>1997</strong><br />
Por fin, llega el día. Las primeras procesiones de nuestra Semana Santa están a punto.<br />
El Sábado de Ramos se congregan miles y miles de pontanos cuyos sentimientos, tras<br />
todo un año de ansiada espera, impregnan los rincones de nuestro pueblo con inusitadas ganas<br />
de vivir la realidad de lo que, en la distancia, son imperecederos recuerdos.<br />
Los que tenemos la suerte de poseer en esta tierra nuestro sustento y, por ello, nuestro<br />
hogar, saludamos gozosos, y acogemos con entusiasmo a estos ausentes que perennemente<br />
sienten la presencia de <strong>Puente</strong>-<strong>Genil</strong> en sus corazones. Y nos alegramos porque, siquiera sea<br />
por unos días, alcanzan la dicha de ser los dueños de nuestra Villa.<br />
Yo, que por avatares del destino sentí la nostalgia de la distancia, truncada -<br />
paradójicamente- por desgracia, que no por suerte, recuerdo cómo contaba los días que<br />
faltaban para Semana Santa.<br />
Y, a pesar de mi corta edad, quedaron grabadas en mi mente las sensaciones que<br />
envolvían mi ser antes, durante y después del encuentro con la tierra que me vio nacer.<br />
¿Quién no tiene un familiar, un amigo, un hermano, allende nuestras fronteras?.<br />
¿Quién no aguarda con fervor el momento sublime del reencuentro?.<br />
¿Quién no ha elevado alguna vez sus plegarias al Supremo Hacedor para que deshaga<br />
la distancia y allane el camino de nuestro ausente?.<br />
La Virgen de la Guía, cuya advocación tiene su origen en ser la Madre que enseña a<br />
San Juan el camino para llegar a su hijo Jesús, es el faro que guía nuestro camino hacia el<br />
Redentor.<br />
Es la antorcha que prende la mecha del amor en nuestros corazones.<br />
Son tus lágrimas de gozo y alegría,<br />
¡oh! Madre que descubres el camino,<br />
de quienes en Ti buscan consuelo y Guía;<br />
¡sosiego y bálsamo del peregrino!.<br />
Cuando cruzas Tu mirada con la mía,<br />
y me arropa Tu Amor, dulce y sereno,<br />
sólo quiero abrazarme a Ti, María,<br />
y, contigo, a Tu Hijo Nazareno.<br />
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