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SegundaEdicion2012

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A MIS VECINOS: LA MURMURACIÓN, ALIMENTABA SU ALMA<br />

COMO LA CARNE A LOS BUITRES<br />

En mi antigua cuadra, situada en el barrio San<br />

José, residen ciertos personajes muy particulares<br />

de la cual mi familia y yo soportamos sus<br />

fijas miradas y constante murmullo en cualquier situación<br />

o acontecimiento que pasara por ésta. Socialmente,<br />

se disponía de un ambiente tedioso ya que allí<br />

está ubicado el colegio Rufino José Cuervo-centro,<br />

donde la concurrencia es numerosa y se presta para<br />

hacer todo tipo de críticas. Estos personajes están<br />

pendientes de cada paso y cada palabra que mencionábamos,<br />

qué cosas comprábamos y qué paquetes llevábamos<br />

en las manos, qué ropa utilizábamos, quién<br />

entraba y salía de nuestra casa, qué comíamos y que<br />

no.<br />

Mejor dicho, estaban alertas de cada uno de los pasos<br />

y acciones que realizábamos durante el transcurso del<br />

día, ¡ah!, y cuando una familia o determinada persona<br />

se mudaba para ese barrio, en especial la cuadra antes<br />

mencionada, ellas estaban pendientes de los elementos<br />

que bajaban del camión para luego, burlarse o<br />

sentir algún tipo de envidia de ellos. En fin se convertía<br />

en una situación realmente incómoda.<br />

Estamos hablando de nueve señoras que gozaban y<br />

pasaban su tiempo averiguando la vida de los demás.<br />

Los niños pequeños por naturaleza quieren saberlo<br />

todo, el por qué de las cosas, pero a Silvana, hija de<br />

una de estas señoras, yo diría que la abeja reina, estaba<br />

influenciada por esta “curiosa corriente”, porque<br />

no solo miraba y hablaba, que por cierto lo hacía bastante<br />

fuerte, sino que llamaba a su madre, tía y abuela<br />

al balcón donde siempre se hacían, para que vieran<br />

que estaba pasando porque no podían dejar por alto<br />

“Estos personajes están pendientes de cada paso<br />

y cada palabra que mencionábamos, qué cosas<br />

comprábamos y qué paquetes llevábamos en las<br />

manos, qué ropa utilizábamos, quién entraba y<br />

salía de nuestra casa, qué comíamos y que no.”<br />

Por: Luisa María Restrepo Hurtado<br />

nada, era como un castigo para ellas si esto llegase a<br />

suceder.<br />

Mi madre y yo, buscábamos por internet y revistas<br />

inmobiliarias una casa para irnos de allí, porque la incomodidad<br />

superó los límites de nuestra paciencia.<br />

Visitábamos muchas casas, pero ninguna cumplía<br />

con los requisitos que pedíamos, por eso decidimos<br />

continuar nuestra búsqueda hasta encontrar la “perfecta”.<br />

Una tarde soleada y agitada salimos en busca<br />

de una casa, estábamos desesperadas y un poco preocupadas<br />

porque pronto llegaría una visita muy importante<br />

y especial a nuestro hogar. Al fin vimos una<br />

muy linda, bien ubicada, un poco pequeña a las que<br />

estábamos acostumbrados a vivir, pero en ese momento<br />

no importaba ese detalle, gestionamos y ese<br />

mismo día teníamos en nuestras manos la llave de la<br />

casa.<br />

Subimos todas las cosas al camión del trasteo y llegamos<br />

a aquel lugar con muchas expectativas. Encontramos<br />

esa paz que tanto esperábamos, sentirnos<br />

unos ciudadanos normales, dejando atrás unos habitantes<br />

subnormales, que influyen en las vidas de los<br />

demás, y se sienten caracterizados con ellas. ¿Será<br />

por envidia o por burla?, a veces ni sé cuál será la<br />

cuestión principal en indagar un chisme acerca de<br />

nosotros, eso para mí, se le denomina “pérdida de<br />

tiempo”.

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