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REVISTA CRISTIANA - Fundación Federico Fliedner

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<strong>REVISTA</strong> <strong>CRISTIANA</strong><br />

PERIÓDICO CIENTÍFICO RELIGIOSO.<br />

AÑO XV. 30 DE SETIEMBRE DE 1894. NÜM. 354.<br />

EL PROBLEMA. DEL MAL.<br />

ESTUDIO FILOSÓFICO EH SIETE DISC0RS0S<br />

POE<br />

ERNESTO NAVILLE.<br />

(CONTINUACION.)<br />

¿Cómo puede ser esto? El hecho se explica en parte por causas históricas,<br />

en cuyos detalles no podemos entrar ahora. Quiero, sin embargo, indicar una de<br />

ellas: el abuso de la autoridad, y la ingerencia de los poderes civiles en el dominio<br />

de las creencias. En la época en que la culpa de herejía, determinada por<br />

la autoridad eclesiástica, podía acarrear graves consecuencias en lo temporal, los<br />

hombres que querian establecer la independencia de su pensamiento y que no tenían<br />

vocacion de mártires, creían que lo más conveniente era declarar que, libres<br />

de las investigaciones de la filosofía, se mantenían de un todo fuera del dominio<br />

religioso, y su examen no se extendía en grado alguno hasta las verdades de la<br />

fe. Entonces fue cuando tuvo su origen la teoría asaz extravagante, de que puede<br />

haber dos verdades: una á la que uno se adhiere como filósofo, y otra que uno<br />

acepta como creyente. Entonces fue cuando el italiano Pomponazzi dio á luz un<br />

libro contra la inmortalidad del alma, mas afirmó que, por otra parte, y en su carácter<br />

de católico, aceptaba de un todo la doctrina de la vida futura, del punto<br />

de vista de la fe. Al abuso de la autoridad se ha contestado con la prescindencia<br />

del examen.<br />

Una de las causas que impiden aún hoy dia la propagación de la fe cristiana,<br />

es el hecho de que muchos hombres no quieren examinar las cuestiones religiosas<br />

á causa de una creencia vaga, herencia de la servidumbre del pasado. Mas<br />

ya ha empezado la época de la libertad. Es contrario á toda razón el pensar que<br />

pueda haber dos verdades. Ningún hombre goza de verdadera libertad y tiene<br />

fuerza de espíritu, sino aquel cuya mirada penetra más allá de la nube de las<br />

preocupaciones, y contempla en toda su grandeza de simplicidad e\ problema<br />

que la existencia de la religión cristiana presenta. ¿Qué es, pues, lo qu& me cumple<br />

hacer ahora? Mostraros cómo la cuestión de la fe que de tantas maneras aparece,<br />

resulta directa y necesariamente del estudio que aquí nos ha reunido.<br />

El bien tiene una historia, tiene sus luchas, sus derrotas y sus triunfos. Ahora,<br />

pues, en la historia del bien hay un nombre que ocupa un rango aparte en


274 R e v is t a C r i s t i a n a .<br />

un todo de los demás; no hay nadie que niegue esto en el fondo: el nombre de Jesús<br />

Nazareno. La luz moral fue desarrollada en el mundo antiguo por la reflexión<br />

de los sabios, consagrada á discernir la voz de la conciencia y á reconocer<br />

las leyes de la sociedad espiritual. Empero á medida que crecía la luz moral, se<br />

iban degradando las costumbres, y la civilización romana ofreció una mezcla horrible<br />

de corrupción y de crueldad. Existia una especie de divorcio profundo entre<br />

la conciencia y la vida de la humanidad; y cuanto más claramente veian los<br />

sabios la imagen del bien, tanto más impotentes se sentían para realizarla en<br />

el mundo. Entonces fue cuando se dejó oir la palabra del Galileo, y ella vino á<br />

ser el punto de partida de la restauración de una sociedad que estaba sumei'gida<br />

en los abismos de 1a. corrupción.<br />

Para un examen más extenso de este asnnto, os puedo remitir á una obra<br />

que no puede ser sospechada, ó á lo menos en el sentido en que yo puedo serlo<br />

por alguno de vosotros; es la obra de un autor francés, el señor Denis, que ha escrito<br />

una Historia de las ideas morales de la antigüedad (1). El señor Denis parece<br />

tener la intención positiva de negar la realidad de una manifestación sobrenatural<br />

en Jesucristo. El reúne una multitud de textos para probar que la luz moral<br />

ha crecido bajo la acción de las investigaciones de la filosofía antigua. El lo prueba;<br />

mas él tiene que hacer ver también que la corrupción de las costumbres creció<br />

á medida que los sabios percibieron de una manera más clara y distinta las<br />

verdaderas leyes de la naturaleza; y reconoce que el poder, la fuerza que ha comenzado<br />

á realizar la ley moral, no ha salido directamente de los trabajos de los<br />

filósofos, sino de la predicación cristiana. Es la palabra cristiana lo que ha dado<br />

el impulso al progreso que caracteriza y constituye la civilización moderna; aun<br />

los que no aceptan la divinidad del Evangelio, se ven obligados á proclamar ese<br />

hecho en el terreno de la historia; para aceptar esta afirmación, es preciso admitir<br />

que el mundo progresa. Permitidme hacer á este respecto una confesion personal.<br />

Yo sé que hablar de sí mismo lo ménos que uno pueda es una buena regla;<br />

mas vosotros sabéis también que cuando los hombres contribuyen con sus pensamientos<br />

á un fondo común, no hay quizá nada que tenga tanto valor como la relación<br />

que uno haga de su propia experiencia. Hé aquí, pues, lo que me ha sucedido<br />

con respecto á la idea del progreso.<br />

Cada uno de nosotros, sea por razón de las circunstancias que ocurrieron á su<br />

venida en el mundo, sea también, según creo, á causa de su temperamento, se ve<br />

impulsado á mirar con predilección el pasado ó el porvenir. Yo siempre he tenido<br />

una afición peculiar al pasado;'ora á causa de las circunstancias generales que<br />

acabo de indicar, ora quizá porque no siendo insensible á la poesía, hallo que esos<br />

caminos del tiempo, tan bien celebrados ya por nuestro Topffer; esos caminos que<br />

circulan entre altas cercas, que dan vueltas en los ángulos de los campos y serpentean<br />

con el curso de las corrientes, son más amenos que los mejores ferrocarriles<br />

y las líneas telegráficas más bellas; puede ser, en fin, porque en los espectáculos<br />

que el mundo político ha presentado en Europa despues de los dias de mi juventud,<br />

yo siempre he experimentado un sentimiento que no ha sido de estimación<br />

por los hombres que aclaman toda novedad (teniendo siempre cuidado de crearse<br />

en el nuevo orden un puesto tan bueno como les es posible); por esos hombres<br />

que siempre vuelven la espalda al sol que se pone y adoran al sol que se levanta,<br />

que aplauden despues del buen suceso aquello que habian vituperado cuando la<br />

victoria era incierta. Como resultado de todas estas causas, yo estaba dispuesto á<br />

menospreciar las novedades y á creer poco en el progreso. Ahora bien; en el año<br />

(1) Dos volúmenes en 8.° Librería de Augusto Durand, 1858.


R e v is t a C r is t ia n a . 275<br />

de 1854 me invitaron para que diera en Ginebra unas conferencias públicas acerca<br />

del influjo del Cristianismo en los destinos de la sociedad. Me fue menester<br />

abarcar de una sola ojeada todo el desarrollo de la historia durante diez y ocho<br />

siglos. Yo reconocí que toda novedad no era progreso, que en la marcha de la sociedad<br />

hay caídas, retrocesos, aberraciones de la conciencia, debilitaciones de la<br />

opinion pública; pero que, esto no obstante, si uno considera los grandes movimientos<br />

y largos períodos, se ven crecer y crecer progresivamente, en la ley y en<br />

•las costumbres, la dignidad, la justicia y la benevolencia. Yo reconocí que aunque<br />

las aguas de los rios descienden á los abismos del Océano, la ola humana, si bien<br />

refluye á menudo, se remonta, sin embargo y despues de todo, hacia el cielo. Desde<br />

entonces para acá, sin querer aclamar toda innovación, sin renunciar al derecho<br />

imprescriptible de condenar las novedades perniciosas y de protestar contra<br />

los triunfos injustos, he creído seriamente en el progreso, y esta impresión no se<br />

ha borrado jamás. He sido vencido por la verdad.<br />

Mas ¿de dónde viene el progreso? Yo os lo he dicho. El terreno humano ha<br />

sido preparado por el trabajo de la conciencia y las reflexiones de los sabios; mas<br />

la sabiduría antigua halló la luz sin encontrar el poder. Ella no logró suministrar<br />

al género humano un principio durable de vida. El germen de la verdadera fuerza<br />

ha sido depositado en la tierra por la palabra cristiana. Desde entonces el árbol<br />

del bien ha crecido. Puede cubrirse de musgo, de muérdago, de ramos marchitos,<br />

mas la sávia de una juventud eterna circula en su tronco. El árbol parece<br />

bastante joven á quienquiera que entrevé las proporciones indicadas por su naturaleza,<br />

y los que desprecian su sombra se parecen á los hombres que desdeñan la<br />

encina secular que ha sombreado á sus mayores, y que puede extender sus ramajes<br />

á las generaciones venideras, para sembrar en áridos arenales bellotas ya<br />

secas.<br />

Nosotros tenemos dos instintos; la afición al pasado, y la afición al porvenir;<br />

y estos dos instintos son igualmente verdaderos. Sin hacernos ninguna ilusión,<br />

sin esperar de las sociedades de la tierra lo que la tierra jamás podrá realizar;<br />

sin perder de vista los terremotos, las tempestades, las catástrofes que puedan<br />

sobrevenir, y que tal vez están próximas, es menester reconocer que las sociedades<br />

humanas tienden á ofrecer un reflejo ménos y ménos imperfecto del reino del<br />

bien. Mas el porvenir procede del pasado; el progreso es el desarrollo de gérmenes<br />

puros depositados en la tradición. Nuestra afición á lo que fué y nuestro deseo<br />

por la novedad se concilian en el apego á una tradición sostenida y depurada,<br />

y sostenida con tanta más seguridad por cuanto es* depurada con el mayor esmero.<br />

La división de los hombres en dos bandos, uno que quiere conservarlo todo<br />

y otro que todo quiere destruirlo, esta división que se manifiesta en todo— desde<br />

las querellas de una aldea hasta los disturbios de los imperios, y desde la conversación<br />

de los individuos hasta el combate del mundo de las ideas— esta división,<br />

digo, no tiene una razón de ser legítima. La lucha de los partidos exclusivos es<br />

quizá natural á nuestros corazones malos, porque es la lucha de pasiones y de intereses<br />

bastardos. Mas ¿no habéis visto la aurora de mejores dias cada vez que<br />

os habéis despojado de esas pasiones y de esos intereses bastardos? Innovadores,<br />

¿queréis vosotros entonces destruir el bien del pasado y renunciar á la herencia<br />

de los siglos? Conservadores, ¿queréis vosotros entonces detener la obra del presente<br />

é impedir que el bien crezca en lo sucesivo? No, señores, entre las banderas<br />

de estos dos bandos hostiles, existe un tercer partido, el de los hombres que, con<br />

el trabajo del presente quieren prepararse para el porvenir, para el desarrollo de<br />

todo el bien del pasado y la destrucción creciente del mal. Este es el partido de<br />

la paz, de la justicia y de la verdad. Este es el porvenir: saludémoslo con una es­


276 R e v is t a C r is t ia n a<br />

peranza firme. Aliora volved y decid si ese no es el pasado; decid si lo que constituye<br />

la solidez y la gloria de nuestra civilización no es el desarrollo del pensamiento<br />

cristiano; decid si la reconciliación de todos los individuos y todas las<br />

naciones en la justicia y la benevolencia, no es la obra de Aquel que se lia complacido<br />

en hacer brillar su gloria en las alturas, anunciando paz en la tierra para<br />

los hombres de buena voluntad.<br />

Jesús Nazareno se presenta en la historia como el origen del más grande<br />

desenvolvimiento de la fuerza social hácia el bien: lié ahí un hecho verdaderamente<br />

notable, y que presenta una cuestión bien digna de atención. Es sorprendente<br />

que el germen del progreso universal haya sido depositado en el suelo<br />

humano, no por las escuelas de la Grecia ni por la sabiduría práctica de Roma,<br />

sino por un habitante de Nazaretli en Galilea. Mas no consideréis solamente<br />

la acción social del hijo de María, observad su influjo sobre los individuos. Alfredo<br />

de Musset, víctima de pasiones sensuales cuyo funesto carácter él no dejaba<br />

jamás de reconocer al mismo tiempo que se dejaba dominar de ellas, se detuvo<br />

un dia ante la gran figura de San Agustín; y, viendo á ese hijo ardiente del<br />

Africa triunfar completamente de pasiones que á él le estaban perdiendo, escribió<br />

esta línea que no es uno de los más pequeños tributos que ha recibido la memoria<br />

del autor de las Confesiones: «El hombre más hombre que jamás haya existido,<br />

San Agustín» (1). ¿De dónde le vino á San Agustín la fuerza que triunfó de<br />

sus pasiones? El lo dijo bastante en alto para que nadie lo ignore. Hemos hablado<br />

de Pascal, Pascal era tan enfermizo que despues de la edad de diez y nueve<br />

años no pasó un solo dia sin sufrir dolores del cuerpo. En ese cuerpo moraba una<br />

alma tan valiente y tan audaz, tan pronta á descender á las últimas moradas del<br />

pensamiento que ella pudo conocer todos los tormentos de la inteligencia. Y fué<br />

Pascal quien dijo acerca del estado de su propia alma: «¡Gozo, gozo, gozo y lágrimas<br />

de gozo!» ¿De dónde le vino la fuerza que le hizo triunfar del dolor? El<br />

mismo lo ha escrito en caractéres indelebles. Mas ¿por qué detenernos en nombres<br />

ilustres? Si la fé cristiana obra muy poco por el bien, de ello tienen la culpa<br />

los que la profesan, mas no puede negarse que ella obra. Informáos de lo que<br />

pasa en el mundo, aquí y allí. ¡Qué de tentaciones vencidas! ¡qué de vidas enmendadas!<br />

¡qué de sacrificios hechos! ¡qué de lágrimas dulcificadas! ¡qué de rayos de<br />

luz aun en medio de las angustias y tinieblas de la muerte! ¡qué de fuerza, en fin,<br />

fuerza contra el dolor, fuerza contra la tentación! !qué de fuerza para el bien ha<br />

producido y produce todos los dias ese solo nombre, esa palabra de dos sílabas:<br />

Jesús.<br />

(Se continuará).<br />

(1) La Confesion de un hijo del siglo, parte 12.a, cap. 40.


CONFESION DE FE.<br />

(Conclusión.)<br />

X X .<br />

Del Bautismo.<br />

Por el Sacramento del Bautismo, mediante<br />

la aplicación de agua en el nom<br />

bre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu<br />

Santo, (1) el individuo á quien se<br />

bautiza es solemnemente admitido en<br />

la Iglesia visible. (2)<br />

Este Sacramento representa la purificación<br />

de nuestros pecados por la sangre<br />

de Cristo y nuestra muerte al pecado,<br />

(3) y sella nuestra participación<br />

de todos los beneficios de la alianza de<br />

gracia. (4) Por él significamos nuestra<br />

sumisión al Señor.<br />

Debe administrarse este Sacramento<br />

á los que actualmente profesan la fe en<br />

Cristo, y le prestan obediencia, (5) y<br />

(1) Mat. 28, 19.—Id pues, y haced discípulos<br />

á todas las naciones, bautizándolos en el<br />

nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu<br />

Santo.<br />

(2) 1.a Cor. 12, 13.—Y así es que por un Espíritu<br />

todos nosotros en un cuerpo somos bautizados.<br />

(3) Rom. 6, 3. 4.—¿No sabéis que todos los<br />

que somos bautizados en Cristo Jesús, somos<br />

bautizados en su muerte? Y es así que somos sepultados<br />

con El por el bautismo en muerte, á<br />

fin que, así como resucitó Cristo de entre los<br />

muertos por la gloria del Padre, así también<br />

nosotros andemos en nueva vida.<br />

Col. 2, 11. 12.—En el cual también sois circuncidados<br />

de circuncisión no lieclia con manos,<br />

con el despojamiento del cuerpo de los pecados<br />

de la carne en la circuncisión de Cristo. Sepultados<br />

juntamente con El en el bautismo en el<br />

cual también resucitasteis con El por la fe de la<br />

operacion de Dios que le levantó de los muertos.<br />

(4) Gal. 3, 27. 29. —Todos los que habéis sido<br />

bautizados en Cristo, de Cristo estáis vestidos.<br />

Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente la simiente<br />

de Abraliam sois, y conforme á la promesa<br />

los herederos.<br />

(5) Hech. 2, 41. — Y los que recibieron su palabra,<br />

fueron bautizados, y fueron añadidos<br />

aquel dia cerca de tres mil personas.<br />

Hech. 8, 36-38.—Dice el favorito: «Hé aquí<br />

agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?;) Y<br />

mandó parar el carro; y descendieron los dos al<br />

agua, Felipe y el favorito, y lo bautizó.<br />

.R e v ista C r is t ia n a . 277<br />

también á los niños cuyos padres ó uno<br />

de ellos sean creyentes. (1)<br />

No debe administrarse el Bautismo á<br />

una persona más de una vez en la<br />

vida. (2)<br />

X X I.<br />

De la Cena del Señor.<br />

»<br />

Por el Sacramento de la Cena del Señor<br />

que se ha de observar en la Iglesia,<br />

se hace una memoria perpétua de la<br />

muerta de Cristo hasta que El venga. (3)<br />

La Cena del Señor debe administrarse<br />

bajo las dos especies de pan y vino,<br />

que representan el cuerpo y la sangre<br />

de Cristo (4).<br />

Los que dignamente participan (o)<br />

de la Cena del Señor, reciben y se nu-<br />

(1) Hech. 2, 38. 39. — Pedro les dijo:<br />

«Arrepentios, y cada uno de vosotros sea bautizado<br />

en el nombre de Jesucristo para remisión<br />

de vuestros pecados; y recibiréis el don del<br />

Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa,<br />

y para vuestros hijos, y para todos los que<br />

están lejos, cuantos llamare á sí el Señor, nuestro<br />

Dios.»<br />

1.a Cor. 7, 14.—El marido infiel es santificado<br />

por la mujer, y la mujer infiel por el hermano.<br />

Porque de otra manera vuestros hijos serian<br />

amancillados; pero ahora son santos.<br />

(2) Tito 3, 5.—Por su misericordia nos salvó<br />

por el lavacro de la regeneración y de la renovación<br />

del Espíritu Santo.<br />

(3) 1.a Cor. 11, 23-26.—Recibí del Señor lo<br />

que os enseñé: que el Señor Jesús, la noche en<br />

que fue entregado, tomó pan, y dando gracias,<br />

partió y dijo: Esto es mi cuerpo el cual es roto<br />

por vosotros. Esto haced en memoria de mí.<br />

De la misma manera también la copa, despues<br />

de cenar, diciendo: Esta copa es la nueva alianza<br />

en mi sangre: esto haced todas las veces que<br />

bebiereis en memoria mia. Porque todas las<br />

veces que comiéreis este pan, y bebiéreis la copa,<br />

anunciareis la muerte del Señor hasta que<br />

venga.<br />

(4) Mat. 26, 26. 27.—Y mientras estaban cenando,<br />

Jesús tomó pan y bendiciendo lo partió<br />

y dándolo á sus discípulos dijo: «Tomad, comed:<br />

este es mi cuerpo.)) Y tomando un cáliz y bendiciendo<br />

seles dió,diciendo: «Bebedde él todos.a<br />

1.a Cor. 10, 16.—La copa de bendición que<br />

bendecimos, ¿110 es la comunion de la sangre de<br />

q rigt0?<br />

(5) 1.a Cor. 11, 28. 29.—Pruébese, pues, el<br />

hombre á sí mismo, y así coma del pan, y beba<br />

de la copa, porque el que come y bebe, juicio<br />

come y bebe para sí mismo.


278 R e v is t a C r i s t i a n a .<br />

tren de Cristo crucificado j de los beneficios<br />

de su muerte, no carnal y corporalmente,<br />

sino espiritualmente y por<br />

la fe; (1) reconocen además su obligación<br />

de dedicarse al Señor, y de cumplir<br />

todos sus deberes para con Cristo.<br />

(2)<br />

En la Cena del Señor, Cristo no se<br />

ofrece al Padre, ni en ella se hace sacrificio<br />

alguno para remisión de los pecados,<br />

sea de vivos ó de muertos. (3)<br />

Los ignorantes y los impíos no pueden<br />

participar de los elementos de la<br />

Santa Cena; los primeros, porque ningún<br />

beneficio les resultaría; los segundos<br />

porque pecan contra Cristo. (4)<br />

X X II.<br />

De la Resurrección de los muertos.<br />

El cuerpo humano despues de la<br />

(1) Lúe. 22, 19. 20.—Y tomando un pan,<br />

dió gracias y lo partió, y se lo dio, diciendo:<br />

«Este es mi cuerpo, que es dado por vosotros:<br />

esto liaced en memoria rnia.o Y asimismo el<br />

vaso, despues de haber cenado, diciendo: «Este<br />

vaso es el nuevo testamento en mi sangre, la<br />

que es derramada por vosotros.»<br />

(2) 1.a Cor. 10, 21.—No podéis beber la copa<br />

del Señor, y la copa de los demonios: no podéis<br />

participar de la mesa del Señor, y de la mesa<br />

de los demonios.<br />

(3) Hebr. 9, 22-28.—Casi todo es purificado<br />

según la ley con sangre; y sin derramamiento<br />

de sangre no se hace remisión. Fue, pues, necesario<br />

que las figuras de las cosas celestiales<br />

fuesen purificadas con estas cosas; empero las<br />

mismas cosas celestiales con mejores sacrificios<br />

que estos. Porque no entró Cristo en el santuario<br />

hecho de mano, figura del verdadero, sino<br />

en el mismo cielo para presentarse ahora por<br />

nosotros en la presencia de Dios. Y no para<br />

ofrecerse muchas veces á sí mismo, como entra<br />

el pontífice en el santuario cada año con sangre<br />

ajena; de otra manera fuera necesario que hubiera<br />

padecido muchas veces desde el principio<br />

del mundo: mas ahora una vez en la consumación<br />

de los siglos, para deshacimiento del pecado<br />

se presentó por el sacrificio de sí mismo. Y<br />

de la manera que está establecido á los hombres<br />

que mueran una vez, y despues el juicio,<br />

así también Cristo fue ofrecido una vez para<br />

agotar los pecados de muchos; y la segunda vez<br />

sin pecado será visto de los que lo esperan para<br />

salud.<br />

(4) Mat. 7, 6.—No deis lo santo á los perros,<br />

ni echeis vuestras perlas á los puercos, no<br />

muerte torna al polvo y ve corrupción;<br />

(1) pero el alma, teniendo una<br />

existencia inmortal, vuelve á Dios que<br />

la creó.(2)<br />

Las almas de los justos son recibidas<br />

en el cielo, (3) y las de los impios son<br />

arrojadas en el infierno, (4) esperando<br />

unas y otras la resurrección de los<br />

cuerpos. (5)<br />

Cuando Jesús vuelva en su gloria, los<br />

cuerpos de los justos saldrán á su vez<br />

de los sepulcros, (6) y unidos con los<br />

sea que las huellen con sus piés y volviéndose<br />

os despedacen.<br />

1 Cor. 11, 27.—Quien quiera que comiere el<br />

pan, ó bebiere la cojm del Señor indignamente,<br />

es reo del cuerpo y de la sangre del Señor.<br />

(1) Gen. 3, 19.— En el sudor de tu rostro<br />

comerás el pan hasta que vuelvas á la tierra,<br />

porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y<br />

al polvo serás tornado.<br />

Hech. 13, 36.—Porque David, habiendo servido<br />

en su generación la voluntad de Dios,<br />

durmió, y fue puesto con sus padres, y vio corrupción.<br />

(2) Ecles. 12, 7.—El hombre va á la casa de<br />

su siglo.<br />

2.a Cor. 5, 1. 6. 8.—Sabemos que si nuestra<br />

casa terrestre de esta morada fuere deshecha,<br />

tenemos de Dios un edificio, casa no hecha de<br />

mano, eterna, en los cielos. Mientras estamos<br />

en el cuerpo, estamos ausentes del Señor. Tenemos<br />

sin embargo confianza, y queremos más<br />

bien ausentarnos del cuerpo y habitar con el<br />

Señor.<br />

(3) Fil. 1, 23.—Teniendo deseo de ser desatado,<br />

y estar con Cristo; lo cual es mucho<br />

mejor.<br />

Hebr. 12, 23.—A la congregación de los primogénitos<br />

que están alistados en los cielos, y á<br />

Dios, el Juez de todos, y á los espíritus de los<br />

justos ya perfectos.<br />

(4) Mat. 25, 46.—E irán estos al castigo<br />

eterno, mas los justos ála vida eterna.<br />

2. 1 Pedro 2, 4. 9.—Si Dios no perdonó á los<br />

ángeles que habian pecado; sino que, habiéndolos<br />

despeñado en el infierno con cadenas de obscuridad,<br />

los entregó para ser reservados al juicio...<br />

Sabe el Señor librar de tentación á los<br />

pios, y reservar á los injustos para ser atormentados<br />

en el dia del juicio.<br />

(5) Juan 5, 28. 29.—No os maravilléis de<br />

esto, porque vendrá una hora, cuando todos los<br />

que están en los sepulcros, oirán su voz y saldrán:<br />

los que hicieron bien, á resurrección de<br />

vida, mas los que hicieron mal, á resurrección<br />

de juicio.<br />

(6) 1.a Cor. 15, 52.—En un momento, en un<br />

abrir y cerrar de ojo, á la última trompeta;<br />

porque sonará la trompeta, y los muertos serán


que aun vivan en la tierra, volarán á su<br />

encuentro para nunca jamás separarse<br />

de El. (1)<br />

Fuera de estos dos lugares donde moran<br />

las almas separadas de sus cuerpos,<br />

no reconoce otros la Escritura. (2)<br />

X X III.<br />

Del Juicio final.<br />

Vendrá despues el dia en el cual Dios<br />

juzgará al mundo con justicia por su<br />

Hijo Jesucristo, (3) para que cada<br />

cual reciba el premio conforme á sus<br />

obras. (4)<br />

Los justos irán á la vida eterna (1) y<br />

heredarán la plenitud de gozo y bienaventuranza<br />

que existe en la presencia<br />

de Dios para siempre. (2) Mas los im-<br />

resucitados incorruptibles, y nosotros seremos<br />

transformados.<br />

(1) 1.a Tes. 4, 14-17.—Si creemos que Jesús<br />

murió y resucitó, así también traerá Dios con<br />

El á los que durmieron en Jesús. Por lo cual os<br />

decimos esto en palabra del Señor; que nosotros<br />

que vivimos, que habremos quedado hasta la<br />

venida del Señor, no seremos delanteros de los<br />

que durmieron. Porque el mismo Señor con<br />

aclamación, con voz de arcángel, y con trompeta<br />

de Dios, descenderá del cielo; y los muertos<br />

en Cristo resucitarán primero; luego nosotros<br />

los que vivimos, los que quedamos, juntamente<br />

con ellos seremos arrebatados en las nubes<br />

á recibir al Señor en el aire; y así estaremos<br />

siempre con el Señor.<br />

(2) Lúe. 16, 23. 24.—Y en el Hades alzó sus<br />

ojos cuando estaba en tormentos, y ve de lejos<br />

á Abraham y á Lázaro en su seno, y clamó y<br />

dijo: «Padre Abraham, ten misericordia de mí<br />

y envia á Lázaro que moje la punta de su dedo<br />

en agua y refresque mi lengua, porque soy<br />

atormentado en esta llama.»)<br />

(3) Hech. 17, 31.—Por cuanto ha establecido<br />

dia, en el cual ha de juzgar al mundo según<br />

justicia, por aquel varón que habia determinado,<br />

dando certidumbre á todos, resucitándole<br />

de entre los muertos.<br />

Rom. 2, 16.—En el dia cuando juzgará Dios<br />

los secretos de los hombres, conforme á mi<br />

Evangelio, por Jesucristo.<br />

(4) 2.a Cor. 5, 10.—Es necesario que todos<br />

nosotros comparezcamos ante el tribunal de<br />

Cristo, para que cada uno reciba según lo que<br />

ha hecho estando en el cuerpo.<br />

(5) Mat. 25, 46.—E irán estos al castigo<br />

eterno, mas los justos á la vida eterna.<br />

(6) Sal. 16, 11.—Hartura de alegrías hay<br />

con tu rostro; deleites á tu diestra para siempre.<br />

K e v is t a C r i s t i a n a . 279<br />

píos que no conocen á Dios, ni obedecen<br />

al Evangelio de Jesucristo, serán<br />

castigados con la eterna separación de<br />

la presencia del Señor y de la gloria de<br />

su poder. (1)<br />

Como Cristo quiere que estemos persuadidos<br />

de que habrá un dia de juicio<br />

para disuadir á todos los hombres del<br />

pecado y para consuelo de los creyentes,<br />

(2) así también ha querido que este<br />

dia sea ignorado de los hombres para<br />

que rechacen toda seguridad carnal y<br />

presunción, y se hallen siempre vigilantes<br />

y dispuestos á decir, no sabiendo la<br />

hora en que vendrá su Señor: «Yen, Señor<br />

Jesús, ven pronto. Amen». (3)<br />

(1) Mat. 25, 41.—Entonces dirá también á<br />

los que estarán á la izquierda: «Apartáos de mí,<br />

malditos, al fuego eterno que está aparejado<br />

para el diablo y para sus ángeles.»<br />

2.a Tes. 1, 7-9.—Se manifestará el Señor Jesús<br />

del cielo con los ángeles de su poder, con<br />

llama de fuego, para dar el pago á los que no<br />

conocieron á Dios, ni obedecen al Evangelio de<br />

nuestro Señor Jesucristo; los cuales serán castigados<br />

de eterna perdición por la presencia del<br />

Señor, y por la gloria de su poder.<br />

(2) 2." Ped. 3, 11-14.—Pues como todas estas<br />

cosas han de ser desechadas, ¿qué tales conviene<br />

que vosotros seáis en santas y pias conversaciones,<br />

esperando y apresurándoos para la<br />

venida del dia de Dios, en el cual los cielos,<br />

siendo encendidos, serán deshechos, y los elementos,<br />

siendo abrasados, se fundirán? Bien<br />

que esperamos cielos nuevos y tierra nueva, según<br />

sus promesas, en los cuales mora la justicia.<br />

Por lo cual, ¡olí amados! estando en esperanzas<br />

de estas cosas, procurad con diligencia<br />

que seáis hallados en El sin mácula y sin reprensión,<br />

en paz.<br />

Lúe. 21, 27. 20.—Y entonces verán al H ijo<br />

del hombre venir sobre una nube con poder y<br />

grande gloria. Cuando comenzaren, pues, á<br />

acontecer estas cosas, mirad, y levantad vuestras<br />

cabezas: porque cerca está vuestra redención.<br />

(3) Mat. 24, 42-44.—Velad, pues, porque no<br />

sabéis en qué dia ha de venir vuestro Señor.<br />

Mas sabed que si el dueño de la casa hubiera<br />

sabido á qué hora de la noche debia venir el ladrón,<br />

hubiera velado y no le hubiera dejado<br />

asaltar su casa. Por tanto, estad apercibidos<br />

también vosotros, porque á la hora que menos<br />

pensáis, ha de venir el H ijo del hombre.<br />

Marc. 13, 35-37.—Velad, pues, porque no sabéis<br />

cuándo viene el dueño de la casa, si por la<br />

tarde ó á media noche ó al canto del gallo ó á<br />

la mañana; no sea que cuando viniere de repen-


2 8 0 R e v is t a C r i s t i a n a .<br />

Fórmula de adhesión para los ministros<br />

de la Iglesia:<br />

Los que firman se comprometen, según<br />

su conciencia, á predicar la Palabra<br />

de Dios tal como está contendida en<br />

los libros canónicos del Antiguo y Nuevo<br />

Testamento, y en conformidad con<br />

la presente confesion de fe.<br />

LA CONSAGRACION<br />

DEL OBISPO EVANGÉLICO EN MADRID.<br />

Lo que hace ya varios años se venia<br />

preparando, ha tenido por fin lugar el<br />

domingo 23 de Setiembre en la Iglesia<br />

del Redentor, calle de la Beneficencia.<br />

Los clamores de los romanistas, los<br />

recursos é influencias, altas y bajas, que<br />

con una tenacidad digna de mejor causa<br />

habían empleado los eternos enemigos<br />

de la pureza y verdad cristiana, han<br />

sido inútiles ante la autoridad de la ley<br />

constitucional que la nación, por medio<br />

de sus representantes en Cortes, se ha<br />

dado á sí misma en uso de su más perfecto<br />

derecho.<br />

Del lenguaje de plazuela que con este<br />

motivo, antes y despues, han empleado<br />

y siguen empleando los mansos y católicos<br />

redactores de los periódicos ultramontanos,<br />

no nos permiten hacernos<br />

cargo la dignidad de personas y los<br />

mandamientos del Evangelio. ¡Allá<br />

ellos!<br />

Conste, desde luego, que la dilación<br />

del acto por tantos tiempos no ha sido<br />

porque las autoridades civiles, actuales<br />

ó pasadas, hayan hecho oposición directa<br />

ó indirecta, pues no podían hacerla,<br />

y por consiguiente, no la han hecho. El<br />

mismo señor Cánovas proclamó muy<br />

alto, en el llamado templo de las leyes,<br />

que el templo, el libro y el cementerio<br />

eran y son libres. Y por eso en los te in­<br />

te, os halle durmiendo. Y lo que á vosotros os<br />

digo, lo digo á todos: Yelad.<br />

Apoc. 22, 20.—El que da testimonio de estas<br />

cosas dice: « Ciertamente vengo en breve.»<br />

Amen, sea así. ¡Yen, Señor Jesús!<br />

píos ó capillas protestantes se ha bautizado,<br />

se ha casado, se han consagrado<br />

pastores, se han reunido mil veces<br />

Asambleas ó Sínodos, se han nombrado<br />

presidentes de ellas y se han hecho<br />

leyes eclesiásticas. ¿Qué dificultad, pues,<br />

podia haber, ni había, ni hay, para que<br />

una rama de la Iglesia Evangélica que<br />

ha adoptado el régimen llamado episcopal<br />

elija y consagre su jefe, su Obispo?<br />

La dilación, pues, de tal consagración<br />

no ha sido por dificultades oficiales que<br />

los gobiernos hayan puesto nunca, pues<br />

no podían ponerlas.<br />

¡Que el pueblo de Madrid ha manifestado<br />

sentimiento y disgusto por tal<br />

acto!... á cualquier cosa llaman estos<br />

neos pueblo de Madrid. El pueblo de<br />

Madrid es amante de la libertad; el pueblo<br />

de Madrid está hace mucho tiempo<br />

divorciado de la religión oficial; el pueblo<br />

de Madrid no quiere por más tiempo<br />

ir uncido á un carro donde van muy<br />

descansados y muy holgados los Sanchas,<br />

Cardonas y los Cos. Y una prueba<br />

de que es así, la tenemos en que, siendo<br />

el acto de la Consagración en du-<br />

mingo y á la hora del culto matutino,<br />

las otras Iglesias Evangélicas de Madrid<br />

tuvieron la concurrencia igual ó<br />

mayor que todos los domingos, y sin<br />

embargo, la Iglesia de la Beneficencia<br />

estaba llena de muchedumbre ansiosa,<br />

de todas las clases sociales, que aplaudieron<br />

unánimes la seriedad, la solemnidad,<br />

la sencillez, la ternura y significación<br />

de aquel acto, los cantos religiosos<br />

que lo acompañaron, las exhortaciones,<br />

las oraciones, las ceremonias severas,<br />

todo hecho y dicho con unción, con<br />

recogimiento y con piedad.<br />

Dejemos, pues, á los desgraciados,<br />

que tan malos dias han pasado, revolverse<br />

inquietos é impotentes ante el<br />

movimiento de la humanidad. Dij o un<br />

dia el célebre Balmes: «El mundo marcha,<br />

y al que se le ponga delante lo<br />

arrollará.» Su profecía se está cumpliendo,<br />

y se cumplirá más en los tiempos<br />

venideros.<br />

Hora es ya de que desaparezca un<br />

Cristianismo adulterado y corrompido,


y veamos la aurora de un Cristianismo<br />

puro, santo, espiritual. Hora es ya de<br />

que desaparezca un Cristianismo que<br />

da lugar á actos como el que recientemente<br />

ha acontecido en Alcoy, y un<br />

periódico de Madrid describe de Ja siguiente<br />

manera:<br />

LOS APARECIDOS.<br />

«En Alcoy ha sido estos dias motivo<br />

de muchos comentarios, un suceso muy<br />

raro en los presentes tiempos: un aparecido.<br />

»Refiere El Serjois que al regresar<br />

hace ocho dias por la noche á su casa<br />

un sujeto, de veintinueve años de edad,<br />

que habita en la calle de San Agustín,<br />

encontró en su cuarto de dormir, y tendido<br />

á los pies de su cama, el cadáver<br />

de un tio suyo, fallecido algunos meses<br />

antes.<br />

»Con gran azoramiento subió á la<br />

alcoba de su padre, y le hizo bajar con<br />

todo género de precauciones para registrar<br />

el cuarto, que habia tenido precaución<br />

de cerrar con llave al salir, á<br />

fin de que no se escapase el sujeto que<br />

habia querido gastarle la broma, si no<br />

era el difunto. En el cuarto no habia<br />

nadie.<br />

»El hijo insistió en la aparición; no<br />

quiso quedarse en su casa por si aparecía<br />

nuevamente el alma de su tio, y se<br />

le hubo de acompañar á casa de un pariente.<br />

»Al poco rato empezó á gritos: allí<br />

estaba otra vez su tio. Le cogió al medroso<br />

un síncope, del que no volvió sino<br />

á fuerza de antiespasmódicos.<br />

»Los presentes no veian al difunto.<br />

Le rogaron que se les manifestara de<br />

algún modo, y accedió á ello, haciendo<br />

rodar un torno que habia en la habitación.<br />

Ya á nadie cupo duda; estaba allí.<br />

»Lo de siempre: se le preguntó qué<br />

quería, y encargó unas misas no cumplidas,<br />

y que fuera el sobrino veintinueve<br />

noches seguidas á besar el suelo<br />

de la puerta del hospital de Oliver, donde<br />

se le habia asistido esmeradamente<br />

en su última enfermedad.<br />

R e v is t a C r i s t i a n a . 281<br />

»Comenzóse á cumplir esta penitencia,<br />

se enteró de ello todo Alcoy, sin dejarlo<br />

de saber el alcalde D. Severo Pascual,<br />

cuya autoridad llamó á su despacho<br />

al sobrino del aparecido, diciéndole<br />

que aquella noche le acompañaría él á<br />

la puerta del hospital para conocer al<br />

aparecido.<br />

»El medroso en cuestión le dijo entonces<br />

que no habia necesidad de que<br />

se molestase, pues todo habia sido broma<br />

para reírse de los ignorantes.<br />

»El alcalde dispuso que inmediatamente<br />

fuera el chusco jDor algunas noches<br />

á la cárcel.»<br />

(De El Cristiano.)<br />

ESPONJAS.<br />

Ha sucedido con la esponja lo mismo<br />

que con el coral, es decir, ha dado lugar<br />

á grandes discusiones al tratar de clasificarla,<br />

ya entre los seres pertenecientes<br />

al reino vegetal, ya entre los comprendidos<br />

en el animal. Aristóteles, Plinio<br />

y todos los escritores que se ocuparon<br />

en la historia natural en los tiempos antiguos,<br />

convinieron en comprenderla en<br />

este último.<br />

Más tarde Rondelet y otros emitieron<br />

la idea de que estas producciones pertenecían<br />

al reino vegetal, mas sacó Lin-<br />

neo á la esponja del reino vegetal. Lo<br />

indujo á esto, la observación de que<br />

ciertos pólipos tenían gran parecido en<br />

su estructura con las esponjas.<br />

No cabe duda en que existen animales<br />

cuyas especies son estrictamente ad-<br />

herentes, que viven ó mueren pegadas<br />

á alguna roca ú otro objeto, y entre éstas<br />

se cuentan las esponjas. «Estas pobres<br />

criaturas,» dice Alfred Trédol, «reciben<br />

su alimento de las olas que pasan<br />

lavándolas sobre ellas; inspiran y respiran<br />

las aguas salobres del Océano durante<br />

toda su vida, y son insensibles á<br />

todo lo que dista de su boca la centésima<br />

parte de una pulgada.»<br />

Se ha descubierto por escrupulosos<br />

observadores que en los meses de Abril


282 R e v is t a C r i s t i a n a .<br />

y Mayo estas esponjas desarrollan óvo-<br />

los redondos, amarillos ó blancos, de<br />

donde proceden ciertos ovoides granulares<br />

y embrionarios, provistos hacia<br />

sus extremidades menos redondas de pequeñas<br />

moléculas vibrátiles. Son estos<br />

á menudo llevados por las corrientes,<br />

pero si se escapan de ellas forman agrupaciones<br />

de larvas alrededor de las esponjas<br />

de donde han procedido. Allí nadan<br />

sumergidos con un movimiento<br />

suave y onduloso, y después de cierto<br />

tiempo se elevan á la superficie del<br />

agua. Durante dos ó tres dias parecen<br />

buscar un lugar conveniente donde fijarse,<br />

y una vez resuelto ese punto, la<br />

materia larvática se extiende, y en breve<br />

toma la forma de su progenitora.<br />

Las oquedades y dimensiones de las<br />

esponjas aumentan á medida que aumenta<br />

el número de los gelatinosos ani-<br />

malejos, y á veces una parte de las mismas<br />

se desarrolla más que otras, debido<br />

á las circunstancias especiales que las<br />

rodean.<br />

A este respecto dice Carpenter:<br />

«Cuando se examinan.las esponjas en su<br />

estado vivo y condicion natural, se les<br />

ve salir una rápida y constante corriente<br />

de agua por los poros ó respiraderos de<br />

mayor dimension. Esta corriente se puede<br />

fácilmente percibir, por el movimiento<br />

de las pequeñas partículas contenidas<br />

en el flúido que las rodea. Por<br />

otra parte, se percibe también con claridad<br />

que el agua es absorbida sin cesar<br />

por los poros de menor tamaño, y que<br />

despues de haber recorrido hasta las<br />

más pequeñas cavidades de la esponja,<br />

busca salida por los canales antes mencionados.<br />

Semejante absorcion tiene<br />

que verificarse para preverlas del flúido<br />

que pierden continuamente por los respiraderos.»<br />

La nutrición y crecimiento de la esponja<br />

depende de consiguiente, del agua<br />

que absorbe por los poros, de las sustancias<br />

que esta contiene en disolución, y<br />

de las j)equeñas partículas que flotan en<br />

la misma.<br />

Este movimiento del flúido á través<br />

del tejido de unos seres tan sencillos,<br />

parece ser casi la única acción que en<br />

ellos favorece la existencia. Un moderno<br />

naturalista dice: «No se percibe<br />

en los esponjiarios ni la más ligera contracción<br />

cuando se les toca ó irrita de<br />

algún modo.»<br />

Otros observadores sostienen, por el<br />

contrario, que el daño causado á una de<br />

las partes de un esponjiario, afecta todo<br />

su cuerpo. Tampoco faltan naturalistas<br />

que aseguren que aunque no pueden<br />

verse contracciones y dilataciones<br />

sensibles en toda la masa, sí se experimenta<br />

una sensación especial como de<br />

algo que late cuando se coloca la mano<br />

sobre un es pon jiario vivo metido aún<br />

dentro del agua.<br />

La ciencia, sin embargo, no ha dicho<br />

todavía su última palabra con respecto<br />

á la organización, desarrollo y manera<br />

de ser de estas oscuras y complexas criaturas,<br />

ni tampoco ha determinado con<br />

exactitud la duración de su vida ni el<br />

tiempo empleado en su crecimiento.<br />

El número de espon jiarios hasta ahora<br />

conocido es ya bastante considerable.<br />

Se distinguen entre sí por una gran<br />

variedad de tamaño y configuración:<br />

unas son de cortas y otras de largas dimensiones<br />

y de distintos colores. Hay<br />

algunas muy hermosas que sólo se presentan<br />

como curiosidades, y que tienen<br />

la particularidad de secretar una substancia<br />

silícea que afecta formas en extremo<br />

caprichosas; pero se rompen fácilmente<br />

y desmorona cuando se reseca.<br />

A una de las más curiosas de éstas se<br />

le ha llamado esponja cristalizada, y presenta<br />

el aspecto de una hermosa filigrana<br />

de cristal. A otra ligera, delicada<br />

y traslucida como formada de hielo,<br />

se le ha dado el nombre de canastilla<br />

de Venus.<br />

Se han hallado esponjas que afectan<br />

la forma de abanicos, de globos, de brazos<br />

y ramas de árbol; de embudos, de<br />

trompetas, etc. Otras están divididas en<br />

lóbulos que parecen grandes dedos, tales<br />

como la conocida con el nombre de guante<br />

de Neptuno. Hay una clase de esponjas<br />

en cuyas especies se ven verdaderos<br />

monumentos que crecen á una altura


que varía desde tres pulgadas hasta seis<br />

pies en las rocas submarinas. Tienen<br />

una base angosta, y á cierta altura se<br />

ensancha considerablemente, y da al<br />

conjunto la apariencia de una copa<br />

ahondada con simetría. A semejantes<br />

copas de tan colosal tamaño, la imaginación<br />

de los marinos no podia dar más<br />

que un nombre adecuado, el del dios del<br />

mar, y por eso las han llamado copas de<br />

Neptuno.<br />

La pesca de esponjas se efectúa prin •<br />

cipalmente en el archipiélago griego y<br />

en el litoral de la Siria. La tripulación<br />

de cada bote se compone de cuatro ó<br />

cinco hombres que se diseminan á lo<br />

largo de la costa en dos ó tres millas,<br />

para buscar esponjas bajo los peñascos y<br />

arrecifes. Comienzan la pesca en Junio<br />

en las costas de Siria, y la suspenden<br />

en fines de Octubre. Las esponjas de<br />

clase inferior se recogen o en aguas o de<br />

poca profundidad. Se pescan con harpones<br />

de tres dientes, pero no sin deteriorarlas<br />

más ó menos. Las más finas y<br />

costosas se hallan sólo á una profundidad<br />

de 20 ó 30 brazas. Se sacan de<br />

allí por buzos que se sirven de un cuchillo<br />

para desprenderlas cuidadosamente<br />

de las rocas.<br />

Las pesquerías del Archipiélago suministran<br />

algunas esponjas muy finas al<br />

comercio. Las de Siria expenden también<br />

bastantes de la mejor calidad, pero son<br />

de tamaño mediano, mientras que las<br />

de la costa de Berbería son de grandes<br />

dimensiones, de tejido muy fino y muy<br />

solicitadas en Inglaterra y los Estados<br />

Unidos. En el mar Rojo los árabes pescan<br />

esponjas,parte délas cuales venden<br />

á los ingleses en Aden, y parte mandan<br />

á Egipto. En el Bahama y en el Golfo<br />

de México, las esponjas se hallan á poca<br />

profundidad. Los pescadores españoles,<br />

americanos é ingleses, sumergen un<br />

palo largo en el agua, cerca del bote,<br />

para buscar las esponjas y sacarlas.<br />

La esponja fina y blanda de Siria, se<br />

distingue por su ligereza, su forma y su<br />

hermoso color blondo.<br />

La esponja griega, aunque menos estimada<br />

que las precedentes, tiene más<br />

R e v is t a C r is t ia n a 283<br />

consumo para los usos demésticos é industriales.<br />

La esponja de Berbería de<br />

color oscuro, es estimada por la prontitud<br />

con que absorbe el agua y su buena<br />

duración.<br />

Hay dos modos de preparar las esponjas<br />

para el mercado. Cuando se acaban<br />

de sacar de sus criaderos y se llevan á<br />

la playa, contienen entre sus corriosas<br />

fibras una carnosidad parduzea y glutinosa<br />

que despide un olor desagradable<br />

y malsano, y haria que la esponja se<br />

corrompiera si se dejara en semejante<br />

condicion, y por eso se entierran en la<br />

arena seca y se dejan allí hasta que la<br />

carne se achicharra. Una vez que esto<br />

pasa, se desentierran, se ponen en canastos<br />

de alambre que se sujetan á la orilla<br />

de la playa, á fin de que las olas en<br />

su flujo y reflujo al pasar sobre ellas las<br />

laven y quiten de ellas todo residuo de<br />

sustancia extraña. Algunas de las esponjas<br />

más finas son después aprensadas,<br />

remojadas en una solucion de áci-<br />

co muriático para blanquearlas y disolver<br />

las partículas que tengan adheridas<br />

de carbonato de cal. Como esta operación<br />

debilita algo su tejido, las esponjas<br />

corrientes no son blanqueadas remojándolas<br />

en ácidos, sino que simplemente<br />

se limpian, y por eso conservan su<br />

color amarillento y rojizo.<br />

Cuando tomamos en las manos estos<br />

esqueletos, no podemos menos qne hacernos<br />

estas preguntas: ¿Habrán estado<br />

alguna vez dotados de vida? ¿Qué clase<br />

de vida es ésta? Nuestro Padre celestial<br />

que inspiró el espíritu vital en todos los<br />

seres animados, es el único que sabe<br />

dónde reside éste y cuál es su naturaleza.<br />

Maravillas son todas sus obras; y cada<br />

una de ellas pregona su grandeza y<br />

nos mueve á tributar nuestros humildes<br />

homenajes de adoracion á tan excelso<br />

Sér.


2á4 R e v is t a C r i s t i a n a .<br />

CROINTCiLS<br />

DE LA<br />

FAMILIA SCHÓNBERG-COTTA.<br />

(CONTINUACION.)<br />

Ofero era un soldado pagano que habitaba<br />

en la tierra de Canaan. Su estatura<br />

era de doce varas. No le gustaba<br />

obedecer, sino mandar. No le importaba<br />

el mal que hacia á otros, sino que llevaba<br />

una vida de bandolero, atacando y<br />

despojando á todos los que encontraba.<br />

Deseaba sólo una cosa; vender sus servicios<br />

al más poderoso; y noticioso de<br />

que el emperador era en aquellos tiempos<br />

el jefe de la cristiandad, le dijo:<br />

«Señor emperador, ¿quereis ocuparme?<br />

A ningún inferior á vos venderé la<br />

sangre de mis venas.»<br />

El emperador miró su hercúlea mus-<br />

;ulatura, su pecho gigante y sus formidables<br />

puños, y dijo:<br />

«Si quieres servirme para siempre,<br />

Ofero, aceptaré tus servicios.»<br />

El gigante contestó en el acto:<br />

«Serviros para siempre no es tan fácil<br />

prometerlo; pero seré vuestro soldado,<br />

y ninguno os molestará ni en Oriente<br />

ni en Occidente.»<br />

En seguida recorrió todo el pais en<br />

compañía del emperador, quedando sumamente<br />

complacido con él.<br />

Todos los soldados, tanto en los combates<br />

como en los banquetes, eran pobres<br />

y débiles entes comparados con<br />

Ofero.<br />

El emperador tenia á su servicio un<br />

músico, que tocaba el arpa desde la<br />

mañana hasta la noche, y cuando el<br />

emperador se encontraba fatigado por<br />

una larga marcha, el ministril tocaba<br />

inmediatamente para reanimarlo.<br />

Sucedió un dia que por la tarde plantáronse<br />

sus tiendas junto á un bosque.<br />

El emperador comió y bebió con buen<br />

apetito, y el músico cantó una alegre<br />

canción; pero como hablara del demonio,<br />

el emperador se santiguó.<br />

Viendo esto, dijo Ofero en voz alta á<br />

sus camaradas:<br />

«¿Qué es eso? ¿qué chanza está ejecutando<br />

el emperador?»<br />

Entonces le dijo el emperador:<br />

«Escucha, Ofero; lo hice á causa del<br />

demonio maligno, que se dice frecuenta<br />

esta selva con gran rabia y furor.»<br />

Esto pareció sorprender á Ofero, que<br />

dijo desdeñosamente al emperador:<br />

«Tengo un gusto especial por los jabalíes<br />

y ciervos; cacemos en esta selva.»<br />

El emperador contestó suavemente:<br />

«No, déjate de eso, Ofero; pues llenando<br />

tu despensa podrías perjudicar<br />

tu alma.»<br />

Entonces Ofero hizo una mueca y<br />

dijo;<br />

«Las uvas están agrias; si vuestra alteza<br />

tiene miedo al diablo, entraré al<br />

servicio de ese señor, que es más poderoso<br />

que vos.»<br />

Dicho esto, pidió con el mayor aplomo<br />

su sueldo, se despidió con muy poco<br />

gasto de ceremonia, y alejándose alegremente,<br />

se internó en lo más intrincado<br />

del bosque.<br />

En un claro agreste y apartado de la<br />

selva halló el altar del diablo, construido<br />

de negras cenizas; y sobre él, iluminados<br />

por la luna, se veian los blancos<br />

esqueletos de hombres y caballos.<br />

Ofero no se atemorizó en lo más mínimo,<br />

sino que examinó tranquilamente<br />

las calaveras y los huesos; en seguida<br />

llamó tres veces en voz alta al demonio,<br />

y sentándose se quedó dormido y<br />

luego empezó á roncar.<br />

Llegada la media noche, la tierra pareció<br />

rasgarse, y sobre un caballo negro<br />

como el azabache, vio llegar á un jinete,<br />

negro también, que se abalanzó contra<br />

él con furia é intentó ligarlo con solemnes<br />

juramentos. Pero Ofero le dijo:<br />

«Veremos.»<br />

Entonces recorrieron ambos los reinos<br />

del mundo, y Ofero halló que su<br />

nuevo amo era mejor que el Emperador;<br />

no era necesario limpiarle con fre­


cuencia la armadura, y la vida se,pasaba<br />

en medio de festines y placeres.<br />

Sin embargo, sucedió un dia, que andando<br />

por el camino real, se encontraron<br />

con tres altas cruces delante de<br />

ellos; al príncipe negro le dieron de repente<br />

convulsiones, y dijo:<br />

«Volvamos por este desfiladero.»<br />

Pero Ofero contestó:<br />

«Me parece que tienes miedo de esos<br />

árboles de horca;» y tirando de su arco,<br />

lanzó una flecha en la cruz del centro.<br />

«¡Vaya qué maneras!» dijo Satanás<br />

suavemente. «¿No sabes que el que vivió<br />

en la tierra bajo la forma de un<br />

hombre humilde, es el hijo de María,<br />

y que ejerce ahora un gran poder?»<br />

«Si esto es así,» contestó Ofero, «como<br />

no estoy ligado á tí por ninguna<br />

promesa, voy á buscar al que es más<br />

poderoso que tú, y á él solo serviré.»<br />

Entonces Satanás se alejó con una<br />

risa sardónica, y Ofero siguió su camino,<br />

preguntando á los transeúntes<br />

por el hijo de María. Pero por desgracia,<br />

como son pocos los que le llevan en<br />

su corazon, ninguno pudo decir al gigante<br />

dónde vivia el Señor, hasta que<br />

una tarde dio Ofero con un anciano y<br />

piadoso ermitaño que le hospedó por la<br />

noche en su celda, y á la mañana siguiente<br />

lo envió al claustro cartujo.<br />

Llegado allí, el prior oyó la relación<br />

de Ofero, le señaló claramente el sendero<br />

de la fe y le dijo que debia ayunar<br />

y orar á ejemplo de Juan Bautista en<br />

el desierto. Pero el gigante contestó:<br />

«Señor mió, la langosta y la miel silvestre<br />

es muy contrario á mi naturaleza,<br />

y no sé oracion alguna. Perdería<br />

completamente mis fuerzas y preferiría<br />

no ir al cielo por ese camino.»<br />

«¡Hombre descuidado!» exclamó el<br />

prior; «sin embargo, puedes probar otro<br />

camino. Dedícate de todo corazon á hacer<br />

una buena obra.»<br />

«¡Ah, muy bien!» dijo Ofero; «para eso<br />

tengo bastante fuerza.»<br />

«Vé ahí un caudaloso rio que detiene<br />

á los peregrinos en su camino á Roma.<br />

No tiene ni vado ni puente. Lleva á<br />

los fieles á cuestas al otro lado.»<br />

R e v is t a C r is t ia n a . 285<br />

«Si así puedo agradar al Salvador, llevaré<br />

gustoso á los viajeros tanto de ida<br />

como de vuelta», contestó el gigante.<br />

Dicho esto, construyó una choza de<br />

cañas, y en adelante vivió entre las ratas<br />

de agua y los castores á las márgenes<br />

del rio, llevando alegremente á los<br />

peregrinos al otro lado, como si fuese<br />

camello ó elefante. Pero si alguien le<br />

ofrecia el flete, contestaba: «Yo trabajo<br />

por el premio de la vida eterna.»<br />

Cuando, despues de muchos años, el<br />

pelo de Ofero liabia encanecido, una noche<br />

borrascosa oyó una vocecita lastimera<br />

que le decia: «Querido, bueno, gran<br />

Ofero; llévame al otro lado.» Ofero estaba<br />

cansado y soñoliento, pero pensó<br />

fielmente en Jesucristo, y con fatigado<br />

brazo agarró el tronco de pino que le<br />

servia de bastón en las crecidas del rio,<br />

lo vadeó y alcanzó casi á la ribera opuesta,<br />

pero no vió allí ningún peregrino, ó<br />

á lo menos así le pareció. «Yo estaba soñando,<br />

dijo para sí,» y volviendo sobre<br />

sus pasos, se acostó de nuevo.<br />

Mas no bien se hubo dormido, oyó<br />

nuevamente la vocecita, esta vez muy<br />

lastimera y patética: «Ofero, querido<br />

bueno, grande, colosal Ofero, llévame<br />

al otro lado.»<br />

Con la mayor paciencia el viejo gigante<br />

volvió á atravesar el rio; pero no vió<br />

ni hombre ni otro ser viviente; así es<br />

que volvió á su choza y se acostó de<br />

nuevo, quedándose pronto dormido,<br />

cuando por tercera vez llegó á sus oidos<br />

la vocecita clara, lastimera é implorante:<br />

«Bueno, querido, gigantesco Ofero,<br />

llévame al otro lado.»<br />

Por tercera vez tomó su tronco de<br />

pino y volvió á atravesar las heladas<br />

aguas; pero esta vez vió allí un niño de<br />

dorados cabellos. En su mano izquierda<br />

tenia el estandarte del Cordero y en su<br />

derecha el globo. Miró al gigante con<br />

ojos llenos de amor y de confianza, y<br />

Ofero lo levantó con dos dedos; pero<br />

cuando entró al rio, sintió que su carga<br />

pesaba sobre él, como si fuera una tonelada.<br />

El peso iba aumentando por<br />

momentos hasta que el agua le llegaba<br />

ya casi al cuello; goterones de sudor bro­


286 R e v is t a C r i s t i a n a .<br />

taban de su frente, y casi se liabia hundido<br />

ya en el rio con el niño acuestas.<br />

Sin embargo, hizo un esfuerzo supremo,<br />

y tambaleando, llegó al otro lado, depositó<br />

el niño suavemente en la orilla, y<br />

le dijo: «Señorito mió, os ruego no volváis<br />

nunca por este camino; pues esta<br />

vez á duras penas he librado con vida.»<br />

Pero el precioso niño bautizó en el<br />

acto á Ofero y le dijo: «Sabe que todos<br />

tus pecados te son perdonados; y aunque<br />

tus piernas vacilaban, 110 temas ni te<br />

maravilles, pues has llevado acuestas al<br />

Salvador del mundo. E11 señal de ello,<br />

planta en la tierra tu tronco de pino,<br />

por tanto tiempo muerto y deshojado;<br />

mañana echará verdes retoños. En lo<br />

sucesivo te llamarás, ya no Ofero, sino<br />

Cristóbal.» Entonces Ofero juntando las<br />

manos y orando, dijo: «Siento que se<br />

está acercando mi fin. Mis miembros<br />

tiemblan y mis fuerzas desfallecen, y<br />

Dios me ha perdonado mis pecados. «Con<br />

esto el niño desapareció en un torrente<br />

de luz. Cristóbal plantó su bastón en la<br />

tierra, y por la mañana echó verdes hojas<br />

y flores rojas como de almendro.<br />

Tres di as despues los ángeles llevaron<br />

á Cristóbal al Paraíso.<br />

Esta es la leyenda que me inspira mayor<br />

confianza que cualquier otra. ¡Cuán<br />

dulce 110 seria si cuando hubiese procurado<br />

con mi humilde concurso, auxiliar<br />

á uno ú otro peregrino en su via á la<br />

santa ciudad; cuando hubiese llevado<br />

la ultima carga y mis fuerzas desfalleciesen,<br />

se me apareciera el santo niño<br />

y me dijese: «Elsita, has cumplido la<br />

obra que te destinaba: tus pecados te<br />

son perdonados; y que entonces vinieran<br />

los ángeles, me tomasen en sus brazos,<br />

que me llevasen al otro lado del tenebroso<br />

rio, y que mi vida rejuveneciese<br />

y floreciese de nuevo en el Paraiso, como<br />

floreció el tronco muerto de S. Cristóbal.<br />

Pero vigilar durante todos los largos<br />

dias de nuestra vida del rio, llevar<br />

las cargas y no saber si estamos haciendo,<br />

despues de todo, lo que debemos,<br />

esto sí que es duro!<br />

¡Cuán dulce no sería, despues de haber<br />

atravesado el rio, que al cumplir un<br />

leve, un humilde, un cotidiano deber<br />

hubiera uno estado sirviendo y agra- •<br />

dando al Señor más poderoso, el Salvador<br />

del Mundo! Pero si uno pudiera saberlo<br />

mientras estaba atravesando con<br />

gran trabajo el rio, cuán delicioso no<br />

seria! ¡Cuán poco caso no haria uno de<br />

las heladas aguas, de los adoloridos<br />

hombros ó de los vacilantes y desfallecidos<br />

miembros.<br />

Eisenach, Enero ele 1505.<br />

<strong>Federico</strong> está otra vez en casa en medio<br />

de nosotros. Con su bigote y espada,<br />

presenta ya un aspecto tan varonil como<br />

nuestro padre. ¡Cuán alegre no se siente<br />

la casa con el eco de su firme paso y de<br />

su vibrante voz! A veces cuando lo miro<br />

mientras retoza con los niños y los toma<br />

entre sus brazos, ó juega á la pelota con<br />

Cristóbal y Pollux, ó se ejercita tirando<br />

el arco en los juegos cívicos, deseo de<br />

nuevo que hubiese vivido en los tiempos<br />

en que nuestros antepasados habitaban<br />

los castillos de Bohemia, y que <strong>Federico</strong><br />

hubiese sido caballero para dirigirse cabalgando<br />

á la cabeza de sus vasallos á<br />

combatir en defensa de alguna buena<br />

causa— contra los turcos por ejemplo—<br />

que, según dice, están amenazando al<br />

Imperio y á toda la cristiandad.<br />

Mi pequeño mundo doméstico es, por<br />

cierto, dilatado y suficiente para ocuparme;<br />

pero esta vida casera me parece<br />

estrecha y mezquina para él. Desearía<br />

que tratase con los hombres y no con<br />

los libros. Las mujeres pueden leer,<br />

aprender, y pensar si tienen tiempo<br />

(aunque por supuesto no tan bien como<br />

los hombres ); hasta he oido hablar de<br />

mujeres que escriben libros.<br />

Santa Bárbara y Santa Catalina entendían<br />

de astronomía y de filosofía, y<br />

podían hablar no sé cuántos idiomas,<br />

pero no podrían haber salido armadas<br />

de escudo y lanza como San Jorge de<br />

Capadocia, para librar á la princesa<br />

cautiva y matar al gran dragón africano.<br />

Quisiera que <strong>Federico</strong> hiciese lo<br />

que no pueden hacer las mujeres. Hay<br />

tanto vigor en su delgado y ágil cuerpo,


y tanta expresión en sus pardos ojos,<br />

(si bien despues de todo lo que nos lia-<br />

bia escrito sobre sus opíparas comidas<br />

en la casa de Erfurt, donde es beneficiario)<br />

nuestra madre y yo no esperábamos<br />

verlo con semblante tan desencajado y<br />

macilento.<br />

Ha traído el escudo de mi madrina,<br />

y me lo ha devuelto. Dice que es hombre<br />

independiente, que gana su propia vida<br />

y está muy distante de aceptar tales<br />

obsequios. Sin embargo, como lo consagré<br />

á <strong>Federico</strong>, siento que tengo derecho<br />

á gastarlo en beneficio suyo, lo que<br />

es un gran consuelo, porque puedo proveer<br />

la mesa de mejores alimentos de<br />

los que nuestras circunstancias lo permiten<br />

durante los pocos días que permanecerá<br />

con nosotros, á fin de que no<br />

sospeche nunca los apuros en que á menudo<br />

nos hallamos.<br />

Aunque me da vergüenza decirlo, hay<br />

algo que me contraría en este regreso<br />

de <strong>Federico</strong>. De dos años acá he venido<br />

esperándolo con anhelante deseo dia y<br />

noche. Creia que principiaríamos en el<br />

punto mismo donde quedamos. Me figuraba<br />

que continuaría como antes la vida<br />

doméstica que llevaba con él.<br />

(Se continuará.)<br />

SECCtON DE NOTICIAS.”<br />

BÉLGICA.<br />

Ha llamado mucho la atención la conversión<br />

á la fe evangélica de A. Lam-<br />

bert, sacerdote belga católico romano y<br />

miembro de la orden de los Redentoris-<br />

tas.<br />

A continuación insertamos la traducción<br />

de su carta de despedida, dirigida<br />

al General superior en Roma.<br />

((Creo de mi deber informaros que<br />

desde hoy, (mi conducta como clérigo<br />

siendo intachable, según sabéis) me retiro<br />

libre y deliberadamente del sacerdocio<br />

y comunion de la iglesia católica<br />

romana.<br />

»La decisión que hoy tomo es el resul­<br />

R e v is t a C r i s t i a n a . 287<br />

tado de una larga lucha mental y de<br />

mucha meditación, y 110 sin pena he dado<br />

este paso, porque es duro cortar las relaciones<br />

de veintiún años.<br />

»Pero no puedo resistir más la voz de<br />

mi conciencia. Tuve que obedecerla por<br />

fin, y la consecuencia de esta obediencia<br />

es el paso que acabo de dar.<br />

»Sabiendo lo que sé, viendo lo que he<br />

visto y oyendo lo que he oído en la iglesia<br />

católica-romana no puedo forzar mi<br />

mente á someterse al Vaticano, ni puedo<br />

admitir más la pretension de esa<br />

iglesia y de sus clérigos de gobernar, no<br />

sólo en asuntos religiosos, sino también<br />

en materias puramente científicas, sociales<br />

y aun políticas.<br />

»La intolerancia y duplicidad qne,casi<br />

desde el día de mi ordenación al sacerdocio<br />

hallé y encontré en la iglesia católica<br />

romana, han llegado á ser por<br />

demás insoportables para mí. Y habiendo<br />

llegado á la conclusion que hay un<br />

solo Sumo Sacerdote, el Dios hombre<br />

Jesucristo, y un sólo sacrificio, que no<br />

ha de ser repetido, y dudando en consecuencia<br />

de mi posicion como sacerdote,<br />

110 puedo obrar de otro modo que como<br />

lo hago hoy.<br />

»Si yo hubiera permanecido más tiempo<br />

en esa iglesia, habríame envilecido<br />

como hombre, y esto no pude hacerlo, y<br />

con la ayuda de Dios no lo haré.<br />

»Aunque dejo la Iglesia de Roma y<br />

renuncio al sacerdocio, no olvidaré á mis<br />

numerosos y buenos amigos á quienes<br />

tengo que dejar caminando por su propio<br />

sendero. Estamos separados. 'No me<br />

mezclaré con ellos como espero que ellos<br />

no intervendrán conmigo.<br />

»Lo que yo hago es asunto personal.<br />

Vivimos en un pais libre.<br />

»Entre tanto, doy gracias á Dios porque<br />

se me han tendido manos cristianas<br />

para darme la bienvenida, y por la influencia<br />

cristiana de que he sido rodeado<br />

para ayudarme en el camino de Dios.<br />

»Algunos me condenarán; pero dejo<br />

mi causa al Todopoderoso y á su Hijo<br />

Jesucristo.<br />

»Ahora sé claramente que los que creen<br />

en Cristo como su Salvador serán salvos.


288 R e v is t a C r is t ia n a<br />

Creo en él, bajo su cuidado me pongo,<br />

y estoy cierto que no me abandonará.»<br />

*<br />

# *<br />

ESPAÑA.<br />

a . l a m b e r t .<br />

He aquí una carta dirigida á El Ideal,<br />

que muestra cómo practican el mandamiento<br />

«Honrar á los padres» aquellos<br />

que tienen el deber de predicarlo.<br />

«Sr. Director de El Ideal.<br />

Madrid.<br />

En defensa de la moralidad, arrastrada<br />

por el fango, y el mal ejemplo dado<br />

con su inobservancia por quien más debe<br />

de respetarla y mostrarse como su más<br />

fiel guardador, es por lo que yo, humilde<br />

servidor, acudo á usted para que se<br />

ponga un correctivo al transgresor, y se<br />

enmiende, por medio de la pena que justamente<br />

merece, y que 110 le imponen,<br />

ó se le expulse del ministerio que de<br />

una manera indigna ejerce.<br />

Es el caso, señor director, que ayer,<br />

dia 7, á las cinco de la tarde, encontrábame<br />

en mi habitación con un compañero,<br />

cuando oimos voces de «¡socorro,<br />

que me matan!», dadas en la planta baja<br />

de la casa que habitamos. Nuestro primer<br />

movimiento fue la sorpresa; pero<br />

pronto, al oir por segunda vez el grito<br />

de «¡vecinos, socorro!», dado por la misma<br />

persona, corrimos presurosos, y ¡oh<br />

vergüenza! presenciamos la escena más<br />

inmoral, más repugnante que puede verse.<br />

Todo un sacerdote, con el distintivo<br />

que le caracteriza (la sotana), en la actitud<br />

más ridicula, á la vez que grosera,<br />

soberbio, con ademan amenazador y facciones<br />

desencajadas, intentaba arrancar<br />

una silla de las manos de su víctima, un<br />

anciano medio ciego, con cuyo mueble<br />

se disponia á castigarle. •<br />

Cuando á las voces acudimos el compañero<br />

y yo, esto es lo que vimos en el<br />

primer momento.<br />

Nos lanzamos á separarlos, y yo, como<br />

más próximo á una habitación contigua,<br />

vi una mujer joven, vigorosa y fuerte,<br />

que, echada sobre otra anciana, la daba<br />

fuertes golpes y ara.ñaba su cutis con<br />

las uñas.<br />

Concluida tan vergonzosa escena por<br />

nuestra intervención y la de los curiosos,<br />

que nunca faltan en estos casos,<br />

contemplamos á la mujer anciana con<br />

todo el rostro cubierto de sangre, y el<br />

anciano quejándose amargamente del<br />

atropello y de dolor en la parte inferior<br />

de la pierna, ocasionado por un<br />

fuerte golpe de la pezuña del respetable<br />

sacerdote. Lavado el rostro de la anciana<br />

en nuestra habitación, á duras penas<br />

se la hizo ir á la Casa de Socorro, acompaña<br />

de su esposo y de un cabo de municipales,<br />

que por casualidad pasaba por<br />

la calle al terminarse la cuestión.<br />

Lo que allí sucedió no lo sabemos;<br />

sólo tenemos conocimiento de que se<br />

trata de echar tierra á tan bárbaro atropello,<br />

pues se da la circunstancia de que,<br />

siendo las víctimas padres del manso sacerdote,<br />

no quieren dar publicidad á lo<br />

ocurrido, por el perjuicio que pudiera<br />

traer esto á su hijo.<br />

Como á nosotros, señor director, no<br />

nos anima ningún fin bastardo, sino la<br />

indignación que nos ha producido tan<br />

bárbaro atropello, damos á usted conocimiento<br />

del hecho tal cual sucedió, para<br />

que usted reclame desde su diario lo que<br />

nuestros esfuerzos no pueden alcanzar,<br />

cual es el privarnos de espectáculo semejante,<br />

pues 110 es si primero que comete.<br />

A su voluntad queda el hacer los comentarios<br />

que crea convenientes y pedir<br />

los datos que crea oportunos, para lo<br />

que nos ponemos á su disposición en la<br />

calle Ramos del Manzano, 40.— Su seguro<br />

servidor, C. S. y M.»<br />

MADRID 1804.<br />

IMP. 8UC. OE J . CRUZADO Á CARGO DE FELIPE MARQUÉS.<br />

BLASCO de GARAY, 9.—Teléfono 8.145,

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