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A MIS VECINOS: LA MURMURACIÓN, ALIMENTABA SU ALMA<br />
COMO LA CARNE A LOS BUITRES<br />
En mi antigua cuadra, situada en el barrio San<br />
José, residen ciertos personajes muy particulares<br />
de la cual mi familia y yo soportamos sus<br />
fijas miradas y constante murmullo en cualquier situación<br />
o acontecimiento que pasara por ésta. Socialmente,<br />
se disponía de un ambiente tedioso ya que allí<br />
está ubicado el colegio Rufino José Cuervo-centro,<br />
donde la concurrencia es numerosa y se presta para<br />
hacer todo tipo de críticas. Estos personajes están<br />
pendientes de cada paso y cada palabra que mencionábamos,<br />
qué cosas comprábamos y qué paquetes llevábamos<br />
en las manos, qué ropa utilizábamos, quién<br />
entraba y salía de nuestra casa, qué comíamos y que<br />
no.<br />
Mejor dicho, estaban alertas de cada uno de los pasos<br />
y acciones que realizábamos durante el transcurso del<br />
día, ¡ah!, y cuando una familia o determinada persona<br />
se mudaba para ese barrio, en especial la cuadra antes<br />
mencionada, ellas estaban pendientes de los elementos<br />
que bajaban del camión para luego, burlarse o<br />
sentir algún tipo de envidia de ellos. En fin se convertía<br />
en una situación realmente incómoda.<br />
Estamos hablando de nueve señoras que gozaban y<br />
pasaban su tiempo averiguando la vida de los demás.<br />
Los niños pequeños por naturaleza quieren saberlo<br />
todo, el por qué de las cosas, pero a Silvana, hija de<br />
una de estas señoras, yo diría que la abeja reina, estaba<br />
influenciada por esta “curiosa corriente”, porque<br />
no solo miraba y hablaba, que por cierto lo hacía bastante<br />
fuerte, sino que llamaba a su madre, tía y abuela<br />
al balcón donde siempre se hacían, para que vieran<br />
que estaba pasando porque no podían dejar por alto<br />
“Estos personajes están pendientes de cada paso<br />
y cada palabra que mencionábamos, qué cosas<br />
comprábamos y qué paquetes llevábamos en las<br />
manos, qué ropa utilizábamos, quién entraba y<br />
salía de nuestra casa, qué comíamos y que no.”<br />
Por: Luisa María Restrepo Hurtado<br />
nada, era como un castigo para ellas si esto llegase a<br />
suceder.<br />
Mi madre y yo, buscábamos por internet y revistas<br />
inmobiliarias una casa para irnos de allí, porque la incomodidad<br />
superó los límites de nuestra paciencia.<br />
Visitábamos muchas casas, pero ninguna cumplía<br />
con los requisitos que pedíamos, por eso decidimos<br />
continuar nuestra búsqueda hasta encontrar la “perfecta”.<br />
Una tarde soleada y agitada salimos en busca<br />
de una casa, estábamos desesperadas y un poco preocupadas<br />
porque pronto llegaría una visita muy importante<br />
y especial a nuestro hogar. Al fin vimos una<br />
muy linda, bien ubicada, un poco pequeña a las que<br />
estábamos acostumbrados a vivir, pero en ese momento<br />
no importaba ese detalle, gestionamos y ese<br />
mismo día teníamos en nuestras manos la llave de la<br />
casa.<br />
Subimos todas las cosas al camión del trasteo y llegamos<br />
a aquel lugar con muchas expectativas. Encontramos<br />
esa paz que tanto esperábamos, sentirnos<br />
unos ciudadanos normales, dejando atrás unos habitantes<br />
subnormales, que influyen en las vidas de los<br />
demás, y se sienten caracterizados con ellas. ¿Será<br />
por envidia o por burla?, a veces ni sé cuál será la<br />
cuestión principal en indagar un chisme acerca de<br />
nosotros, eso para mí, se le denomina “pérdida de<br />
tiempo”.