Nº 01 Noviembre 2008 - AECCPRE

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a nuestros caballos en los ejemplares más deseados del Imperio y que partían desde nuestras tierras
para los circos de las ciudades más importantes del mismo. Eran, además, regalos apreciadísimos que
se utilizaban para ablandar voluntades o para sellar acuerdos diplomáticos; de esto queda constancia
cuando Juliano, el César de Occidente, promete sumisión a Constancio, el Emperador de Oriente y
enviarle todos los años, como presente, caballos procedentes de Hispania.
Si es durante la dominación romana en Hispania cuando las fuentes dan fe de una cría y de una
equitación perfectamente desarrolladas, el yacimiento arqueológico de Cancho Roano, varios siglos
anteriores a esta época, nos ha regalado un magnífico ejemplar de caballo que se conserva en el Museo
Arqueológico de Badajoz y que nos demuestra la presencia indispensable de los caballos junto a los
hombres que poblaban nuestra región en los tiempos anteriores a esa época.
Los caballos de Pura Raza Española
extremeños son dignos descendientes
de los afamados caballos hispanos
que se criaban en la Lusitania.
Para dar fe de la importancia de los caballos en los primeros tiempos de la recién fundada Augusta
Emérita, nos han quedado los mosaicos que podemos admirar en su museo de Arte Romano
y que nos muestran las cuadrigas vencedoras en las carreras del circo y a sus orgullosos conductores,
como los vencedores Marcianus y Paulus. Existe también una escultura de un caballo hispano,
cuya morfología delata unas formas propias del caballo español.
Además de emplearlos en las guerras de conquistas, los caballos procedentes de Hispania, como dijimos
antes, se empleaban para correr en el circo. Existen pruebas de una importante actividad de la arena
de Emerita Augusta, como testifica el mosaico aparecido en la calle Arzobispo Mausona, en donde los
citados aurigas Marcianus y Paulus, son aclamados por sus seguidores al grito de ¡Nicha!. Pero si aclamados
como vencedores eran ambos aurigas, la fama de sus caballos no es menor, como Inluminator, uno de los
caballos de Marcianus que porta en su nalga el hierro de su orgulloso criador. Otros caballos que debieron
ser famosos en la época y cuyos nombres nos legaron los maestros que confeccionaron los mosaicos fueron
Delfus y Narcissus; nombre, este último, referente a la indudable hermosura de su portador.
Uno de los aurigas más famosos de todos los tiempos del que tenemos noticias es Diocles, nacido
en la Lusitania. Su nombre delata una procedencia griega y con toda probabilidad perteneció a alguna
de las familias oriundas de Oriente y que se asentaron en nuestra región en época julio-claudia. De
su intensa existencia sabemos por una lápida que apareció en Roma y de cuya lectura “se deduce que
Gaius Appuleius Diocles era nationes hispanus lusitanus” (4) . El texto, además, aclara que vivió en el período
de máximo esplendor del Imperio, cuando lo regía el clan de los emperadores hispanos. Había nacido
en el año 104 d. C., cuando llevaba las riendas del mismo Trajano; debutó en el 122, con dieciocho
A. E. C. C. P. R. E. Asociación Extremeña de Criadores de Caballos de Pura Raza Española