E - Hemeroteca Virtual de Betanzos

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BETANZOS
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TAPAS DE BACALAO y TORTILLA
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Ta,.. -ibién me tomaba las cosas al pie de la letra, al decirme que los
niños venían de París comencé a hablar en francés. En el colegio me
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moré por primera vez, ella me sacaba dos cursos, quince centíme-
ti:os de estatura y, en ocasiones, la lengua... Fui un niño muy enfermi-
zo, la consulta del doctor era mi parque de atracciones favorito. Al-
guien me colgó el sambenito de feo, incluso el cura se empeñó en que
hiciera la primera comunión con pasamontañas. Jamás pasé tanta ver-
guenza como el día que me hice pipí por los pantalones delante de una
niña, corrió a contárselo a la profesora y esta decidió levantar acta
notarial del «asunto», desde entonces sólo me orino encima en presen-
c a de mi abogado. Siempre procuré comportarme con educación, has-
ta que no cogí confianza con «él», traté de usted a mi pene. No fue
nada sencillo explicar a los inspectores de la ONU (entiéndase padres)
c,ue la tempestuosa y onírica relación que mantenía con Agatha Lys
no supondría una «mancha» en mi inmaculado expediente... A los 20
años quise ser Dylan, a los 30 García Márquez, ahora me conformo
con hablar sin faltas de ortografía y no defecar en letra impresa. En
cierta ocasión un tipo me salvó la vida, todavía le busco para ajustar
cuentas. No soporto el dolor, pido la epidural cada vez que me tengo
que poner un supusitorio. No sé tragar el humo de un cigarro; pero
miento muy bien, he convencido a más de una mujer de que mis pul-
mones se han hecho cuatro veces la estética. El único amor que tengo
es el propio... Acabo de cumplir 42 años, descontando ese periodo de
tiempo he vivido intensamente. Fui un bebé muy deseado, a mis pa-
dres les hacía ilusión tener una mascota. «Te quiero», le dije a una chi-
ca, me lo «agradeció» declarando tres días de luto oficial. Me gusta
emborracharme mientras escucho a Chavela, el otoño, los poemas,