Descargar pdf - Diputación Provincial de Almería
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44<br />
Francisco López Moya<br />
Durante todo el día trabajó en la cocina y al anochecer, <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> servir la cena, se dirigió hacia la estancia en la que estaba<br />
instalada. Sus ánimos estaban por los suelos. Aquel hombre era<br />
otro, ¿cómo podía haber sembrado en su corazón la semilla <strong>de</strong> la<br />
esperanza para luego arrancarla y pisotearla?<br />
Los hermanos menores, que la vieron salir <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> los<br />
señores, corrieron para llegar antes que ella a la puerta <strong>de</strong> su<br />
alojamiento, Soraya ni siquiera los vio hasta que se tropezó con<br />
ellos, tan absorta iba en sus tribulaciones.<br />
—Hemos estado or<strong>de</strong>ñando las cabras —se les veía contentos<br />
y eso alegró su maltrecho corazón.<br />
Aquella alegría duró sólo unos instantes. Cuando sus hermanos<br />
se marcharon corriendo uno <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l otro tratando <strong>de</strong> cogerse,<br />
los miró con ternura maternal, pero en cuanto sus gritos y risotadas<br />
se apagaron, volvió a sumirse en la realidad <strong>de</strong> aquel engaño.<br />
“¿Cómo podía haber olvidado las dulces palabras con las que le<br />
hizo creer en la felicidad?”. Qué tonta había sido, ¿cómo pudo<br />
hacerse ilusiones? Vivían en dos mundos diferentes y estaban<br />
bien <strong>de</strong>limitados: la raza y la fe. Se secó con el dorso <strong>de</strong> la mano<br />
las lágrimas que habían hume<strong>de</strong>cido sus ojos y entró en la alcoba,<br />
sus compañeras no volverían hasta <strong>de</strong>jar bien limpia la cocina y la<br />
porcelana <strong>de</strong> la cena.<br />
Se echó sobre el jergón y sin necesidad <strong>de</strong> contener las lágrimas,<br />
fluyeron con generosidad. Necesitaba el <strong>de</strong>sahogo que durante el<br />
día trató <strong>de</strong> contener. Poco a poco se fue serenando y, más relajada,<br />
se convenció <strong>de</strong> que aquello había sido un espejismo y <strong>de</strong> que entre<br />
los cristianos sería siempre muy <strong>de</strong>sdichada. De nuevo recordó la<br />
conversación mantenida con el amigo <strong>de</strong> los monfíes: “tenemos una<br />
red <strong>de</strong> confi<strong>de</strong>ntes bien organizada”. Ella tenía <strong>de</strong>udos en el Magreb<br />
y estaba segura <strong>de</strong> que la acogerían con agrado, pero llegar hasta allí<br />
entrañaba serias dificulta<strong>de</strong>s, la primera, po<strong>de</strong>r escapar y <strong>de</strong>spués,<br />
la <strong>de</strong> pasar el mar; también estaban sus hermanos, que podían sufrir<br />
represalias si los abandonaba. Decididamente tuvo que <strong>de</strong>sechar la<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> huir.<br />
El sonido <strong>de</strong> unos pasos la alertó <strong>de</strong> la proximidad <strong>de</strong> sus<br />
compañeras. Soraya se secó las lágrimas con presteza y se incorporó<br />
para quedar sentada con la espalda apoyada en la pared.<br />
Su sorpresa fue mayúscula, pues quien apareció por la puerta no<br />
fueron ellas sino el capitán. Tardó en darse cuenta <strong>de</strong> que era él, pues la