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José Luís Borrego Ligero – Pregón <strong>1997</strong><br />
Y que al fin de mi vida, saña y fiera,<br />
si el fuego del castigo me quemase,<br />
mis llamas, por Tu Amor, yo te ofreciera.<br />
El Santísimo Cristo del Calvario y Nuestra Señora del Consuelo, que ya nos han<br />
señalado el camino de la Cruz, cuando el Viernes de Dolores nos ofrecieron, piadosa y<br />
solemnemente, la más bella reflexión acerca del dolor que se cierne sobre Dios y Su Madre<br />
Soberana, conmoverán de nuevo nuestra alma cuando, a hombros de sus devotos costaleros,<br />
recorran, en impresionante silencio, el sacrosanto vía crucis que enternece los más duros<br />
corazones.<br />
Dimas y Gestas flanquean, en opuesta actitud, al Mesías yacente, quien, hierático,<br />
acaba de teñir el Calvario con toda la sangre que por nosotros ha derramado, haciendo brotar,<br />
con tan fértil rociada, una grandiosa nube abrazadora, que enlaza a todos los presentes en un<br />
divino soplo de concordia y sosiego.<br />
Y Su Madre, Consuelo.<br />
Nadie podrá cantar mejor a la Virgen del Consuelo que como lo hizo su hijo<br />
predilecto, siempre a Su lado en la tierra, siempre a Su lado en el Cielo, don José Cabello y<br />
Cabello...<br />
Déjame, Pepe Cabello, que hoy sea tus manos, y, con ellas, ofrezca a la Madre del<br />
Consuelo el soneto más sentido que de tu inspiración pueda brotar.<br />
Y que nuestro hermano Ernesto..., hombre, manantero, y cofrade ejemplar, tu gran<br />
amigo y a quien profeso el amor y respeto que merece quien para mí es un gran padre, reciba<br />
este regalo, y comparta con nosotros este místico momento, dádiva amorosa de nuestra<br />
Madre:<br />
En la noche sin fin del Martes Santo,<br />
que la muerte de Dios rasga su velo,<br />
de las Alturas, Vos, Reina del Cielo,<br />
a consolarnos vienes, con tu llanto.<br />
Y la Luz que ilumina ese quebranto,<br />
es la paz que nos das, vivo Consuelo...<br />
¡dulcísimo candor de terciopelo!,<br />
sereno imán..., de la tristeza encanto.<br />
Eres, preciosa Madre, la más bella,<br />
que un artista jamás haya soñado.<br />
Son tus lágrimas luceros..., Tu estrella.<br />
Llama viva que brota del costado<br />
del hijo del Eterno. Es tu huella...<br />
la senda que nos limpia del pecado.<br />
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